sábado, 25 de febrero de 2012

CARTA DEL OBISPO DE HUELVA CON MOTIVO DE LA CUARESMA 2012

“Creo, Señor; aumenta mi fe”

Queridos hermanos y hermanas:
1. Al iniciarse el tiempo de Cuaresma, me dirijo a vosotros invitándoos a entrar en este tiempo de conversión con una súplica: “Creo, Señor; aumenta mi fe”. Esta breve y sentida oración la pronunció un padre que pedía la curación de su hijo. Los apóstoles habían intentado, sin éxito, liberar al muchacho de un mal espíritu. Cuando llegó Jesús, el padre, con humildad y confianza, desde su dolor, le rogó al Señor que tuviera compasión y le ayudara. Jesús le dijo: “todo es posible al que tiene fe” . Entonces el hombre gritó: “Creo, pero ayuda mi falta de fe” (Mc 9, 24).
Esta breve oración contiene dos aspectos importantes: el reconocimiento humilde de una fe débil y la confianza de que el Señor, con su ayuda, la puede aumentar y fortalecer.
2. El Papa Benedicto XVI nos ha convocado a un Año de la fe, que comenzará el próximo mes de octubre con motivo del cincuentenario del Concilio Vaticano II. Por esta razón, acogiendo la iniciativa del Papa, os propongo vivir esta Cuaresma como una etapa intensa de oración para que el Señor aumente nuestra fe y nos haga testigos de ella en medio de nuestro mundo.
La fe es el fundamento de la vida cristiana. Si la fe se debilita, todo se resiente. Podríamos decir que la falta de fe “impide” la acción de Dios en nosotros y en nuestro mundo. Siempre me ha impresionado leer en el Evangelio que Jesús, en Nazaret, donde se había criado, no pudo hacer milagros porque no encontró fe allí (cfr. Mc 6, 56).
3. Durante este tiempo de Cuaresma debemos preguntarnos: ¿de dónde viene nuestra debilidad como cristianos? ¿de dónde la carencia de impulso evangelizador? ¿no será de la falta de fe? Jesús reprochaba con frecuencia a los mismos apóstoles: “No seáis hombres de poca fe”.
Vivamos, pues, este tiempo de conversión, que nos prepara para celebrar la Pascua del Señor, como un itinerario que nos permita renovar la fe bautismal en la noche santa de la Resurrección.
Pidamos al Señor que nos conceda una fe auténticamente cristiana. En este momento cultural que vivimos, tenemos el peligro de pensar que la fe es algo subjetivo: “todo el mundo cree en algo”, “yo creo a mi manera”... Estas expresiones indican una gran difuminación de la fe. Es más, como dice el Papa, “es como una llama que se va apagando”.
4. La fe cristiana es creer en Alguien, en una Persona, en Jesucristo, el Hijo único de Dios que ha entrado en nuestra historia para mostrarnos el amor del Padre y para abrirnos un horizonte nuevo. Como nos recuerda el Papa Benedicto: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida...” (Deus Caritas Est nº 1) ¿Creemos o no creemos en Él? ¿Lo aceptamos o no?
La fe cristiana es respuesta amorosa y confiada a Dios, que ha venido a nuestro encuentro y se nos ha manifestado. La fe cristiana no es el resultado de nuestras investigaciones intelectuales, sino acogida del Dios que viene a nosotros. Por esta razón, cultivar la fe exige escuchar la Palabra de Dios, adherirse a Jesucristo, profesar la fe en comunión con la Iglesia, que es su depositaria, y tratar de vivirla en el servicio y amor a los hermanos, tal como nos enseñó el Señor.
5. La fe se fortalece dándola, así nos lo recordó el Beato Juan Pablo II, y el Papa Benedicto nos dice: “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo”. En este momento de nueva evangelización es necesario “redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe.” (Porta Fidei nº 7).
La fe se aviva con el testimonio de la caridad. “La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente...” (Porta fidei nº 14). Durante el tiempo de Cuaresma, continuaremos estimulándonos unos a otros para hacer el bien y servir a nuestros hermanos más necesitados. El gesto de Cuaresma que venimos realizando en favor de una “casa” para los pobres, será un cauce para expresar nuestra fe, que madura en el amor y un signo de nuestra unidad diocesana. “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012).
6. Con este mensaje deseo subrayar también un aspecto de nuestro Plan Diocesano de Evangelización, centrado en la renovación de nuestras parroquias. Tengamos en cuenta que una parroquia es una “comunidad de fe”: se trata de una comunidad de fieles, esto es, una comunidad cristiana, para lo cual es indispensable la fe en Jesucristo; no hay parroquia si no hay adhesión a Jesucristo; y, además, la parroquia tiene como tarea evangelizadora el transmitir y educar la fe de
sus miembros, porque ella es el “ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe”. (Directorio General para la Catequesis, 1997, nº 257).
Queridos hermanos y hermanas, termino este sencillo mensaje recordando la página del Evangelio con la que he comenzado. Los apóstoles preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido expulsar el mal espíritu de aquel muchacho. El Señor les respondió: “Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno” (Mc 9, 29). Que estas prácticas cuaresmales nos ayuden a vencer en nosotros las fuerzas del mal y el Señor nos conceda vivir firmes en la fe.
Que Santa María, la dichosa por haber creído, interceda por nosotros.
Con mi afecto y bendición.

CATEQUESIS DOMINICAL

I DOMINGO DE CUARESMA
JESÚS EN EL DESIERTO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Génesis 9,8-15: La alianza con el hombre. Dios puso en las manos del hombre la creación perfecta, sin embargo, los pecados de los hombres provocaron el diluvio y la destrucción de la vida sobre la tierra. Dios, sin embargo, después del diluvio, hace germinar la vida y establece una alianza con el hombre. El sol y la alegría vuelven a resurgir sobre la tierra.
- 2ª Lectura: I Pedro 3,18-22: El agua que salva. El hombre está llamado a la conversión. Solamente la gracia comunicada por el bautismo puede obrar la transformación interior que nos hace “hombres nuevos” en Cristo. El arca de Noé, es signo y figura de los que se salvan por las aguas bautismales.
- Evangelio: Marcos 1,12-15: Conversión y fe. Para Israel el desierto fue un lugar de prueba, de experiencia y de encuentro con Dios. Para Jesús el desierto fue también un lugar de prueba, de experiencia y de encuentro con Dios, su Padre. Una vez que Jesús superó la tentación en el desierto, comienza su misión de proclamar la buena Noticia del Reino e invita a la conversión y a creer en el Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Con la Cuaresma, el mundo cristiano abre una marcha litúrgica que nos conducirá al misterio central de nuestra fe: la Pascua de Resurrección. En este tiempo de cuaresma vamos a oír una invitación continua de la Iglesia a la conversión, la misma invitación que oímos en el adviento, cuando nos preparamos a la pascua de navidad. Es tiempo para alejarnos del pecado y volver a Dios.
El pecado nos aísla. Cuando el hombre se sale del plan de Dios, se aísla, provoca en su vida una serie de rupturas y de alejamientos. Ruptura con Dios, cuando usa mal la libertad y se cree Dios; ruptura mutua con los hombres, al alejarse de Dios, comienzan las guerras, los egoísmos y las luchas fratricidas; ruptura con la creación, al sentirse el hombre dueño del universo, abusa de la naturaleza sin pensar en las próximas generaciones; y ruptura consigo mismo, pues, el hombre no se entiende. San Pablo lo ha descrito como nadie: “Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco” (Romanos 7,15).
Esta serie de rupturas nos invita a una seria reflexión. Miremos a Jesús; Él es empujado por el Espíritu al desierto. No nos vendría mal ir también al desierto para meditar. Y la Cuaresma nos da esta oportunidad; nos invita a entrar en desierto con los pies descalzos y las manos vacías.
Antiguamente los eremitas y monjes escogieron un espacio de desierto para vivir, nosotros escogemos un tiempo de desierto para desintoxicarnos del ambiente que nos rodea, de los ruidos y de las luces. Necesitamos una alternativa del silencio y de la soledad para ser libres y gozar de la libertad de los hijos de Dios.
Los católicos necesitamos tener cada día de Cuaresma un tiempo de desierto. No hace falta ir al desierto, sino entrar dentro de nosotros mismos. El desierto somos nosotros mismos. Podemos entrar cuando y en donde queremos. Depende de nuestro querer.
Dejemos que Espíritu nos empuje al desierto, nos asista en la lucha contra el mal, abra nuestros oídos y corazón a la Palabra y nos prepare a vivir el misterio pascual y ser renovados por él. Amén.

sábado, 18 de febrero de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

VII DOMINGO DE PASCUA. Ciclo A.
ESTÁ BROTANDO ALGO NUEVO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 43,18-19. 21-22. 24b-25: Las palabras del profeta hablan de novedad. Dios por medio del profeta Isaías promete un nuevo éxodo a los desterrados en Babilonia. Abre un nuevo camino por el desierto para que el pueblo vuelva a la patria y no sea esclavo, sino libre. Dios olvida los pecados de su pueblo para realizar algo nuevo.
- 2ª Lectura: II Corintios 1, 18-22: El “sí” del Apóstol es la continuación del “sí” de Cristo. Pablo quiere justificar su actuación para reforzar la comunión con la comunidad corintia. El apóstol había sido acusado de falta de honradez por algunos de los miembros de la comunidad. Pablo justifica y defiende su postura. Defiende la fiabilidad de su misión que se ha fundamentado en la fiabilidad de Cristo. Pablo ha sido sincero porque se ha apoyado en Dios, que es siempre fiel a sus promesas.
- Evangelio: Marcos, 2 1-12: Jesús perdona y, luego, cura. Jesús comenzó su misión curando a los enfermos. Recordemos domingos anteriores. Hoy, cura a un paralítico. Los hombres dan importancia al sufrimiento humano, en cambio, Jesús, al pecado. Sus palabras suscitan reacciones. Sólo desde la fe se puede pedir perdón y obtener la curación.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La catequesis de hoy, VII Domingo del Tiempo Ordinario, va a ser muy interesante y sencilla. Hoy Jesús vuelve a curar a un hombre, un paralítico, pero lo novedoso y extraño en esa terapia, es que le cura perdonándolo. Una de las características del reinado de Dios es el perdón.
El perdón reconstruye la vida, la persona y, luego, llega la curación. La fuerza de perdonar proviene de Dios que perdona para que nosotros perdonemos a los que nos ofenden. Jesús piensa ante todo en la reconstrucción del interior del paralítico para que, luego, erguido, curado, pueda andar dignamente por delante de los que se escandalizan. Por el perdón de Jesús se encuadra en un nuevo marco.
A veces, entre nosotros y en nuestra sociedad, se echa en falta este tipo de perdón que ofrece Jesús. No se trata de la “cortesía”, el perdón social cuando uno molesta al otro por un empujón o una palabra inoportuna, sino el perdón que se da y llega al corazón y transforma la persona desde su interior.
Este perdón otorgado y aceptado hace que la persona se levante y camine. La forma de actuar Jesús es nueva y crea novedad en su pueblo. La novedad esta anunciada ya por el profeta con el lenguaje de un nuevo éxodo para el pueblo desterrado. Israel, perdonado por Dios, se levanta y comienza andar erguido por el camino que conduce a la ciudad santa de Jerusalén.
El pecado paraliza al hombre, lo esclaviza. Por las calles de nuestra sociedad andan muchas personas paralíticas que necesitan de amigos para llevarlos a Cristo. ¿Somos verdaderos amigos de los paralíticos para que Cristo perdone sus pecados y puedan caminar con gozo? Amén.

sábado, 11 de febrero de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B.
LOS MARGINADOS DE AYER Y DE HOY
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Levítico 13,1-2. 44-46: Marginados de la vida social y comunitaria. La lepra era considerada en Israel como una enfermedad contagiosa desde un punto sanitario y también era considerada como un castigo por el pecado. Los leprosos eran aislados de la vida social y religiosa del pueblo. Si se curaba, antes de incorporarse a la comunidad, debía ofrecer un sacrificio de expiación.
- 2ª Lectura: I Corintios 10,31-11,1: No dar escándalos. Concluye la sección en la que Pablo ha intentado responder a los problemas concretos que se daban en el seno de la comunidad corintia. Pablo alude a su ejemplo personal y él sigue el ejemplo de Cristo. Los de Corinto deben seguir también el de Pablo, como intermediario que es del Señor. Toda conducta tiene su finalidad teológica. Los cristianos no se deben encerrarse en sí mismo pues todo tiene relación con Dios. Cristo es en definitiva el criterio último para la conducta de los creyentes.
- Evangelio: Marcos 1,40-45: El leproso integrado social y religiosamente a la comunidad. Jesús se compadece de la persona que tiene delante. Es un leproso excluido de las relaciones con los demás. Le toca su cuerpo enfermo sin temer a se contaminado y le infunde la esperanza de quedar curado. Lo rehabilita plenamente reintegrándolo a la sociedad. Es mucho más que un milagro.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La Iglesia nos presenta hoy, en este Domingo VI del Tiempo Ordinario, la actitud de Jesús ante los marginados de su tiempo. Esta reflexión nos puede venir bien para confrontar así la nuestra con la de Cristo. Hoy Jesús cura a un leproso.
El leproso era el símbolo máximo de marginación social en Israel, un pueblo que tenía la conciencia de ser “santo” y “elegido”; y esto le hizo distinguir bien entre puro e impuro. De modo que todas las personas que padecían alguna enfermedad infecciosa como la lepra eran consideradas impuras. Estas personas no podían entrar en el templo, ni asistir a las fiestas, ni participar en los banquetes sagrados y, en algunos casos ni siquiera vivir en comunidad. La lepra era signo de pecado, castigo de Dios.
A la gente les daba miedo relacionarse con estos enfermos; no los podían tocar por miedo a contagiarse. Esta actitud era normal entre la gente de aquella sociedad porque la ley mandaba distanciarse de los leprosos, por eso encontramos en el libro del Levítico muchas causas de impureza, que hoy nos chocarían mucho.
Sin embargo, Jesús no se dejó llevar por esas actitudes frente a esos enfermos que mendigaban la salud. Jesús rompió todo tipo de barreras para llegar al hombre y a la mujer infeliz. Es él quien toma la iniciativa. Jesús toca, así, a leprosos, sordos, difuntos, ciegos y es tocado por otros porque sale de él un poder salvífico. Tocar indica la cercanía. Desde allí es desde donde se puede hacer la oferta del Reino.
¿Quiénes son hoy los marginados de nuestra sociedad? En general, son todos aquellos y aquellas que evitamos por nuestros “personales motivos”. Todos los que nos dan miedo infundado. Éstos son los leprosos, los marginados de nuestra cultura y sociedad.
Cristo tendió su mano compasiva al leproso y lo integró a su vida social y religiosa. El ejemplo de Jesús invita a que también nosotros extendamos nuestra mano a los marginados de nuestra sociedad, a los que margino de mi vida y mi entorno y les curemos las heridas provocadas por la incomprensión, la enfermedad y el hambre. El mundo necesita muchas unidas y extendidas, como las de Jesús, que sean portadoras de valores humanos y cristianos. Amén.

sábado, 4 de febrero de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B.
LA FUERZA SALVADORA DE JESÚS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Job 7,1-4. 6-7: La vida es un servicio, a pesar de la fatiga cotidiana. El libro de Job quiere responder al interrogante del sufrimiento y de la muerte del justo. Job define la vida como un servicio que está caracterizado por el esfuerzo y el sufrimiento. Discute con Dios y quiere una explicación, pues no acepta con facilidad las palabras de consolación de sus amigos. Forzado por su situación, medita sobre la brevedad de la vida y pone su confianza en Dios.
- 2ª Lectura: I Corintios 9,16-19. 22-23: El cumplimiento. Pablo anuncia el Evangelio haciéndose débil con los débiles y todo para todos; se muestra desinteresado para ganarlos para Cristo. Por su trabajo de evangelizador no espera ninguna recompensa humana. La misión recibida es un mandato; eso le hace libre.
- Evangelio: Marcos 1,29-39: Jesús cura, predica y ora. Jesús está comprometido en liberar al hombre de situaciones de dolor y de marginación. Se enfrenta al mal y vence a la enfermedad. Jesús no sólo cura a los enfermos sino que anuncia la buena noticia del Evangelio y ora a Dios Padre para llevar a término su misión.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La Iglesia, entre las catequesis de vida cristiana que nos ofrece en este tiempo ordinario, ha puesto en este V Domingo el tema del sufrimiento humano y su sentido para que reflexionemos sobre él y nos ayude a los que estamos en el sufrimiento.
El libro de Job refleja, así, duras situaciones en las que todos podemos reconocernos, al menos en alguna etapa de nuestra vida: una veces serán la fatiga o la rutina; otras, las preocupaciones o una larga enfermedad; otras, la muerte de un ser querido. La dificultad de Job para encontrar sentido a la vida provoca se sientan rotos interiormente, sin saber del todo qué quieren o hacia dónde caminar.
Toda la vida de Jesús, su enseñanza, sus gestos están encaminados a curar y salvar a las personas; quiere hacerles sentir que Dios está cerca. La oración de Jesús nunca es un discurso vacío, va unido al amor, a la atención a los otros curándolos y acogiendo a los pequeños y despreciados.
Cristo está hoy presente entre nosotros y continúa haciendo el bien, cura dolencias, enjuga lágrimas, da esperanza a un mundo enfermo que llora desesperado muchas veces. Su Palabra sigue hoy curando la enfermedad que padece la humanidad; transforma la mentira y la injusticia por la verdad y la justicia. Su Palabra consuela y anima, vivifica lo que está perdido y muerto.
Su fuerza salvadora cura las heridas de una humanidad destrozada por la metralla de la violencia y los odios, de las guerras y los egoísmos. La mano salvadora de Cristo se multiplica en las mil manos de sus discípulos que continúan haciendo el bien y creando un mundo más justo y fraternal. Amén.