sábado, 9 de mayo de 2015

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B. 

UNIDOS A CRISTO PARA DAR FRUTO 

Ideas principales de las lecturas de este domingo: 
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 9,26-31: Pablo en el corazón de la Iglesia. Bernabé presenta a la comunidad de Jerusalén a Pablo, el convertido de Damasco. Entra a formar parte de la comunidad apostólica, pues “las columnas” de Jerusalén lo acogen. El perseguidor se convierte en perseguido.
  • 2ª Lectura: I San Juan 3,13-24: La fe y el amor se expresan en obras. Muchas veces se piensa que creer y amar son actitudes que recorren caminos paralelos. Juan afirma rotundamente que no ha fe auténtica sin obras del mandamiento del amor.
  • Evangelio: Juan 15,1-8: La vid y los sarmientos. La viña es una imagen sugerente en el Antiguo Testamento. En el bautismo hemos sido injertados a la vida nueva de Cristo, como los sarmientos en la vid.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El domingo pasado decíamos que Jesús siempre recurría a imágenes que el pueblo sencillo podía comprender para hablarles de su persona y su doctrina. Este domingo va a utilizar una imagen entrañable y cercana para explicarles cómo ha de ser la vida del cristiano. Y esta imagen es la de “la vid y los sarmientos”, que siempre han de permanecer unidos, como lo ha de ser el cristiano con Cristo y su Iglesia.
Sin embargo, entre muchos hombres “no creyentes” y “creyentes” se dejan oír voces que dicen que “lo importante hoy no es rezar, ni pertenecer a la Iglesia, sino construir una sociedad más justa y humana. El hombre y la mujer se deben comprometer a crear un ambiente propicio para que la justicia y la fraternidad reinen en el mundo”. Indudablemente esta labor es siempre plausible y laudable. Quien obra así es por filantropía o por motivos puramente humanos o sociales.
También se puede construir una sociedad desde una perspectiva cristiana. La raíz es la FE y la UNIÓN a CRISTO por el BAUTISTO y los demás SACRAMENTOS. El evangelio, al proponernos la imagen de la vid y los sarmientos, nos quiere decir que la savia de la vid recorre por los sarmientos y a su debido tiempo produce fruto. En cambio, el sarmiento desgajado de la vid no reverdece ni da fruto, se seca y muere. Esto es, el cristiano debe reconstruir la sociedad desde su fe que se expresa en obras. La creencia en Jesús, VID, y la permanencia en él, se manifiesta en las siguientes exigencias: anunciar si miedo la buena Noticia, como Pablo; compartir la fe con los hermanos; traducir la fe en obras concretas de caridad y hacer de la caridad un compromiso diario.
La inserción en Cristo es salvación (porque nos da vida) y es, al mismo tiempo, compromiso dinámico. Esto significa que nuestra unión con Él tiene que ser continua. No basta tener encuentros esporádicos e intermitentes. Vivir la presencia de Cristo en nosotros, nuestra comunicación con Él en la oración, en el trabajo, en el descanso. El sarmiento no puede separarse en ningún instante de la vid, si no quiere perecer y dejar de ser. Igual nosotros. Si queremos que la savia de Jesús, su Espíritu viva en nosotros, debemos permanecer unidos a Él. Amén.

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE PASCUA. Ciclo B.  
CRISTO ES EL BUEN PASTOR

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 4,8-12: Cristo, piedra angular, cura y salva. Pedro y Juan son interrogados por los jefes del pueblo de Dios por haber curado al paralítico. Pedro responde con un breve discurso a las autoridades y explica por qué han curado al lisiado. La misión y el camino de la Iglesia naciente arranca de la fe en Cristo Resucitado.
  • 2ª Lectura: I San Juan 3,1-2: La deificación del creyente. La condición de hijos de Dios, aquí en la tierra es un pálido reflejo de lo que llegaremos a ser en el futuro. Dios nos ama hasta tal punto que nos ha hecho hijos suyos. No sólo nos llamamos hijos de Dios sino que realmente lo somos. Pero lo que somos se manifestará en su plenitud cuando lo veremos tal cual es.
  • Evangelio: Juan 10,11-18: Cristo, el Buen Pastor. Jesús es el verdadero y único Pastor de la comunidad. Los rasgos mesiánicos del buen pastor son: conocer y amar a cada una de las ovejas, llevarlas por los mejores pastos, buscar a la descarriada y esperar a la perdida, curar a la herida y fortalecer a la enferma.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado el Señor nos invitaba a ser testigos de su paz, su perdón y su amor en medio de nuestros ambientes y en la sociedad. Por si no sabemos como ejercer este testimonio, es conveniente que sigamos su ejemplo, por eso se nos presenta hoy como el Buen Pastor.

Jesucristo, en vida había dado, a los apóstoles, unas catequesis preciosas y sencillas sobre su persona, de tal manera que cuando tuvieran que predicar pudieran hacerlo con imágenes que el pueblo humilde entendiera. Una de estas imágenes es la del pastor que san Juan nos presenta hoy en Evangelio.
Este Evangelio nos invita hoy a cuestionar y a reflexionar sobre el “liderazgo” que ejercemos cada uno al frente del pequeño o gran grupo que el Señor le ha confiado: padres de familia, maestros, catequistas, animadores de grupos, políticos, sacerdotes…
¿Faltan líderes? Para responder a esta pregunta es preciso a sumarnos a nuestro mundo y nuestros grupos y observar los acontecimientos y las personas. Son un sin número. Cada uno anuncia su programa y promete una infinidad de realidades. Los escuchan muchas personas. Buscan los púlpitos más altos para hacerse oír. Sus palabras invaden la prensa, la televisión, la radio…
En cambio, Cristo es el guía, el maestro y el pastor. No excluye a nadie en su programa de salvación. No hace distinciones de personas y su prefiere a alguien es el que está fuera del redil. Su misión es callada; la realiza en el silencio y en el monte. Busca lo que está perdido, anima lo que ha decaído, restaura lo que está roto, cura y sana al que está malherido.
Es otro estilo de ser líder. Es el líder del Evangelio, o sea de Buena Noticia, es el Buen Pastor, es la piedra que desecharon y se ha convertido en piedra angular. Su palabra se oye como un eco que va resonando siglo tras siglo y la oímos nosotros con toda su claridad. Quien se considera su discípulo debe escucharle cada día. Su Palabra es cálida como el Pan caliente que está sobre el altar por la acción del Espíritu. Amén.