DOMINGO DE PENTECOSTÉS.
Ciclo B.
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA.
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11. La irrupción del Espíritu Santo. Lucas subraya la doble dimensión de la irrupción del Espíritu sobre los apóstoles. La primera dimensión es interna: la transformación de los discípulos, la otra, es externa: la misión evangelizadora. Pentecostés supone el inicio de un movimiento encaminado a unir lo que está separado o dividido.
- 2ª Lectura: I Corintios 12,3b-7.12-13. Los carismas a favor de la unidad. Pablo presenta al Espíritu como lazo de unión entre los miembros de la Iglesia. La diversidad de carismas se vive en la unidad de la comunidad. Todo es efecto del Espíritu Santo.
- Evangelio: Juan 20,19-23. El don del Espíritu. Jesús entra en el aposento donde estaban los discípulos y estando en medio de ellos, les saluda y les muestra las manos y el costado. Les da la paz y les envía para la misión evangelizadora. Por último, les capacita para el perdón de los pecados.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Domingo pasado celebramos la Ascensión del Señor a los cielos. Era la coronación de su vida y de su obra por su Padre. Pero Jesús, al marchar, recordaba que no se iba para desentenderse
de su gente ni de su Iglesia, sino que, a partir de entonces, comenzaba una nueva forma de estar entre los suyos. Esa nueva manera de estar lo hacía a través del Espíritu.
Por eso hoy, la Iglesia hace memoria de la irrupción del Espíritu sobre los Apóstoles. Jesús envía a los Apóstoles y a su Iglesia el Espíritu que les había prometido. ¿Cómo percibir esa presencia del Espíritu en la Iglesia y en nuestras vidas? Primero hay que buscar esa presencia en la Biblia. Toda ella está llena de esta presencia del
Espíritu de Dios en los hombres y en la comunidad. Todo lo hace el Espíritu. Hace falta un poco de formación religiosa y un poco de fe para darnos cuenta de su presencia en nuestras vidas y en la Iglesia.
En la primera lectura de hoy, Lucas nos ha hablado de la presencia del Espíritu en la comunidad naciente de la Iglesia con una composición literaria en la que utiliza los elementos clásicos de una manifestación de Dios: el viento, el fuego, el ruido. Dice que en medio de la comunidad reunida,
"sonó de repente un ruido del cielo, como de un
viento recio, llenando la casa de donde se encontraban”. ¿Qué es el viento?, ¿cómo es el viento? Pensemos un poco: el viento es misterioso. No lo vemos. Sopla donde quiere y cuando quiere. No lo podemos coger. El viento es libre. Unas veces es suave, otras imparable. No lo podemos dirigir, nos dirige él a nosotros. No avisa su llegada, surge de pronto. Pues así actúa el Espíritu en nosotros y en la Iglesia.
El Espíritu hace que nos relacionemos unos con otros, nos ensambla en la unidad. Él, Espíritu de la verdad, nos libera de la mentira, de la falsedad. Él, Espíritu creador, renueva los corazones cansados por la fatiga cotidiana y
por la indiferencia religiosa y crea ilusión y da fuerza para el camino. Él, Espíritu de paz, elimina guerras y odios, envidias y enemistades y crea fraternidad entre los hombres. Él, Espíritu de unidad, reconcilia a los hombres entre sí, a las familias, a los padres con los hijos y a los hijos con los padres; él es el autor de la comunión. Él, Espíritu de vida, visita a los afligidos, consuela a los tristes, ayuda a los pobres. Él, Espíritu de poder, sostiene a los vacilantes en la fe, robustece a los que dudan, ayuda en las pruebas y dificultades. Él, Espíritu de sabiduría, ilumina las inteligencias y abre las mentes al misterio divino. Él, Espíritu del Padre, hace que seamos los hijos de adopción. Él, Espíritu del Hijo, nos hermana con Cristo y con los hombres. Amén.