domingo, 14 de septiembre de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A.
EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
EL MISTERIO DE LA CRUZ

Ideas principales de las lecturas de este domingo
  • 1ª Lectura: Números 21,4b-9: En el desierto se levantó un estandarte. Israel murmura contra Dios y aparecen las serpientes venenosas. En el desierto se levantó el estandarte como signo de vida para quien ha sido mordido por una serpiente. La contemplación del estandarte curaba la picadura de la serpiente.
  • 2ª Lectura: Filipenses 2,6-11: Cristo, muerto y glorificado. El himno describe el camino seguido por Jesús, que se rebajó hasta la muerte de cruz. Y Dios Padre lo ha glorificado, haciendo que toda rodilla se doble ante el nombre de Jesús.
  • Evangelio: Juan 3,13-17: La cruz salva. La cruz, signo de muerte, se ha convertido en Jesús en signo de vida y de salvación.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: “¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro”, decía San Andrés de Creta en un sermón sobre la Exaltación de la Santa Cruz. En este día en el que la liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, El Evangelio que acabamos de escuchar, nos recuerda el significado de este gran misterio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres.
El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, nos decía san Pablo en la segunda lectura. Por su Cruz hemos sido salvado. El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. “Para ser curados de muestras enfermedades espirituales, es decir, del pecado, miremos a Cristo crucificado, decía san Agustín. Miremos constantemente a Jesús crucificado en nuestros momentos de oración como los israelitas contemplaban el estandarte en el desierto para buscar la salud y la vida.
Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoremos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna. La Iglesia nos invita a levantar con orgullo (evitando todo tipo de fanatismo) la Cruz gloriosa para el mundo vea hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por todos los hombres. Porque la Cruz es la identidad del cristiano desde el día de nuestro bautismo. Esa cruz que el sacerdote nos marcó sobre la frente en ese día, nos quedó marcada para toda la vida. Por eso la Iglesia nos invita, una vez más, a dar gracias a Dios porque del árbol de Cruz que parecía portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el exaltado en la gloria. Sí, “venid a adorarlo”, solemos cantar en la función religiosa del Viernes Santo.
Queridos hermanos y hermanas, en medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza. Amén.

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