sábado, 28 de mayo de 2011

Desde tu Parroquia


”Hacer” o “celebrar” la primera comunión.
Centenares de niños y niñas reciben en estos fines de semana de mayo y junio la primera comunión. Se trata de uno de los acontecimientos más emblemáticos de la infancia de toda persona, del día quizás más feliz de nuestra vida. También en nuestra Parroquia.
¿Quién no recuerda el día de su primera comunión o el día de la primera comunión de sus hijos? Recuerdos, experiencias, sentimientos y sensaciones se agolpan en nuestra memoria y en nuestro corazón con la convicción de que merece la pena seguir cuidando al máximo la preparación y la celebración de la primera comunión de nuestros niños. Pero hemos de ser realistas y plantear una mirada a la situación de hoy en día.
Actualmente, una gran mayoría de niños "hacen" la primera comunión. De ellos, sólo unos pocos continúan después su proceso catequético y formativo de crecimiento en la fe. Para muchos es su primera, única y última comunión y de este modo no hay verdadera experiencia creyente en ellos.
En muchas familias no se vive la fe como seguimiento de Jesucristo, con repercusión en la vida concreta y como transformación en los ambientes en que viven.
En muchas parroquias donde se "hace" la primera comunión no existen referencias comunitarias reales: la comunidad cristiana que celebra y acoge, que cuida especialmente, a sus pequeños simplemente no existe.
Hay un evidente negocio económico y de prestigio social montado en torno a las primeras comuniones que dista mucho del mensaje evangélico y de sus exigencias.
Aun a riesgo de parecer utópicos, nuestra referencia debería estar también este tema en la Palabra de Dios. Para que nuestro culto sea auténtico, la celebración de cualquier sacramento tiene que ser expresión de la vivencia de unas determinadas experiencias en quienes participan en ellas:
• El encuentro personal con el Dios manifestado en Jesucristo. De ese encuentro han de brotar el gozo ante la Buena Noticia del Reino, la conversión cristiana, la experiencia de la libertad de los hijos de Dios, la audacia inherente a la proclamación del mensaje de Jesús. Además, en la Iglesia no podemos desligar la celebración de la fe de las exigencias y el compromiso por la justicia.
• El protagonismo de los laicos -y los niños lo son- comienza y tiene su máxima expresión en lo que la comunidad cristiana tiene de más vital: la celebración de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Pero la primera participación en ella es "sólo" un paso en el seguimiento de Jesús, que es un proceso continuado hasta llegar a la incorporación madura en una comunidad de referencia y al compromiso en la realidad y en los ambientes.
Para ello, es necesario promover en las parroquias espacios de formación sobre la celebración de los Sacramentos, que ofrezcan pasos continuados de crecimiento en la fe y en el seguimiento de Cristo. Toda la comunidad eclesial debe respetar y potenciar, al máximo, la identidad y la esencia de estos actos religiosos y cristianos a fin de que sean lo que tiene que ser.
Las familias deberían tomarse en serio la fe. Si no creen, si las exigencias del Evangelio no tienen nada que decir en sus vida cotidianas, deben plantearse si sus hijos "hacen" la primera comunión. Si creen, deben exigir una forma de incorporación de los niños a la Eucaristía de la comunidad que sea coherente con su verdadero significado, “celebrar” el Sacramento en su verdadera magnitud.
Los niños y las niñas tienen que ser capaces de ser protagonistas sobre estos asuntos. Deben tener clara conciencia -en la medida de su edad- de lo que significar recibir y celebrar la comunión. No podemos convertir las primeras comuniones en meros actos festivos y sociales, en meras ferias infantiles de las vanidades.
Los agentes de pastoral -catequistas, parroquias, sacerdotes...- deben rechazar y denunciar el entramado de "negocio" de las primeras comuniones. Es contrario al Evangelio de Jesús y al deber de solidaridad en medio de un mundo tan injusto como el nuestro. Pero tampoco podemos dejarnos llevar por tentaciones "iconoclastas", puristas y radicalizadas.
Es, pues, tarea de todos los cristianos devolver a esta celebración su autenticidad evangélica, creando para ello formas diferentes y alternativas de celebrar la incorporación de nuevos miembros a la Eucaristía.
En octubre de 2006, el Papa Benedicto XVI se reunía con cerca de cien mil niños italianos que habían hecho la primera comunión, acompañados de sus padres y de sus catequistas. El papa entabló un diálogo con los niños y uno de ellos preguntó a Benedicto XVI: "¿Qué recuerdos tienes del día de tu primera comunión?". La respuesta del Papa fue una catequesis sobre el sentido verdadero de la “celebración” de este Sacramento: “En el centro de mis recuerdos se halla este pensamiento: Jesús entraba en mi corazón. Y, junto con Jesús, Dios mismo estaba conmigo. Y que era un don de amor que valía mucho más que todo lo que se podía recibir en la vida. Comprendí que comenzaba una nueva etapa en mi vida".
Como sencilla, por humilde desde nuestra parte, colaboración, dejamos un decálogo de actitudes y acciones (Cfr. MJ Decálogo, María Dolores López Guzmán, en "Misión Joven", 350, 2006) que pueden ayudarnos a vivir con sentido y profundidad este día tan esperado para nuestros niños:
ESPERAR: La primera comunión es comienzo, no es final... Ir más allá del instante es fundamental. Comienza una nueva etapa en el proceso de iniciación cristiana de los niños, que no se puede quedar ahí. La comunidad los necesita.
UNIR: Crear un ambiente de unión y no de división será el mejor modo de vivir lo que es central en ese día: la común-unión.
CONVIVIR: Caer en la cuenta de que las celebraciones son momentos de encuentro en la familia (padres e hijos, hermanos, abuelos, tíos, amigos...) y con las familias de los compañeros de los niños.
ALEGRARSE: Para que la alegría no se esfume es imprescindible poner más los ojos en Dios que en nuestros deseos, gustos, y, a veces, problemas y discrepancias.
RECORDAR: Preparar algún detalle personal que sea auténtico recordatorio del encuentro que el niño ha tenido con Dios. Este encuentro es lo verdaderamente central.
INTENSIFICAR: Favorecer los momentos en los que compartir con el niño confidencias, oraciones y conversaciones sobre la experiencia de Dios recibida.
SIMPLIFICAR: Convertirse en "contrapunto" de los mensajes que incitan al consumo de inevitables y absurdos regalos. Hacer que el día sea "sencillamente distinto".
TRANSMITIR: Comunicar la propia fe es el mejor regalo. Es una buena ocasión para mostrar que la experiencia de la comunión transforma cada día y es Jesús quien nos da la luz que ilumina y orienta nuestra vida.
INTERIORIZAR: Detener la mirada en lo verdaderamente significativo. Hacer balance del día con el niño o niña destacando lo más importante.
AGRADECER: Participar totalmente del Cuerpo y de la Sangre del Señor es motivo más que suficiente para alabar y agradecer a Dios su invitación a formar parte de El. Eucaristía significa "acción de gracias".
Nuestra felicitación más sincera a los niños y niñas que van a celebrar la primera comunión, que van a recibir a Jesús, por primera vez, en la Eucaristía. A sus familias, que exultan de gozo en este día tan importante de la vida de sus hijos. Igualmente, un agradecimiento a los catequistas que los han acompañado en este proceso de iniciación a la vida cristiana.
(Para conocer mas: http://www.alfayomega.es/Revista/2011/739/01_enportada1.php)

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