Hola a tod@s: Recibid un saludo cordial y cariñoso a cuantos a través de este blog de la Parroquia "Santiago el Mayor" de Arroyomolinos de León, accedeis a esta página. La Parroquia quiere avanzar y crecer en ser comunidad cristiana que anuncia, forma, celebra y testimonia la fe. Siéntete invitado y llamado a asumir y compartir la misión evangelizadora de la que somos corresponsables. En nombre del Consejo Parroquial, de nuevo, un cordial saludo.
sábado, 31 de diciembre de 2011
Mensaje de Navidad 2011 del Sr. Obispo de Huelva
La noche, tiempo de salvación
“De noche en un pesebre nacía tu Palabra.
La noche es tiempo de salvación”
Mis queridos hermanos y hermanas:
Al celebrar las fiestas del Nacimiento del Señor, Luz del Mundo, me alegra poder dirigirme a todos vosotros para expresaros mis mejores deseos de paz y alegría. Pienso en todas las parroquias, en todas las personas de nuestra querida Diócesis de Huelva, y en todas las personas de buena voluntad que quieran escuchar mi mensaje. Pero pienso, especialmente, en todas las familias que sufren a causa del paro, de la enfermedad y de la ausencia de seres queridos.
Hay muchas situaciones humanas que se parecen a la noche; situaciones de oscuridad que nos llenan de tristeza y momentos en los que no sabemos cómo vamos a salir de ese túnel oscuro.
El Nacimiento del Señor, en medio de la noche, es para todos una Buena Noticia. El profeta Isaías lo anunció con estas palabras: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban tierra de sombras y una luz les brilló” (Is 9, 2); y añadía: “ porque un niño nos ha nacido…se llamará Príncipe de la Paz” (Is 9, 6).
En estas fiestas de Navidad, en las que amplios sectores de nuestra sociedad viven situaciones de sufrimiento, mi deseo para todos es que tengamos luz, la Luz que es Cristo, el Niño nacido en la noche, envuelto en pañales y recostado en un pesebre (cf. Lc 2, 12). Él es el Hijo de Dios que nos ama; es el hijo de María, semejante a nosotros en su humanidad. Que Él nos muestre el camino. Que nos conceda mirar a Dios con confianza y mirar al mundo como Dios lo mira, para que aprendamos a vivir como familia. Que Él nos guíe y oriente, conduciéndonos por las sendas de la sencillez y la humildad. Que nos enseñe a compartir solidariamente y a crear unas relaciones humanas, sinceras y transparentes. Que Él nos ayude a ordenar nuestra sociedad con justicia y equidad, sin que nadie se quede al margen o humillado. Que Él nos conceda lucidez para que todos tengan un trabajo digno y estable y una educación integral, rica en valores evangélicos.
Vayamos a Él. Acojamos la luz de su Palabra. Gocemos de su presencia en la Eucaristía, y busquemos el calor de la fraternidad en nuestras comunidades parroquiales. Que nadie se sienta sólo: vivamos una Navidad con Él y con nuestros hermanos.
Con estos sentimientos y deseos, exhorto a todas las parroquias a que sigan mostrando una especial solicitud y cercanía hacia los pobres. La crisis se hace larga, por lo que os recuerdo las palabras del Apóstol: “no os canséis de hacer el bien” (2 Tes 3, 13). Agradezco la generosa ayuda que estáis prestando a tantas personas necesitadas, y felicito, especialmente, a todos los miembros de nuestra Cáritas por su admirable labor. Recordemos que todo lo que hagamos a nuestros humildes hermanos al Niño Dios se lo hacemos.
Deseo también que la luz del Señor nos ayude a ver lo bueno y positivo que hay a nuestro alrededor. No puedo dejar de mencionar, en este mensaje navideño, el testimonio precioso de fe y alegría que nos dieron los jóvenes participantes en la JMJ en Madrid, junto al sucesor de Pedro, Benedicto XVI. Fue un signo de esperanza, una “cascada de luz”, como la calificó el Papa, una fiesta de fraternidad universal. Debemos dar gracias a Dios por este acontecimiento de gracia y comprometernos a trabajar por los jóvenes, acompañándoles al encuentro con Cristo. De la misma manera que los pastores al encontrar el Niño volvieron contentos “dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído” (Lc 2, 20), nuestros jóvenes, al encontrarse con Cristo, quedan llenos de fuerza para construir un mundo nuevo. La novedad de Cristo, siempre joven, les capacita para renovarse y renovar la sociedad con la fuerza extraordinaria del amor que reciben de Él.
“De noche lo anunciaron el ángel y la estrella.
La noche es tiempo de salvación”
Mis queridos hermanos y hermanas: os deseo a todos una feliz Navidad llena de fe y alegría, llena de luz y esperanza.
✠ José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva
domingo, 25 de diciembre de 2011
sábado, 17 de diciembre de 2011
CATEQUESIS DOMINICAL
IV DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B
MARÍA, LA MUJER DEL SILENCIO Y DE LA RESPUESTA
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Samuel 7,1-5,8b-12.14ª.16: Natán enviado por Dios al rey David. David quiere construir un templo a Dios para fortalecer su dinastía. Es un hombre de estado y vive en una casa de cedro. Su reinado ha alcanzado la estabilidad y el bienestar. Ha llegado el momento de construir una casa digna para Dios. Dios, sin embargo, recuerda a David por medio del profeta Natán que Él es el constructor de todo. El mismo Señor construirá una casa a David dándole un trono que permanecerá.
- 2ª Lectura: Romanos 16,25-27: Pablo, enviado a predicar, da a conocer el misterio. ¿Quién conoce el misterio de Dios? Solamente a quien Dios se lo revele. El misterio divino mantenido en secreto es revelado poco a poco por los profetas y se manifiesta en Cristo. Es él quien revela los misterios de Dios Padre a los hombres.
- Evangelio: Lucas 1,26-38: Dios envía a Gabriel a María. EL anuncio de ángel a María es el cumplimiento de la promesa de Dios al rey David. María se convierte en templo. El Señor de señores y Rey de reyes quiere habitar en el seno de una Virgen que será madre de su Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Ya se acabó la espera, ya terminó el adviento, ya se acerca la Navidad para los que la hayan esperado. Hoy es, por tanto, el día de la última reflexión. La Iglesia quiere que la hagamos de la mano de dos personajes: David y María. Vamos a ver los anuncios que recibieron y sus respuestas. Terminaremos con el anuncio que Dios nos hace hoy a nosotros, en vísperas de Navidad.
La primera anunciación: Al rey David. David había pasado de ser un pastor a ser un rey por simple voluntad de Dios. La respuesta de David, como la de todos, fue el pecado. Como al pecado siguió el arrepentimiento sincero y el cambio de vida, David se ganó el corazón de Dios. En agradecimiento con el buen comportamiento de Dios, David quiere construir una casa para Dios, pero Dios no se lo permite, y le recuerda a través del profeta Natán que Él es el constructor de todo. El mismo Señor construirá una casa a David dándole un trono que permanecerá.
Esta lectura nos habla, en primer lugar de la generosidad divina: por una casa material, le promete una dinastía, en la que Dios mismo, Jesús, florecerá; la gratuidad divina: no son los méritos, las ofrendas o los buenos propósitos de David los que atraen las bendiciones divinas, sino que el amor de Dios fue primero; y la fidelidad divina: los dones de Dios son para siempre. Dios perdona siempre, nunca falla, no se arrepiente nunca de su amor.
La segunda anunciación: la del evangelio de hoy. Se trata de una joven desconocida, perdida en una aldea insignificante. Estaba desposada con José. Pero Dios tenía otros planes. ¿Quieres tener un hijo, pero no de José, sino de Dios? ¿Quieres tener por hijo al Dios mismo? Fue un momento maravilloso para María. Dios quiere estar entre nosotros, ser como nosotros, y está buscando una madre. La respuesta de la joven María cambió toda la historia. Su respuesta fue positiva, afirmativa: “Hágase en mí según tu palabra”. Así, María se convirtió en el templo más maravilloso que Dios haya tenido, el templo que le quiso construir el rey David.
Este relato del evangelio nos muestra también la humildad de Dios: busca una mujer pobre y sencilla, una madre anónima; respeto de Dios: No impone su voluntad, sino que respeta nuestra libertad. Ni siquiera para hacernos bien nos fuerza, sino que pide y espera nuestro consentimiento. En fin, Dios ayuda al hombre a crecer; y amor de Dios: Dios no deja al hombre solo, no lo abandona nunca, siempre velará por él. Siempre envía un mensaje, siempre anuncia. Lo que importa es que el hombre sepa escuchar.
La tercera anunciación: El Ángel de la anunciación no ha terminado sus encargos. Pero esta vez el ángel no tiene alas ni tiene por qué ser un profeta consagrado. El Ángel puede ser cualquiera, incluso puede ser una palabra o un acontecimiento. Y en mensaje será siempre una propuesta de amor. Hoy Dios sigue necesitando una madre para su Hijo; cualquiera de nosotros puede llegar a ser “madre” de Dios y dar a luz a Jesús en nuestro mundo. Amén.
MARÍA, LA MUJER DEL SILENCIO Y DE LA RESPUESTA
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Samuel 7,1-5,8b-12.14ª.16: Natán enviado por Dios al rey David. David quiere construir un templo a Dios para fortalecer su dinastía. Es un hombre de estado y vive en una casa de cedro. Su reinado ha alcanzado la estabilidad y el bienestar. Ha llegado el momento de construir una casa digna para Dios. Dios, sin embargo, recuerda a David por medio del profeta Natán que Él es el constructor de todo. El mismo Señor construirá una casa a David dándole un trono que permanecerá.
- 2ª Lectura: Romanos 16,25-27: Pablo, enviado a predicar, da a conocer el misterio. ¿Quién conoce el misterio de Dios? Solamente a quien Dios se lo revele. El misterio divino mantenido en secreto es revelado poco a poco por los profetas y se manifiesta en Cristo. Es él quien revela los misterios de Dios Padre a los hombres.
- Evangelio: Lucas 1,26-38: Dios envía a Gabriel a María. EL anuncio de ángel a María es el cumplimiento de la promesa de Dios al rey David. María se convierte en templo. El Señor de señores y Rey de reyes quiere habitar en el seno de una Virgen que será madre de su Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Ya se acabó la espera, ya terminó el adviento, ya se acerca la Navidad para los que la hayan esperado. Hoy es, por tanto, el día de la última reflexión. La Iglesia quiere que la hagamos de la mano de dos personajes: David y María. Vamos a ver los anuncios que recibieron y sus respuestas. Terminaremos con el anuncio que Dios nos hace hoy a nosotros, en vísperas de Navidad.
La primera anunciación: Al rey David. David había pasado de ser un pastor a ser un rey por simple voluntad de Dios. La respuesta de David, como la de todos, fue el pecado. Como al pecado siguió el arrepentimiento sincero y el cambio de vida, David se ganó el corazón de Dios. En agradecimiento con el buen comportamiento de Dios, David quiere construir una casa para Dios, pero Dios no se lo permite, y le recuerda a través del profeta Natán que Él es el constructor de todo. El mismo Señor construirá una casa a David dándole un trono que permanecerá.
Esta lectura nos habla, en primer lugar de la generosidad divina: por una casa material, le promete una dinastía, en la que Dios mismo, Jesús, florecerá; la gratuidad divina: no son los méritos, las ofrendas o los buenos propósitos de David los que atraen las bendiciones divinas, sino que el amor de Dios fue primero; y la fidelidad divina: los dones de Dios son para siempre. Dios perdona siempre, nunca falla, no se arrepiente nunca de su amor.
La segunda anunciación: la del evangelio de hoy. Se trata de una joven desconocida, perdida en una aldea insignificante. Estaba desposada con José. Pero Dios tenía otros planes. ¿Quieres tener un hijo, pero no de José, sino de Dios? ¿Quieres tener por hijo al Dios mismo? Fue un momento maravilloso para María. Dios quiere estar entre nosotros, ser como nosotros, y está buscando una madre. La respuesta de la joven María cambió toda la historia. Su respuesta fue positiva, afirmativa: “Hágase en mí según tu palabra”. Así, María se convirtió en el templo más maravilloso que Dios haya tenido, el templo que le quiso construir el rey David.
Este relato del evangelio nos muestra también la humildad de Dios: busca una mujer pobre y sencilla, una madre anónima; respeto de Dios: No impone su voluntad, sino que respeta nuestra libertad. Ni siquiera para hacernos bien nos fuerza, sino que pide y espera nuestro consentimiento. En fin, Dios ayuda al hombre a crecer; y amor de Dios: Dios no deja al hombre solo, no lo abandona nunca, siempre velará por él. Siempre envía un mensaje, siempre anuncia. Lo que importa es que el hombre sepa escuchar.
La tercera anunciación: El Ángel de la anunciación no ha terminado sus encargos. Pero esta vez el ángel no tiene alas ni tiene por qué ser un profeta consagrado. El Ángel puede ser cualquiera, incluso puede ser una palabra o un acontecimiento. Y en mensaje será siempre una propuesta de amor. Hoy Dios sigue necesitando una madre para su Hijo; cualquiera de nosotros puede llegar a ser “madre” de Dios y dar a luz a Jesús en nuestro mundo. Amén.
domingo, 11 de diciembre de 2011
CATEQUESIS DOMINICAL
III DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B
LA ALEGRÍA Y LA LUZ, SIGNOS DE LA PRESENCIA DEL SEÑOR.
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 61,1-2ª.10-11: Isaías enviado a dar la buena noticia. Jesús leyó esta lección en la Sinagoga de Nazaret al comienzo de su ministerio mesiánico. Isaías, ungido por el Espíritu, anuncia la buena noticia a los que sufren. Es el mensajero de la esperanza y el pregonero de la liberación. La segunda parte de la lectura, es considerada como el “Magnificat” de la Antigua Alianza, porque es el canto del pueblo librado y el himno por el que los pobres agradecen la misericordia divina.
- 2ª Lectura: I Tesalonicense 5,16-24: Permaneced siempre alegres. Pablo, después de exhortar a las obras de caridad, habla de las características típicas del cristiano, a saber: debe ser alegre y orante, convencido que sin la gracia divina no puede hacer el bien ni caminar por la senda de la santidad.
- Evangelio: Marcos 1,6-8.19-28: El testigo de la luz. El domingo anterior presentaba la figura de Juan Bautista como un profeta austero, hoy subraya su condición de testigo. Confiesa abiertamente que no es el Mesías, ni Elías, ni el profeta esperado. Cristo es la luz, el Mesías y el Profeta. El Bautista es la voz que grita en el desierto, voz que proclama y grita: “Allanad el camino del Señor”. Vivir el Adviento consiste en preparar los caminos del Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Toda la liturgia de este III Domingo del Adviento nos habla de la importancia del Espíritu (de Dios) en la vida del cristiano, y del papel que ha de desempeñar éste en este mundo cuando se sabe portador de ese Espíritu. No olvidemos que para ser cristiano necesitamos el Espíritu de Cristo.
El mismo Jesús, al comienzo de su ministerio, en la Sinagoga de Nazaret, tras leer un fragmento del libro del profeta Isaías de la primera lectura de hoy, culminó diciendo: “hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír”. De esta manera, él se presentó como el ungido por el Espíritu del Señor. Y a partir de Jesús, cada cristiano es ungido por el Espíritu que Jesús nos ha dado, de una forma especial en los sacramentos del Bautismo y la Confirmación. ¿Para qué hemos sido ungidos por el Espíritu? Buena pregunta.
Para anunciar una buena noticia a los pobres. La pobreza sigue siendo una realidad escandalosa en nuestra sociedad, en nuestro mundo repleto de riqueza, pero mal repartida. No sólo existe la pobreza materia, sino también espiritual, de valores. ¿Qué buena noticia se le puede dar, pues, a tanta gente que padece la pobreza material, espiritual y de valores? No sólo decirles que su pobreza va a desaparecer porque Dios se ha puesto de su parte y ha pedido a los suyos (cristianos y hombres de buena voluntad) que se pongan también, sino luchar con obras concretas para que los pobres puedan sonreír algún día.
Para proclamar la libertad a los cautivos y oprimidos. En un mundo que cuenta con prestigiosos organismos (ONU, OTAN, UE, UA…) que fueron creados con el fin de defender la vida del ser humano, la cautividad y la opresión que sufren millones de personas en distintas partes de nuestro planeta sigue siendo igual de escandaloso. Mucha gente de nuestras sociedades sufre aún la esclavitud política, económica, cultural, religiosa (sectas), que lleva a la marginación social. Ellos también están hambrientos de recibir algún la buena noticia de que sus vidas van a cambiar.
En resumen, Jesús, y cada cristiano, es ungido por el Espíritu del Señor para devolver a los pobres, cautivos y oprimidos de nuestros días su libertad, sus propiedades y su dignidad; para hacer posible una Navidad alegre para todos. Un Dios-con-nosotros.
Si creemos el contenido de la primera lectura, no sólo vamos a hacer felices a los demás, sino que también nosotros vamos a vivir sus frutos, los frutos del Espíritu que presenta San Pablo en la segunda lectura: la alegría (“Estad siempre alegres”); la oración (“Sed constantes en la oración”); y la acción de gracias (“Dad gracias por todo si no apagamos el Espíritu”). Amén.
domingo, 4 de diciembre de 2011
sábado, 3 de diciembre de 2011
CATEQUESIS DOMINICAL
II DOMINGO DE ADVIENTO. Ciclo B
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 40,1-11: Isaías, la voz que comunica esperanza. La lectura corresponde al comienzo del llamado Segundo Isaías. El profeta con sus palabras anima e infunde esperanza en el corazón de los desterrados de Babilonia en el siglo VI (a.C.) y anuncia el final de una situación y la instauración de un cambio. El sufrimiento del exilio se termina y comienza una nueva vida. Isaías es la voz de la esperanza.
- 2ª Lectura: II Pedro 3,8-14: Pedro, la voz que anuncia una tierra nueva. Corrió la voz entre los primeros cristianos que la vuelta del Señor era inminente. Pedro recuerda la paciencia de Dios y la necesidad de prepararse para ese encuentro viviendo en paz con él. Él vendrá a instaurar un cielo nuevo y una tierra nueva.
- Evangelio: Marcos 1,1-8: Juan, el Bautista, voz que invita a preparar los caminos del Señor. El Bautista, uno de los personajes más significativos del Adviento por su decir y por su vestir. Cumple su misión de precursor anunciando la conversión y bautizando en las aguas del Jordán. Exhorta a sus oyentes a cambiar de vida porque el Mesías está cerca.
LAS TRES VOCES DEL PRESENTE DOMINGO
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy II Domingo de Adviento, tiempo de preparación a la Navidad, la Iglesia nos presenta tres personajes centrales de la Biblia: Isaías, Juan el Bautista y María. Por eso vamos a dedicar hoy la catequesis a hablar de ellos, de su importancia para nuestro adviento y de su mensaje.
El Profeta Isaías aparece en una época turbulenta para el pueblo de Israel. Fue en los últimos años del destierro de Babilonia. El pueblo estaba hecho polvo. Cundía por todos los lados la desolación porque parecía que Dios se había olvidado de ellos. En estos momentos de desesperación surge un hombre que trae una palabra de consuelo, y promete liberación: “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda”. Va a comenzar un nuevo éxodo, una nueva salida a la tierra prometida.
El cristiano es un hombre que sabe que Dios está siempre llegando con poder para llevarlo desde las babilonias de sus esclavitudes a una tierra prometida. El cristiano está siempre en situación de éxodo hacia algo mejor. Tenemos que animarnos y ser animadores del pueblo, poniendo en el corazón del triste una palabra de consuelo, como hizo Isaías.
María es el silencio, Juan el Bautista la voz que grita. Tenemos que tener algo de los dos. Para unos, María, silencio, reflexión, denuncia interior al comparar lo que somos con lo que la Palabra nos pide que seamos; para los otros, Juan “voz que grita en el desierto”. El grito de Juan es una serie de imperativos dirigidos a nosotros: “Convertíos”, “cambiad”, “allanad los caminos del Señor”, “que los valles se levanten”, “que los montes y colinas se bajen”…
Los valles representan lo que nos falta, dentro de la idea de allanar el camino. ¿Qué te falta? ¿qué me falta? ¿la eucaristía del Día del Señor?, ¿la lectura de la Palabra que nos instruye?, ¿la vivencia de la comunidad, la cercanía del otro y al otro? ¿Qué falta en nuestras vidas para sean como Dios quiere y espera de nosotros? ¿Qué tenemos que rellenar? Como el adviento es un tiempo de reflexión, para eso estamos aquí, para pensar y rellenar los que nos falte.
En esa imagen de allanar los caminos del Señor, los montes y colinas representan esa tierra que sobra en nosotros y que puede impedir el paso de Dios por nuestras vidas. ¿Qué sobra en nosotros? Cada uno lo tiene que averiguar confrontándose con la Palabra. ¿Sobra autosuficiencia, al creernos con la verdad plena?, ¿sobran los vicios?, ¿pecados personales? Cada uno sabrá su vida y se conocerá a sí mismo.
En fin, tenemos que saber sintetizar en nosotros la actitud fundamental de los tres personajes. El silencio orante de María, el grito de Juan el Bautista y la palabra de ánimo y consuelo de Isaías. De esta manera no sólo viviremos el adviento sino que ayudaremos a los que nos rodean a vivirlo mejor. Amén.
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 40,1-11: Isaías, la voz que comunica esperanza. La lectura corresponde al comienzo del llamado Segundo Isaías. El profeta con sus palabras anima e infunde esperanza en el corazón de los desterrados de Babilonia en el siglo VI (a.C.) y anuncia el final de una situación y la instauración de un cambio. El sufrimiento del exilio se termina y comienza una nueva vida. Isaías es la voz de la esperanza.
- 2ª Lectura: II Pedro 3,8-14: Pedro, la voz que anuncia una tierra nueva. Corrió la voz entre los primeros cristianos que la vuelta del Señor era inminente. Pedro recuerda la paciencia de Dios y la necesidad de prepararse para ese encuentro viviendo en paz con él. Él vendrá a instaurar un cielo nuevo y una tierra nueva.
- Evangelio: Marcos 1,1-8: Juan, el Bautista, voz que invita a preparar los caminos del Señor. El Bautista, uno de los personajes más significativos del Adviento por su decir y por su vestir. Cumple su misión de precursor anunciando la conversión y bautizando en las aguas del Jordán. Exhorta a sus oyentes a cambiar de vida porque el Mesías está cerca.
LAS TRES VOCES DEL PRESENTE DOMINGO
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hoy II Domingo de Adviento, tiempo de preparación a la Navidad, la Iglesia nos presenta tres personajes centrales de la Biblia: Isaías, Juan el Bautista y María. Por eso vamos a dedicar hoy la catequesis a hablar de ellos, de su importancia para nuestro adviento y de su mensaje.
El Profeta Isaías aparece en una época turbulenta para el pueblo de Israel. Fue en los últimos años del destierro de Babilonia. El pueblo estaba hecho polvo. Cundía por todos los lados la desolación porque parecía que Dios se había olvidado de ellos. En estos momentos de desesperación surge un hombre que trae una palabra de consuelo, y promete liberación: “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y su brazo manda”. Va a comenzar un nuevo éxodo, una nueva salida a la tierra prometida.
El cristiano es un hombre que sabe que Dios está siempre llegando con poder para llevarlo desde las babilonias de sus esclavitudes a una tierra prometida. El cristiano está siempre en situación de éxodo hacia algo mejor. Tenemos que animarnos y ser animadores del pueblo, poniendo en el corazón del triste una palabra de consuelo, como hizo Isaías.
María es el silencio, Juan el Bautista la voz que grita. Tenemos que tener algo de los dos. Para unos, María, silencio, reflexión, denuncia interior al comparar lo que somos con lo que la Palabra nos pide que seamos; para los otros, Juan “voz que grita en el desierto”. El grito de Juan es una serie de imperativos dirigidos a nosotros: “Convertíos”, “cambiad”, “allanad los caminos del Señor”, “que los valles se levanten”, “que los montes y colinas se bajen”…
Los valles representan lo que nos falta, dentro de la idea de allanar el camino. ¿Qué te falta? ¿qué me falta? ¿la eucaristía del Día del Señor?, ¿la lectura de la Palabra que nos instruye?, ¿la vivencia de la comunidad, la cercanía del otro y al otro? ¿Qué falta en nuestras vidas para sean como Dios quiere y espera de nosotros? ¿Qué tenemos que rellenar? Como el adviento es un tiempo de reflexión, para eso estamos aquí, para pensar y rellenar los que nos falte.
En esa imagen de allanar los caminos del Señor, los montes y colinas representan esa tierra que sobra en nosotros y que puede impedir el paso de Dios por nuestras vidas. ¿Qué sobra en nosotros? Cada uno lo tiene que averiguar confrontándose con la Palabra. ¿Sobra autosuficiencia, al creernos con la verdad plena?, ¿sobran los vicios?, ¿pecados personales? Cada uno sabrá su vida y se conocerá a sí mismo.
En fin, tenemos que saber sintetizar en nosotros la actitud fundamental de los tres personajes. El silencio orante de María, el grito de Juan el Bautista y la palabra de ánimo y consuelo de Isaías. De esta manera no sólo viviremos el adviento sino que ayudaremos a los que nos rodean a vivirlo mejor. Amén.
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