domingo, 24 de febrero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
TRANSFIGURACIÓN, PARADA EN EL CAMINO

Ideas principales de las lecturas de este domingo
-          1ª Lectura: Génesis 15,5-12. 17-18: Promesa de una patria. La alianza es el eje de la historia de Israel. Fue una iniciativa de Dios y compromete al pueblo de Israel. Abrahán, el creyente, acepta la Palabra de Dios y se pone en sus manos. Dios le prometió una descendencia y una patria. El creyente es el que confía plenamente en la palabra de Dios.
-          2ª Lectura: Filipenses 3,17-4,1: El cielo es nuestra patria. Entramos en la alianza de Dios cuando fuimos bautizados. Pablo hoy nos exhorta a seguir su ejemplo porque somos ciudadanos del cielo. El católico no puede caer en la tentación de instalarse definitivamente en este mundo. El camino del cielo es la cruz de Cruz.
-          Evangelio: Lucas 9,28b-36: Jesús se transfigura delante de sus tres discípulos. La transfiguración es un anticipo de la resurrección. Jesús, camino de Jerusalén, hace una pausa en el Tabor. Ante los ojos de sus tres apóstoles se transfigura. En la vida de Jesús el Tabor se encuentra entre el desierto y el Calvario. La transfiguración es unos de los momentos más brillantes de la identidad mesiánica de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El tema central de la catequesis de este segundo domingo de cuaresma es la TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR, una de las experiencias religiosas excepcionales que Jesús compartió con sus apóstoles más íntimos: Pedro, Santiago y Juan. A éstos lleva Jesús a lo alto del monte Tabor para orar. Como ya dijimos el domingo pasado, la vida de Jesús giró en torno a la oración, su mejor vía para comunicarse con su Padre. De ella también sacaba fuerza para la misión. En medio de ese ambiente de intimidad con Dios transcurre la escena de la transfiguración, que venía a ser una total transformación del entorno en el que estaban, de sus rostros y vestidos.
La transfiguración fue para los apóstoles lo mejor que habían vivido con Jesús, hasta el extremo de exclamar Pedro: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro habló como cualquiera de nosotros que se maravilla ante las grandezas de la vida y desea instalarse en ellas. La segunda tentación del domingo pasado (la del poder y de la grandeza) sigue dominando a Pedro y a nosotros. Pero la idea de Jesús y de su Padre, en el acontecimiento de la transfiguración, no era ni la exhibición de la gloria de este mundo, ni la instalación en ella, sino una muestra de la aspiración que deben tener sus seguidores: ser ciudadanos del cielo.
La clave para entender el tema de la transfiguración nos la da San Pablo en la segunda lectura de hoy: “Somos ciudadanos del cielo”. En el cielo estaban Pedro y los demás, según el evangelio, hasta el punto de no querer bajar a la tierra. Al cielo comienza mirando Abrahán en la primera lectura, por indicación de Dios. [Es una lástima que ahora se habla menos del cielo, a no ser cuando los meteorólogos informan sobre la previsión del tiempo o los astrónomos anuncian que un meteorito que se acerca al planeta tierra]. El cielo como morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios cada vez más está ausente en nuestras conversaciones. Es sólo una observación. Si esto es así, de vez en cuando no está de más mirar al cielo, nuestra casa definitiva, pero “sin quedarnos pasmados” en esa contemplación como les pasó a los discípulos el día de la Ascensión (Hechos 1,10).
Queridos hermanos y hermanas: vamos a vivir esta cuaresma con esta idea de fondo: “somos ciudadanos del cielo”, los elegidos de Dios por el bautismo. Estamos llamados a ser trasfigurados, transformados, convertidos para llegar bien dispuestos a la Pascua del Señor. Esta transformación sólo es posible si subimos, de vez en cuando, con Jesús al monte Tabor para mantener un diálogo íntimo con nuestro Padre. La transfiguración es la antítesis, lo contrario, de las tentaciones, del domingo pasado. Allí el Jesús-hombre es tentado por el diablo en la aridez del desierto. Aquí es el Jesús-Dios el que se hace presente a los tres afortunados apóstoles, contando además con el testimonio del Padre: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle”. Se trata de presentar Jesús su otro rostro, el de Dios. El hombre también ha de actuar a veces como un ser espiritual y no sólo corporal. Sólo nuestro ser espiritual rechaza las tentaciones de la carne. Amén.

lunes, 18 de febrero de 2013

CARTA DEL SR. OBISPO DE HUELVA, CON MOTIVO DE LA CUARESMA 2013.

Mis queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús comenzó su predicación, proclamó: “está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Estas palabras del Señor relacionan estrechamente la llamada a la conversión y la invitación a creer la Buena Noticia que él nos ofrece. “Convertíos y creed”. La Cuaresma es tiempo de conversión, es tiempo para crecer en la fe. La fe es la aceptación, confiada y obediente, de lo que Dios nos ha comunicado a través de su Hijo Jesucristo. Creer es acoger la Buena Noticia del amor de Dios manifestado, sobre todo, en la muerte y resurrección de Jesucristo. Convirtámonos creyendo, es decir, acogiendo ese don extraordinario del amor de Dios, y crezcamos en la fe, convirtiéndonos, es decir, dejándonos transformar por ese acontecimiento que nos salva.
“Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (I Jn 4, 16). La Cuaresma de este Año de la fe, al que nos ha convocado el Sucesor de Pedro, el Papa Benedicto XVI, es para nosotros una oportunidad para profundizar en nuestra fe. ¿Cómo? Recordemos unas palabras de San Pablo: “si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom 10, 9). El Apóstol señala dos dimensiones importantes de la experiencia de fe: profesar con los labios y creer con el corazón. Profesar significa saber decir en público, manifestar, proclamar. Hemos de saber decir en Quién creemos y expresar lo que creemos. La Iglesia ha resumido la fe cristiana en el “Credo”, que es una síntesis de lo que Dios nos ha revelado. Durante esta Cuaresma, en todas nuestras parroquias, haremos un esfuerzo para explicar el Credo, para que nuestra fe esté bien cimentada y todos los creyentes sepamos decir bien y proclamar con firmeza nuestra fe. El momento más adecuado para la profesión de fe en nuestras parroquias será la celebración de la Vigilia Pascual. Después de haber profundizado en la comprensión del Credo, durante la Cuaresma, unidos a nuestros hermanos, celebrando la Resurrección del Señor, renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, expresando con gozo: “Sí, creo”.
San Pablo nos ha recordado que no basta profesar con los labios, hay que creer con el corazón que Jesús resucitó de entre los muertos. Lo que dicen los labios tiene que estar arraigado en el corazón. Es necesaria nuestra adhesión personal, nuestra confianza íntima y sincera, al Señor resucitado, nuestra único Salvador. Durante esta Cuaresma debemos preguntarnos: si las afirmaciones del Credo están realmente grabadas en nuestro interior; si nos fiamos realmente de Dios; si nos dejamos conducir por Él, siguiendo el Evangelio; si estamos creciendo en su seguimiento o más bien estamos tibios y paralizados en nuestra vida cristiana; si nuestro corazón cree de verdad en la resurrección de Cristo y se produce, en la fe, nuestro encuentro con Él; si escuchamos su Palabra y nos alimentamos de su presencia en los sacramentos; si lo servimos en los pobres y lo ayudamos en los necesitados; si, iluminados por su enseñanza, renunciamos a la corrupción y al egoísmo; si acogemos su misericordia y su perdón, entonces experimentaremos la alegría de creer y recuperaremos el entusiasmo para transmitir la fe.
La fe cristiana no la vivimos en solitario (cf. PF 10). El que cree nunca está solo. La vivimos en la comunidad eclesial. La fe tiene una dimensión comunitaria que no podemos descuidar. Este año, en nuestro Plan Diocesano de Pastoral, estamos subrayando la importancia de descubrir la Iglesia diocesana. Por esta razón queremos también vivir una experiencia que nos ayudará a todos: profesar solemnemente nuestra fe en un encuentro diocesano, el día 25 de mayo, en La Rábida. Espero que podamos compartir todos ese momento de alegría fraterna.
La fe se expresa y madura en la caridad (cf. PF 14). Como en otros años, vamos a seguir ofreciendo la posibilidad de ayudar a nuestros hermanos más débiles a través del “Gesto solidario de Cuaresma”. Como bien sabemos, son bastantes las familias de nuestra Diócesis afectadas por la dura tragedia del paro, especialmente los jóvenes. Con ellos nos solidarizamos y queremos prestarle, en lo posible, nuestra ayuda. Queremos, igualmente, ofrecer un hogar digno a quienes viven el drama de la exclusión y un hogar acogedor a las madres y a sus pequeños que no tienen apoyo. Recordemos que la Cuaresma es tiempo de oración, de ayuno, es decir de liberarnos y privarnos de lo que nos frena en la vida cristiana y de compartir generosamente con los necesitados. El “Gesto solidario de Cuaresma” nos ayuda a vivir estas tres llamadas a la conversión: ora, ayuna y comparte. El resultado del mismo lo ofreceremos el mismo día de la solemne profesión de fe.
Que la Virgen María, dichosa porque creyó, nos acompañe y ayude a crecer en la fe, la esperanza y el amor.
Os bendigo con todo afecto.
 + José Vilaplana Blasco,
Obispo de Huelva

domingo, 17 de febrero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

I DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
CUARESMA, CAMINO HACIA LA PASCUA

Ideas prinicipales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Deuteronomio 26,4-10: Israel profesa su fe en el Dios. El Credo de Israel confiesa unos hechos que tienen carácter emblemático y originario, y constituyen el eje de su historia. La profesión de fe consiste en hacer memoria de la historia. El hebreo confiesa el Credo cuando presenta su ofrenda a Dios y recuerda su origen.
-          2ª Lectura: Romanos 10,8-13: Profesión de fe en Jesucristo. Pablo reconoce que la causa de nuestra salvación es el acontecimiento pascual realizado por Cristo. Invita a invocar el nombre de Cristo para ser salvados.
-          Evangelio: Lucas 4,1-13: Jesús experimenta la tentación en el desierto. Israel pasó muchos años en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. El desierto fue un lugar de prueba y de encuentro con Dios. Para Jesús el desierto también fue un lugar de prueba y de encuentro con Dios su Padre. Israel sucumbió en las pruebas, en cambio Jesús venció las pruebas con la fuerza de la Palabra divina. En el desierto de nuestra vida experimentamos las pruebas cotidianas y nos encontramos con el Señor, que es nuestra fuerza y nuestra salvación.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El pasado Miércoles (de Ceniza) comenzamos la Cuaresma, tiempo de cambio y de conversión con el que la Iglesia se prepara para el misterio central de nuestra fe: la Pascua de Resurrección. Se nos decía que, con aquella celebración, inaugurábamos UN TIEMPO DE GRACIA, es decir, un tiempo que Dios nos regala para hacer un alto en el camino con el fin de meditar mucho sobre nuestra vida. La Iglesia quiere que hagamos esa meditación durante cuarenta días, de ahí la palabra cuaresma que alude a los cuarenta días que estuvo Jesús en el desierto.
 El desierto, antes de ser un lugar de duras condiciones para sobrevivir, lugar donde todo escasea y abunda el sufrimiento, el hambre, la soledad, las pruebas y la sed, es también un lugar oportuno para encontrase con Dios en el silencio. Por eso Jesús, nuestro Maestro en la fe, se retira al desierto durante cuarenta días para darnos el ejemplo de vencer las tentaciones de toda la vida que ponen a prueba a todo hombre y mujer de carne y hueso: el placer y consumir (“no sólo de pan vive el hombre”), el poder y el afán de la grandeza (“al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él darás culto”) y el manipular a Dios para intereses propios (“no tentarás al Señor tu Dios”). Éstas son las tentaciones tipos, las de siempre. Pero hay muchas más tentaciones que nos cercan. Veamos que ante ellas, Jesús, que compartía la naturaleza humana como la nuestra, no cayó en ninguna. Así nos da el ejemplo de lealtad a la dura y costosa misión que ha de cumplir.
El secreto de Jesús para vencer las tentaciones está en su permanente diálogo con Dios, su Padre por medio de la oración. Nosotros podemos mantener también ese diálogo con Dios mediante la escucha de su Palabra; porque cuando leemos o escuchamos la Palabra de Dios, se nos brinda la oportunidad de entrar en un diálogo con Él: le escuchamos y le hablamos. La lectura de la Palabra de Dios hará brotar en nosotros la certeza de que Jesús es el Salvador, como nos dice San Pablo en la segunda lectura.
Queridos hermanos y hermanas, para vivir bien la Cuaresma y superar las tentaciones que se nos presentan en nuestra vida diaria, la Iglesia nos invita también a practicar el ayuno y la limosna, que son las “privaciones voluntarias” que hacemos (de lo nuestro) no para ganar nada ante Dios, ni para lucir nada ante nadie (Cf. Mt. 6,1-6.16-18: Tu Padre que lo ve en lo secreto, te lo pagará), sino “refrenar nuestras pasiones, dominar nuestro afán de suficiencia, repartir nuestros bienes con los  necesitados y elevar nuestro espíritu” (Cf. Prefacio III y IV de Cuaresma). En una palabra, estas prácticas cuaresmales nos invitan a la conversión. Amén.