VI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. CICLO B
TOCAR LO INTOCABLE
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura. Levítico 13,1-2.44-46: Los excluidos de la vida y social. Israel consideraba la lepra como enfermedad contagiosa desde un punto sanitario y también como un castigo por el propio pecado. Los leprosos eran excluidos de la vida social y religiosa del pueblo. Si el enfermo se curva, debía ofrecer un sacrificio de expiación en el templo antes de incorporarse a la comunidad.
- Salmo. Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
- 2ª Lectura. I Corintios 10,31-11,1: No escandalizar. Concluye la sección en la que Pablo responde a los problemas concretos que se daban en el seno de la comunidad de Corinto. Pablo alude a su ejemplo personal en el seguimiento del ejemplo de Cristo y ofrece unos criterios de discernimiento para saber actuar en cada circunstancia.
- Evangelio: Marcos 1,40-45: El leproso es curado e integrado a la comunidad. Jesús se compadece de la persona que sufre. En este caso es un leproso. El Maestro, prescindiendo de la ley, toca el cuerpo del enfermo sin temor a ser contaminado y lo cura de su enfermedad; lo rehabilita plenamente y lo reintegra en la sociedad.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El texto del evangelio que acabamos de escuchar nos ha presentado a un leproso, a una persona afectada por una enfermedad hoy día erradicada en muchas partes, sobre todo, en el mundo desarrollado. Pero si
hiciéramos un esfuerzo y nos situásemos en aquel contexto, descubriríamos en el leproso a:
- “Un excluido de la salud”, a una persona enferma incurable; por ello decían los rabinos: “Tan difícil es curar a un leproso como resucitar a un muerto”.
- “Un excluido religioso”, a una persona que no podía ir al templo; pues "tendrá su morada fuera del campamento”, decía la primera lectura.
- “Un excluido social”, a una persona que, consecuentemente, ha de vivir al margen de los demás, a una persona que, con sus gritos, (“¡impuro, impuro!”) evitará su contacto con la gente: “ha de vivir solo”, nos ha dicho también la primera lectura.
Ésta era la suerte de estos enfermos, que tenían que digerir una ley discriminatoria muy a su pesar. Posiblemente esta legislación y esta práctica a nadie le gusta en la actualidad, y, de hecho, criticamos y rechazamos toda clase de discriminación cuando se trata de nosotros mismos. Sin embargo, en nuestra sociedad y en el mundo siguen existiendo exclusiones tan terribles como las del tiempo de Jesús. Sigue habiendo
personas a las que se exclusión, se aísla por su precaria salud (sida y ébola); los integrismos religiosos conducen hoy mismo a la exclusión religiosa; la xenofobia, el racismo y el fanatismo ideológico provocan la exclusión social; la pobreza y el hambre han aislado a una gran parte de la humanidad… Lo peor de estas situaciones de exclusión es que podemos acostumbrarnos a ellas y terminar por parecernos normales; o, al menos, inevitables.
Queridos hermanos y hermanas, como acabamos de ver, estas situaciones han existido siempre, pero también ha habido hombres y mujeres que no se han sentido indiferentes ante el sufrimiento del otro. Y en el evangelio de hoy tenemos el ejemplo más claro: surge Jesús, un hombre divino, nuevo, compasivo; un hombre un tanto extraño; pues no le importa levantarse y salir al encuentro de los demás; ni
tampoco le asusta “extender la mano” y “tocar” al leproso, a pesar de que era prohibido por la Ley; su palabra y su mano abren los caminos a aquel que estaba excluido, a fin de que pueda reinsertarse en la comunidad social, religiosa y de la salud.
El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros los cristianos, en cuanto que tenemos el Espíritu de Cristo, extendamos nuestra mano a los marginados de nuestra sociedad y nuestro mundo y les curemos las heridas provocadas por la incomprensión e injusticia, por la enfermedad y
hambre, por el color o raza. El mundo necesita muchas manos extendidas, como las de Jesús, que sean portadoras de valores humanos y cristianos. Amén.
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