viernes, 25 de octubre de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
LA POSTURA JUSTA
 
Ideas principales de las lecturas de este Domingo:
  • 1ª Lectura: Eclesiástico 35,15b-17. 20-22a: Dios escucha a todos. El Señor es un Dios justo, quien se dirige a él es escuchado, sin importar de quién se trata. Es escuchado con justicia.
  • 2ª Lectura: II Timoteo 4,6-8. 16-18: El Señor recompensará a los que le aman. Pablo sabe que su final terreno está cerca y medita sobre su vida. Sabe que el Señor es justo y que le recompensará, lo mismo que hará con quienes amen a Dios. Y pide perdón por quien le causó injuria.
  • Evangelio: Lucas 18,9-14: La humildad de corazón agrada al Señor. Dios escucha y Dios es justo como se dice en la primera lectura, pero Jesucristo añade otro elemento, el interior de cada uno de nosotros: la humildad con la que ante Dios nos debemos presentar.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Según Lucas, Jesús dirige la parábola del fariseo y el publicano a algunos que presumen de ser justos ante Dios y desprecian a los demás. Los dos protagonistas que suben al templo a orar representan dos actitudes religiosas contrapuestas e irreconciliables. Pero, ¿cuál es la postura justa y acertada ante Dios? Ésta es la pregunta de fondo.
El fariseo es un observante escrupuloso de la ley y un practicante fiel de su religión. Se siente seguro en el templo. Ora de pie y con la cabeza erguida. Su oración es la más hermosa: una plegaria de alabanza y acción de gracias a Dios. Pero no le da gracias por su grandeza, su bondad o misericordia, sino por lo bueno y grande que es él mismo.
En seguida se observa algo falso en esta oración. Más que orar, este hombre se contempla a sí mismo. Se cuenta su propia historia llena de méritos. Necesita sentirse en regla ante Dios y exhibirse como superior a los demás.
Este hombre no sabe lo que es orar. No reconoce la grandeza misteriosa de Dios ni confiesa su propia pequeñez. Buscar a Dios para enumerar ante él nuestras buenas obras y despreciar a los demás es de imbéciles. Tras su aparente piedad se esconde una oración "atea". Este hombre no necesita a Dios. No le pide nada. Se basta a sí mismo.
La oración del publicano es muy diferente. Sabe que su presencia en el templo es mal vista por todos. Su oficio de recaudador es odiado y despreciado. No se excusa. Reconoce que es pecador. Sus golpes de pecho y las pocas palabras que susurra lo dicen todo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
Este hombre sabe que no puede vanagloriarse. No tiene nada que ofrecer a Dios, pero sí mucho que recibir de él: su perdón y su misericordia. En su oración hay autenticidad. Este hombre es pecador, pero está en el camino de la verdad.
El fariseo no se ha encontrado con Dios. Este recaudador, por el contrario, encuentra en seguida la postura correcta ante él: la actitud del que no tiene nada y lo necesita todo. No se detiene siquiera a confesar con detalle sus culpas. Se reconoce pecador. De esa conciencia brota su oración: «Ten compasión de este pecador».
Los dos suben al templo a orar, pero cada uno lleva en su corazón su imagen de Dios y su modo de relacionarse con él. El fariseo sigue enredado en una religión legalista: para él lo importante es estar en regla con Dios y ser más observante que nadie. El recaudador, por el contrario, se abre al Dios del Amor que predica Jesús: ha aprendido a vivir del perdón, sin vanagloriarse de nada y sin condenar a nadie.

viernes, 18 de octubre de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN.

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Éxodo 17,8-13: El valor de la oración. La oración no sustituye a la acción, pero la acción precisa de la oración para llegar a buen fin. Para vencer el mal y conseguir la victoria es necesaria elevar las manos orantes a Dios.
- 2ª Lectura: II Timoteo 3,14-4.2: Insistencia en la oración y la enseñanza de la Palabra. Pablo recomienda a Timoteo y a todos los cristianos tres actitudes fundamentales para mantener la fe: fidelidad a la “tradición”, conocimiento de la palabra de Dios y anunciar el mensaje a tiempo y a destiempo.
- Evangelio: Lucas 18,1-8: Orar en toda hora y en toda ocasión. ¿Cambia la oración el rumbo de la vida? La parábola de la pobre viuda y el juez inicuo estimula a ser constantes en la oración y firmes en la confianza.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
En el mundo de hoy muchos se preguntan: ¿para qué sirve orar?
Por un lado, nuestra sociedad secularizada vive sin Dios, por el otro parece que Dios permanece mudo, desinteresado de nuestras súplicas. La oración entra dentro de la categoría de los medios o instrumentos para logar unos objetivos determinados. Los que importa es la acción, el trabajo, el compromiso, la programación. Orar, cuando tenemos tanto que hacer, nos parece “perder el tiempo”. La oración pertenece al mundo de lo inútil. Así piensan los hombres y mujeres increyentes o con poca fe…
La primera lectura y el Evangelio de este domingo vigésimo noveno del Tiempo Ordinario hablan de la oración de intercesión y de su eficacia. Moisés ora y logra que ganen los israelitas. Jesús invita a ser constantes en la oración, como la viuda.
Es una equivocación reducir la eficacia de la oración según los frutos conseguidos. Somos humanos y tenemos que expresar ante Dios nuestros sentimientos y deseos. La petición es un acto de comunicación entre dos. Reconocemos por una parte nuestra insuficiencia y por otra la confianza en el otro. Jesús, en la parábola, enseña a perseverar en la oración a pesar de todo. La lógica de la oración no es la eficacia, es la confianza que supera la contingencia de la real necesidad; es la que sabe esperar con fe la respuesta; es la que acepta la voluntad amorosa de Dios.
La oración debe asumir el lenguaje de la realidad histórica del presente y la palabra de Dios. La oración cristiana debe caracterizarse por “hacer memoria”, agradecer, adorar, alabar y suplicar, no puede reducirse únicamente a ser oración de petición. La oración se apoya, como Moisés, en el bastón de la creencia y de la confianza. Amén.

sábado, 12 de octubre de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
LA GRATUIDAD DE LOS EXTRANJEROS.
 
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: II Reyes 5, 11-17: El extranjero curado y agradecido. Naamán había considerado como una ofensa lo que había dicho el profeta. Reconoce luego con gratitud el don de la curación y la bondad de Dios. Desde entonces sirvió únicamente al Dios de Israel.
  • 2ª Lectura: II Timoteo 2, 8-13: Muertos y resucitados con Cristo. El Apóstol puede ser encadenado y hecho prisionero, pero la Palabra de Dios no puede ser encadenada, es siempre libre y hace que seamos libres cuando aceptamos el morir y el vivir con él.
  • Evangelio: Lucas, 17, 11-19: Un samaritano curado y agradecido. Naamán y el leproso del evangelio han sido curados. Su agradecimiento y fe se traducen en reconocimiento y alabanza.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Enseñamos a los niños a decir gracias cuando hayan recibido un favor de alguien, y al mismo tiempo les construimos un mundo donde apenas tiene cabida la gratitud. ¡Vaya contradicción! Pues, reclamamos, sólo y únicamente nuestros derechos y olvidamos muchas veces nuestros derechos.
Mucha gente no sabe agradecer la vida ni la bondad fundamental de las personas, No sabe alabar ni agradecer a Dios... Para agradecer es preciso superar el egoísmo inmaduro o la indiferencia.
Las lecturas de este Domingo vigésimo octavo nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre el agradecimiento.
En la primera lectura se nos ofrece el ejemplo de un hombre que encontró la salud y la salvación por su confianza y su fe en el profeta de Dios. Y las alcanzó por medio del agua del Jordán.
En el Evangelio de hoy se nos muestra el ejemplo de unos hombres que alcanzaron su salud al confiar en la palabra de Jesús que les manda presentarse a los sacerdotes para que certifiquen su curación. Al aceptar el mandato de Jesús quedan curados de su lepra.
Tenemos que ver lo que hay más allá del milagro de la curación. Lavarse siete veces en el Jordán o ir a presentarse a los sacerdotes no tiene valor curativo, no tiene fuerza medicinal. Lo que salva al cuerpo e ilumina el alma es la fe que se manifiesta al hacer lo que manda el Señor; es el confiar en lo que dice el profeta o lo que manda Jesús.
Diez leprosos curó el Señor, según el Evangelio de hoy. Sólo uno volvió dando gracias a Dios porque intuyó, a través del signo de la curación, al Salvador. Para los otros nueve el encuentro saludable con Jesús no fue distinto al que hubieran podido tener con un curandero o un exorcista. Les contentó dejar la lepra. Con eso quedaron satisfechos, No pasaron de la curación a la salvación; de la salud del cuerpo, al encuentro salvador con Dios.
También hoy Dios sigue sanando, salvando, por el agua en el sacramento del Bautismo y sigue mandando ir a los sacerdotes en el sacramento de la Penitencia o Confesión. Por medio de cosas tan sencillas y al alcance de todos, se realiza el gran milagro del encuentro con Dios, el gran milagro de la sanación, no sólo de los cuerpos sino también de las almas.
El Evangelio nos muestra la acción de Jesús basada en la súplica de aquellos hombres enfermos: "si quieres puedes curarnos, ten compasión de nosotros".
Si reconociéramos nuestra condición de pecadores, de enfermos espirituales, también acudiríamos a Jesús y él nos concedería su perdón, su salvación, como se lo concedió a aquellos hombres que se la pidieron con fe. La fe es la que salva.
Al mismo tiempo, surgiría en nosotros una actitud de sincero agradecimiento para con Dios y con los hermanos que nos ayudan. la fe llena de gozosa alegría a quien es consciente del regalo que Dios le ha hecho.
Si los leprosos se sintieron alegres al recuperar su salud al cumplir el mandato de Jesús, nosotros debemos sentirnos gozosos al sabernos perdonados y redimidos por el mismo Jesús, el Señor. Amen.

CATEQUESIS DOMINICAL

SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR
FIESTA DE LA HISPANIDAD Y PATRONA DE LA GUARDIA CIVIL
12 de octubre de 2013

Ideas principales de las lecturas:
  • 1ª Lectura: I Crónicas 15,3-4. 15-16; 16,1-2: Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda.
  • 2ª Lectura: Hechos 1,12-14: Perseveraron en la oración con María, la madre de Jesús.
  • Evangelio: Lucas 11,27-28: Dichoso el vientre que te llevó.
Estimadas autoridades militares y civiles.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo.
La Eucaristía es la cumbre y fuente de la vida cristiana, porque dentro de ella los creyentes damos culto a Dios en espíritu y en verdad; tenemos la ocasión propicia para escuchar la Palabra de Dios, que nos ilumina y orienta nuestros pasos; en la Eucaristía nos alimentamos con el Pan del cielo que Cristo nos da para que nuestra vida espiritual se fortalezca; y en la Eucaristía nos reunimos como los Apóstoles y María, la madre de Jesús, para rezar juntos. Y cuando nos reunimos para rezar, cada uno trae cosas que contarle a Dios, sea en forma de petición o en forma de acción de gracias.
Hoy no puede ser diferente. En un día tan especial como la Fiesta Nacional y Fiesta de los pueblos hispánicos, cada uno de nosotros ha traído cosas concretas que pedir o decirle a Nuestra Señora del Pilar. Todos seguimos pidiendo en nuestras oraciones que se acabe la crisis económica y que las personas que se ven muy afectadas por ella puedan volver a vivir con dignidad.
Nuestros Guardias Civiles también se dirigen hoy a su Patrona, Ntra. Sra. del Pilar. Y seguro que tienen muchas cosas que decirle, contarle, pedirle y agradecerle. No obstante, nosotros, como pueblo cristiano y como comunidad parroquial, nos unimos a su plegaria, y agradecemos al Señor por la gran labor que prestan a la Nación, muchas veces, con sacrificios y con gran riesgo de sus vidas. Hoy pedimos también al Señor, por intercesión de la Ntra. Sra. del Pilar, que les sostenga y acompañe en todo momento.
Mis queridos hermanos y hermanas, es bueno rezar y pedir cosas y la solución de los problemas a Dios y a la Virgen, porque sólo el hombre que reza es el que se reconoce pequeño, débil y limitado ante la grandeza de Dios; es aquel que sabe que no se basta así mismo, ni puede conseguir todo por sus propios méritos y esfuerzos; necesita de la ayuda de Dios, de la Virgen y de los santos. Pero es bueno recordar hoy también el dicho popular de “A Dios rogando con el mazo dando”.
Todos somos conscientes de que vivimos en un momento complicado, en cuanto a cuestiones económicas y laborales; sin olvidar los otros problemas que derivan de ellas, como la corrupción, las desigualdades, las injusticias sociales, la explotación, paro, el hambre… La institución que más sufre todo esto es la familia (pobre), que lucha hoy en día para dar de comer a sus miembros.
Todos coincidimos en culpar a la crisis económica de esta situación. Pero esta crisis ha sido provocada por los que controlan la economía, que han eternizado una palabra: ganar, ganar y ganar, sin importarles si pierden los demás. Y nuestras actitudes, frente a las cosas materiales, también han colaborado para que esa crisis nos arruine, sobre todo, a las familias débiles, porque nos acostumbramos a un verbo: comprar, comprar y comprar hasta lo que no era necesario para vivir. Así, unos nos hemos vuelto insolidarios con los demás, y otros nos hemos vuelto superficiales y hedonistas, olvidando alimentar nuestro hombre interior.
Por eso, el Papa Benedicto XVI, en su carta pastoral con ocasión del Año de la Fe, Porta Fidei, nos recuerda que el origen de la crisis económica está en la crisis de la Fe en Dios que afecta hoy al mundo occidental. Él describe la Fe como un gran valor que suscita y sustenta otros valores que añoramos hoy en nuestra sociedad y en nuestras familias. Nunca es tarde para volver a conquistar aquellos valores que construyen una sociedad más humana, más justa, más honesta, más solidaria, más igualitaria, más espiritual,… ¿Cómo conseguir esta sociedad a día de hoy cuando todo parece imposible?
Aunque habla de la vida de “La Parroquia, como tarea de todos”, escuchemos lo que escribe nuestro Obispo D. José Vilaplana Blasco en la carta pastoral que ha dirigido a todos los cristianos de la Diócesis de Huelva con ocasión del inicio del curso (pastoral) 2013-2014. Creo que esa carta (que luego podréis leer en vuestras casas) puede ayudarnos mucho para reflexionar sobre este tema de la renovación de nuestra sociedad. Dice el Obispo que todos debemos sentirnos implicados en su renovación. Con frecuencia solemos preguntarnos qué hacen los demás por nosotros y nos quejamos y nos desanimamos porque siempre creemos que hacen poco. Pero ésta no es una buena actitud; más bien debemos preguntarnos qué hacemos nosotros por los demás. Este planteamiento es más estimulante y produce mejores frutos”.
Queridos hermanos y hermanas, entre todos y con Nuestra Madre como pilar de nuestras vidas, podemos aportar lo mejor a esta sociedad a fin de que los más débiles puedan vivir con dignidad. Esto será posible si escuchamos la Palabra de Dios y la cumplimos. Amén

sábado, 5 de octubre de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
LOS TIEMPOS DIFÍCILES
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Habacuc 1,2-3;2,2-4: La fe y la espera del justo. La vida resulta muchas veces difícil. Al profeta no le agradan las opresiones ni las injusticias. Debemos situar su profecía en los años que van entre la caída del Imperio asirio y el resurgimiento de Babilonia. El profeta conoce también momentos de dudas y de cansancio. Parece que Dios no interviene ni hace por cambiar la condición del pueblo. Cree firmemente que Dios es quien gobierna la historia. Se trata solamente de saber esperar y tener en el cumplimiento de las promesas.
  • 2ª Lectura: II Timoteo 1,6-8.13-14: La fe vivida y testimoniada. Pablo, en tiempos de la Iglesia perseguida, exhorta a Timoteo a guardar con la ayuda del Espíritu Santo el depósito de la fe que ha recibido y a permanecer fiel a Cristo.
  • Evangelio: Lucas 17,5-10: La fuerza de la fe. Dos enseñanzas complementarias se desprenden del evangelio de hoy. La primera tiene que ver con la eficacia de la fe. La segunda aborda la auténtica disposición del creyente que practica en forma debida la fe como apertura al Dios de la salvación.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hemos de ser conscientes de que vivimos en tiempos difíciles en lo que a “fe en Dios” se refiere. En un mundo en que muchos alardean de incredulidad y agnosticismo, los discípulos de Jesús hemos de acrecentar la luz de la fe para liberarse de tantas tinieblas desconcertantes, que desdibujan y difuminan el verdadero rostro de Dios.
Por lo tanto, deberíamos buscar la auténtica fe en nuestro Dios.
  • La fe no es ceguera irracional, sino visión lúcida; no es evasión, sino cercanía; no es pasividad, sino búsqueda continua; no es un sentimiento, sino una actitud de todo el ser. El peor enemigo de la fe es la complacencia en el conocimiento, la autosuficiencia, la curiosidad y la crítica. Confiamos más en nuestras propias fuerzas que en el don gratuito de Dios que es nuestra fe.
  • Tener fe no consiste en tener una opción sobre Dios; tampoco una forma cultural o una devoción. La fe es una postura de confianza total de la persona ante Dios. Lleva consigo convicciones, sentimientos y actividades. Consiste en descubrir a Jesús, fiarse de él y acoger la Buena Noticia. Esa es la fe que tiene capacidad de hacer milagros y mover montañas.
No obstante, nos sentimos abrumados cuando en las noticias de la radio o de la televisión oímos que hay guerras, desgracias, violencia, terrorismo. Y, desorientados, nos hacemos varias preguntas: ¿por qué acontecen todas estas cosas? ¿por qué no terminar de una vez con los causantes? ¿se puede tener fe cuando existen tantas injusticias, cuando hay tantos graves problemas en el mundo…? ¿Se puede creer en Dios, que guarda silencio ante tales situaciones?
El creyente es el que sabe que no puede echar a Dios las culpas de los males del mundo, muchos de ellos instigados por el propio hombre. El profeta gritó a Dios, y nosotros necesitamos gritar con fe al Señor y, a la vez, exclamar que, como siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer para desterrar de la faz de la tierra todo lo que destruye y destroza al hermano.
La fe en su raíz es un don, una gracia. Nadie puede conquistarla ni comprarla, solamente se la puede pedir al Señor. La fe es, en expresión concreta y existencial, una respuesta personal en el contexto de la vida. Para Habacuc, la fe en Dios es un grito “desesperado” ante la situación del pueblo y el silencio divino; para Pablo es un “testimonio”; para Juan, la fuerza “que vence al mundo”; para Lucas es la súplica oracional de los discípulos para ser idóneos e imitadores de Cristo. Lo importante es saber “ver” siempre a Dios en los signos de los tiempos y a luz de su Palabra. Amén.