sábado, 27 de julio de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XVII DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
EL DIÁLOGO CONFIADO ES ORACIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Génesis 18,20-32: Abrahán suplica a Dios. Abrahán intercede delante de Dios a favor de las dos ciudades. Su ruego es un diálogo del amigo con Dios. Toda oración nace como respuesta a la amistad. Dios nos ofrece un diálogo de fe y una adhesión a su voluntad divina.
-          2ª Lectura: Colosenses 2,12-14: El bautismo, una exigencia de vida. Pablo en su doctrina bautismal afirma que el bautismo es la vida en Cristo. Cuando uno es bautizado muere al pecado y renace a una vida nueva en Cristo.
-          Evangelio: Lucas 6,1-15: El maestro enseña a orar a sus discípulos. Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos. Nos invita también a unirnos a él, bajo la guía de su Espíritu, para dirigirnos como hijos al Padre, que está en los cielos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: el tema central de nuestra catequesis de este domingo decimoséptimo del tiempo ordinario es la oración, el diálogo confiado con Dios. Podemos comenzar nuestra reflexión haciendo algunas preguntas: ¿Es difícil orar? ¿Ganamos o perdemos algo (tiempo) orando? ¿Tiene sentido invertir el tiempo en la oración habiendo “cosas” que hacer? Podemos seguir haciendo más y más preguntas. Pero no olvidemos lo que dijo el Señor a Marta el domingo pasado: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor” (Lc. 10,41b-42). De esa mejor parte, que es la oración, el diálogo confiado con Dios, la escucha de la Palabra de Dios, hablamos precisamente hoy en nuestra catequesis dominical. La primera lectura nos relata la eficacia de la oración de Abrahán cuando tuvo que interceder por la ciudad de Sodoma, con fama de perversión, a gran escala. Dios escucha la súplica de Abrahán, nuestro padre en la fe, por la amistad que había entre los dos. La oración nos invita a ser amigos de nuestro Padre Dios. Pero el bautismo nos introduce aún más en la vida divina porque nos hace hijos de Dios. Con esa confianza de ser amigos e hijos de Dios, los discípulos le piden a Jesús que les enseñe a orar como Juan enseñó a los suyos. La petición los discípulos no nada es descabellada. En tiempo de Jesús y en el nuestro también, los seguidores de un personaje relevante le piden consejos, orientaciones, consignas, para llevar adelante su acción y seguir su camino. Lo mismo pasa con las madres; ellas toman la molestia, y con mucho cariño, de enseñar a sus criaturas las primeras palabras, y se emocionan cuando éstas empiezan a balbucir la palabra “mamá” o “papá”. Hoy, vemos a los discípulos del Señor rogarle que les enseñe a orar. No le piden que les enseñe a gobernar a las gentes, a saber hablar o comunicar bien su mensaje, a saber lo que tiene que hacer o decir para alcanzar éxito en su misión. Simplemente le piden que les enseñe a orar, es decir, a hablar con Dios, a dialogar con él, a conocer cómo han de tratarle, a confiar en él, a darle gracias, a pedirle ayuda… Y Jesús accede a la petición de sus amigos y les enseña a hablar con Dios comenzando por llamarle “Padre”. La oración que Jesús les enseña entraña confianza en Dios y fraternidad con los demás. Por eso afirma que Dios es “Padre” y “nuestro”. No se trata, como dice el mismo Jesús, de una oración pedigüeña, sino agradecida, confiada, perseverante, esperanzada. Es la oración tipo o modelo de todas las oraciones, y resume todo lo que debemos incluir en nuestra oración: la invocación de Dios como Padre, la llegada del Reino, el sustento de pan, el aliento del perdón, la fuerza para no sucumbir a la tentación y para seguir el camino emprendido. Por eso, la oración ha de ser incansable y ha de ser la expresión de la persona insatisfecha que desea construir un mundo diferente en el que el reino de Dios sea realizado y reconocido. El Evangelio de hoy nos enseña que “orar” no es igual que “recitar oraciones”. Orar es: conversar con Dios nuestro Padre, confiar en su bondad, aceptar su voluntad, saber que estamos en buenas manos. Todo es lo manifestamos con el “Padrenuestro”, tal como Jesús nos enseñó. Amén.

sábado, 20 de julio de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XVI DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo C.
LA ACOGIDA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Génesis 18,1-10a: Hospitalidad patriarcal. Abrahán, patriarca de la hospitalidad, acoge generosamente a los tres personajes que pasan por delante de su tienda. El Señor visita la tienda de Abrahán y le concede el gran don de la vida: tendrá un hijo, el hijo de la promesa.
-          2ª Lectura: Colosenses 1,24-28: Acoger la revelación. Dios ha revelado su misterio y se ha hecho huésped del hombre. Acoger el misterio divino significa identificarse con Cristo y anunciar su evangelio a todos para que lleguen a la madurez plena en él.
-          Evangelio: Lucas 10,38-42: Hospitalidad en Betania. Marta y María acogen a Jesús en su casa de Betania. Él nos enseña a valorar la escucha silenciosa de su palabra sobre la dedicación a las cosas de esta tierra. Sin embargo, ambas actitudes son necesarias.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Seguimos hablando sobre las virtudes que debe tener el discípulo de Jesús. El domingo pasado nuestro tema fue el amor sin límites. En este domingo se nos presentan dos actitudes/virtudes fundamentales para el creyente y seguidor de Jesús: la hospitalidad y el equilibrio que debe guardar el cristiano entre la acción/servicio y la oración.
La idea de la hospitalidad viene recogida en la primera lectura y en el evangelio de hoy, y aparece como una virtud esencial en las relaciones humanas. Abrahán la practica con toda normalidad. Y al acoger al extranjero que va de paso y ofrecerle cuanto necesita: alimento, agua y descanso, acoge al Señor de quien recibe la grata sorpresa que tanto significaría para toda su vida: la promesa de un hijo tan deseado por Abrahán.
La hospitalidad, la acogida, es una forma de amor al prójimo. Hay que acoger al otro ‘necesitado’, como dijimos el domingo pasado, por encima de “todo”; hay que acoger a todo hombre que se nos acerca pidiendo auxilio. Hay que reconocer en él a Dios que se ha hecho hombre al venir y plantar su tienda en medio de nosotros. Abrahán cumplió anticipadamente las palabras de Jesús: “El que a vosotros os recibe, a mí me recibe…”. “Lo que hagáis con uno de estos más humildes, conmigo lo hacéis…”. Abrahán no sabía que aquellos hombres a los que dio acogida iban en nombre del Señor. De modo que la hospitalidad es una virtud humana que los humanos no debemos olvidar jamás. Para practicarla, es importante superar el miedo a lo desconocido y a los prejuicios. Es una lástima que queriendo ayudar te pagan con un engaño o una puñalada. Pero hay que intentarlo como Abrahán.
El evangelio de hoy también nos alienta a mantener bien el equilibrio entre la acción y la oración en nuestra vida de creyentes. Se trata de armonizar el servicio a los demás con la escucha de la Palabra de Dios. Se trata de organizar bien el tiempo le damos a Dios y el tiempo que dedicamos a los quehaceres de la vida. Es una experiencia diaria que siempre andamos con prisas, que no llegamos a los sitios, que nos falta el tiempo para lo que queremos hacer, que las 24 horas del día se quedan cortas, que no damos abasto… Es verdad que son necesarias muchas cosas, pero una de ellas es “escuchar y hablar con el Señor” como hacía María.
La hospitalidad, como se ha dicho, es una virtud excelente. Marta se esfuerza en obsequiar a los huéspedes que han llegado a casa. Y Jesús le indica que “es el huésped quien le trae el mejor obsequio: el mensaje de Dios”. Jesús no enfrenta la vida contemplativa de María con la vida activa de Marta. Lo que viene a decirnos es que es muy necesario prestar atención a la escucha de la Palabra de Dios, porque en ella encontramos paz y sosiego en momentos turbulentos de la vida causados, a veces, por la intensa actividad y los sufrimientos de la vida. Amén.

sábado, 13 de julio de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XV DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo C.
EL QUE AMA A LOS HERMANOS REVELA A DIOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Deuteronomio 30,10-14: El precepto fundamental de la Ley es: “Escucha la voz de Dios”. Todos los demás preceptos se centran en él. La obediencia a la voz del Señor es vivir en fidelidad. Los mandamientos no se imponen desde fuera, se viven escritos en el corazón.
-          2ª Lectura: Colosenses 1,15-20: La lectura es un himno cristológico que canta, como otros himnos  paulinos, la dignidad divina de Jesucristo. El himno se divide en tres partes: Cristo creador, Cristo redentor y Cristo reconciliador.
-          Evangelio: Lucas 10,25-37: El prójimo es el que se acerca a otra persona. La parábola es una explicación impresionante de las reacciones suscitadas ante el prójimo necesitado de ayuda. Jesús es el Buen Samaritano y nos invita a tener sus mismos sentimientos y hacer lo que él hizo. La fe en Jesús exige que se haga siempre el bien a los hermanos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio que leemos hoy es el relato del Buen Samaritano. Es una parábola bien conocida por nosotros.
Y hasta nos resulta conmovedora. Desde luego que, en muchas ocasiones, habremos actuado conforme a ella y vemos lógico que se haga así.
Pero, también en otras muchas ocasiones, habremos dado un rodeo para no encontrarnos con aquella persona que nos molesta, con aquella otra que es pesada, con aquella otra que me va a contar su problema.
¿No has pasado a la otra acera de la calle para no tener que saludar a quien te resulta incómodo o darle la mano a quien está pidiendo una ayuda?
¿No hemos oído más de una vez que una persona escapó corriendo para no prestar su colaboración al accidentado o ser testigo del accidente?
A Jesús le pregunta qué es lo que hay que hacer para “heredar la vida eterna” y Jesús acepta la contestación que un entendido le da sobre lo escrito en la Ley de Moisés: “amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo”.
En tiempos de Jesús, “el prójimo” era “todo miembro del pueblo de Dios” solamente; es decir, sólo judío. Esto como si dijéramos que el prójimo es sólo una persona de mi pueblo o de mi círculo.
La parábola de hoy nos resalta varias cosas interesantes: 

  • Que el mandamiento principal es amar a Dios y al prójimo sin poner frontera alguna, 
  • Que el samaritano es toda persona que mira con respeto a otra persona, sea de la raza que fuere, sea de la nación que fuere y tenga la necesidad que tuviere; para el amor no hay fronteras, 
  • Que ser samaritano es ser distinto a lo que hizo Caín; que se desentendió de su hermano; todo hombre es mi prójimo, mi hermano, y debo tener una actitud de respeto y atención hacia él, 
  • Que mi prójimo es todo hombre necesitado: el analfabeto, el pobre, el marginado, el disminuido físico o mental, el que tiene trabajo sin la suficiente remuneración y el que no tiene trabajo… 
El Evangelio de hoy, de modo indirecto, nos presenta a Cristo como el Buen Samaritano por excelencia, ya que no solamente cuida de nosotros sino que entrega su propia vida para darnos la salud y la salvación. 
En la actitud de Cristo se resume la forma de participar el único y el mayor mandamiento: “amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos”, que Jesús lo traduciría después por “amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos “compañeros del mismo viaje”, que compartimos una misma condición de fragilidad humana y nos necesitamos unos a otros.
Si amásemos a Dios con todo el corazón, no tendríamos necesidad de crear otros “dioses” que ocupen su puesto y hechos a nuestra medida y semejanza.
Si amásemos al prójimo de verdad, no se crearían muchos de los problemas existentes en nosotros mismos, en nuestras familias, en nuestros pueblos. 
El Evangelio de hoy es sumamente aleccionador y, también, consolador. Practicándolo seremos mucho más felices ya ahora. Amén.

sábado, 6 de julio de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
ARTESANOS DE LA PAZ
Ideas principales de las lecturas de este domingo:

- 1ª Lectura: Isaías 66,10-14c: Los desterrados de Babilonia han vuelto a Jerusalén. Pronto las esperanzas y los goces se convirtieron en desilusiones. Surgen las dificultades para la reconstrucción de la ciudad. En este ambiente, el profeta anuncia que Dios es fiel a su promesa y Jerusalén será una ciudad a la que llegarán como río la paz y las riquezas de las naciones.
- 2ª Lectura: Gálatas 6,14-18: Hoy acabamos la lectura de la Carta de san Pablo a los Gálatas. Pablo se despide indicando lo esencial del Evangelio. Lo importante para un discípulo de Cristo es la cruz y gloriarse en ella. El cristiano que cree y acepta la cruz experimenta la paz y la misericordia divinas.
- Evangelio: Lucas 10,1-12.17-20: Lucas narra la misión de los setenta y dos discípulos y las consignas que Jesús les da antes de ponerse en camino. Las consignas son claras y precisas: la pobreza y ser mensajeros de paz. Les advierte que su tarea no es fácil y que su misión consiste en anunciar el Reino de Dios.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio de hoy nos habla de la misión confiada por el Señor a un grupo de discípulos. Esa misión tenía por finalidad preparar a las gentes para la llegada del Señor.
La preparación comenzaría por el anuncio de la paz, y se llevaría a cabo no por imposición ni por fuerza sino por la oferta humilde y sencilla del mensaje de la Buena Nueva.
Los proclamadores de la paz van al mundo solos, sin poder, sin respaldo de la fuerza; van pobres. Su única fuerza es la de saber que sus nombres están escritos en el cielo. Además, son los precursores, los anunciadores del que ha de traer la verdadera paz, que es Cristo-Jesús.
Nosotros, los cristianos, debemos ser portadores de la paz de Cristo; una paz que no se impone sino que se ofrece solamente, y quienes son los signos de la paz recaerá sobre ellos como lluvia beneficiosa.
La paz, tal como se afirma en la primera lectura de hoy, lleva consigo la alegría y el consuelo de Dios.
Dios es nuestra ayuda en la construcción de una paz que no se impone por la fuerza de la guerra sino por el ofrecimiento y la aceptación del mensaje evangélico de Jesús, el Príncipe de la Paz.
Cuando nuestro empeño sea trabajar por la paz, el Señor nos dirá: “Dichosos los que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Amén.

lunes, 1 de julio de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
LLAMADA Y SEGUIMIENTO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: I Reyes 19,16b.19-21: El profeta Elías llama a Eliseo a ser su discípulo. El gesto simbólico de cubrirlo con el manto significa que lo incorpora a su misma misión. Eliseo comienza una nueva vida después de desprenderse de todas sus posesiones.
-          2ª Lectura: Gálatas 5,1.13-18: La libertad es uno de los grandes temas de la carta a los Gálatas. La libertad es uno de los dones irrenunciables de nuestro ser en Cristo. Las primeras palabras de la lectura de hoy son el manifiesto de la libertad cristiana. La libertad es un valor absoluto que buscamos y ansiamos. La libertad cristiana conlleva la creencia en Cristo y andar según el Espíritu.
-          Evangelio: Lucas 9,51-62: Jesús camina hacia Jerusalén y catequiza sobre los valores del reinado de Dios. Por los pueblos por donde pasa anuncia su mensaje. Sus palabras exigen la radicalidad en el seguimiento.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Es clásica la relación entre “las vocaciones” o llamadas de la primera lectura y del Evangelio de este domingo. Se describe, en primer lugar, la llamada de Eliseo. El manto es el símbolo del carisma profético que se transmite como una investidura. El arado, símbolo del trabajo de Eliseo, que convierte en el signo del nuevo trabajo de apóstol, ya que “ninguno que ha su mano en el arado y después se vuelve atrás es digno del reinado de Dios” Esta es la principal diferencia entre la perícopa de Eliseo y la perícopa evangélica.
El evangelista San Lucas, en este evangelio de hoy, nos relata el comienzo del viaje de Jesús hacia Jerusalén y las instrucciones que va dando a sus discípulos para cuando tengan que sustituirle en su misión. El Señor advierte a sus discípulos de la seriedad y los riesgos que van a afrontar al emprender su camino hacia Jerusalén. Estas advertencias son válidas también para los discípulos que, en cualquier época y lugar, tomen la decisión de seguir a Jesús.
El Señor quiere enseñar a sus discípulos, y en ellos también a nosotros:
  • que es preciso aceptar con paciencia el fracaso en su misión evangelizador; sin recurrir a la violencia ni a la fuerza, 
  • que deben compartir con Jesús una vida común en incomodidad y pobreza, 
  • que deben renunciar a todo aquello que sea un obstáculo para el anuncio del Reino, incluso aunque se trate de algo muy querido como la familia, los bienes, las comodidades o el bienestar.
Por eso el evangelio de hoy narra tres encuentros con Cristo: un hombre que desea seguirle a donde vaya; el otro que ha perdido a su padre hace poco, y el tercero, que se ofrece espontáneamente con la condición de despedirse de los suyos. Los tres ponen de manifiesto su deseo de seguir al Maestro. Y Jesús no engaña a nadie y expone con claridad su doctrina. Sus palabras parecen duras, intransigentes y faltas de humanidad.
Hermanos y hermanas, si la fe cristiana nos ofreciera un camino cómodo y fácil, habría que dudar de su bondad. Ser cristiano, como dice Pagola, “no es tener fe” sino “irse haciendo creyente”; porque la vida del cristiano hemos de vivirla como un proceso de crecimiento y seguimiento constante a Jesús.
Jesús es exigente, pero merece la pena seguirle. Y cuando uno decide a seguirle con generosidad y totalidad, no hay que echar la mirada hacia atrás, hacia aquello a lo que renunciamos. Nuestra mirada, con la mano sobre el arado, siempre ha de orientarse hacia la meta ofrecida por el Señor y nunca quedaremos defraudados. Amén.