I DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
CUARESMA, CAMINO HACIA LA PASCUA
Ideas prinicipales de las lecturas de este domingo:
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1ª Lectura: Deuteronomio 26,4-10: Israel profesa su fe en el Dios. El
Credo de Israel confiesa unos hechos que tienen carácter emblemático y
originario, y constituyen el eje de su historia. La profesión de fe consiste en
hacer memoria de la historia. El hebreo confiesa el Credo cuando presenta su
ofrenda a Dios y recuerda su origen.
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2ª Lectura: Romanos 10,8-13: Profesión de fe en Jesucristo. Pablo reconoce que la causa de
nuestra salvación es el acontecimiento pascual realizado por Cristo. Invita a
invocar el nombre de Cristo para ser salvados.
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Evangelio: Lucas 4,1-13: Jesús experimenta la tentación en el desierto. Israel pasó muchos
años en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. El desierto fue un
lugar de prueba y de encuentro con Dios. Para Jesús el desierto también fue un
lugar de prueba y de encuentro con Dios su Padre. Israel sucumbió en las
pruebas, en cambio Jesús venció las pruebas con la fuerza de la Palabra divina.
En el desierto de nuestra vida experimentamos las pruebas cotidianas y nos
encontramos con el Señor, que es nuestra fuerza y nuestra salvación.
Queridos hermanos y hermanas en
Cristo: El pasado Miércoles (de Ceniza) comenzamos la Cuaresma, tiempo de
cambio y de conversión con el que la Iglesia se prepara para el misterio
central de nuestra fe: la Pascua
de Resurrección. Se nos decía que, con aquella celebración, inaugurábamos UN TIEMPO DE GRACIA, es decir, un
tiempo que Dios nos regala para hacer un alto en el camino con el fin de meditar
mucho sobre nuestra vida. La Iglesia quiere que hagamos esa meditación durante
cuarenta días, de ahí la palabra cuaresma que alude a los cuarenta días que estuvo
Jesús en el desierto.
El desierto, antes de ser un lugar de duras
condiciones para sobrevivir, lugar donde todo escasea y abunda el sufrimiento,
el hambre, la soledad, las pruebas y la sed, es también un lugar oportuno para
encontrase con Dios en el silencio. Por eso Jesús, nuestro Maestro en la fe, se
retira al desierto durante cuarenta días para darnos el ejemplo de vencer las
tentaciones de toda la vida que ponen a prueba a todo hombre y mujer de carne y
hueso: el placer y consumir (“no sólo de pan vive el hombre”), el poder y el afán de la grandeza (“al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él
darás culto”) y el manipular a Dios
para intereses propios (“no tentarás
al Señor tu Dios”). Éstas son las tentaciones tipos, las de siempre. Pero
hay muchas más tentaciones que nos cercan. Veamos que ante ellas, Jesús, que
compartía la naturaleza humana como la nuestra, no cayó en ninguna. Así nos da el ejemplo de lealtad a la dura y costosa misión que
ha de cumplir.
El secreto de Jesús para vencer
las tentaciones está en su permanente diálogo con Dios, su Padre por medio de
la oración. Nosotros podemos
mantener también ese diálogo con Dios mediante la escucha de su Palabra; porque
cuando leemos o escuchamos la Palabra de Dios, se nos brinda la oportunidad de
entrar en un diálogo con Él: le escuchamos y le hablamos. La lectura de la Palabra de Dios hará brotar en nosotros la certeza de
que Jesús es el Salvador, como
nos dice San Pablo en la segunda lectura.
Queridos hermanos y hermanas, para vivir bien la Cuaresma y superar las
tentaciones que se nos presentan en nuestra vida diaria, la Iglesia nos invita
también a practicar el ayuno y la limosna, que son las “privaciones voluntarias” que hacemos
(de lo nuestro) no para ganar nada
ante Dios, ni para lucir nada ante nadie (Cf. Mt.
6,1-6.16-18: Tu Padre que lo ve en lo
secreto, te lo pagará), sino “refrenar nuestras pasiones, dominar
nuestro afán de suficiencia, repartir nuestros bienes con los necesitados y elevar nuestro espíritu”
(Cf. Prefacio III y IV de Cuaresma). En una palabra, estas prácticas cuaresmales
nos invitan a la conversión. Amén.
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