Hola a tod@s: Recibid un saludo cordial y cariñoso a cuantos a través de este blog de la Parroquia "Santiago el Mayor" de Arroyomolinos de León, accedeis a esta página. La Parroquia quiere avanzar y crecer en ser comunidad cristiana que anuncia, forma, celebra y testimonia la fe. Siéntete invitado y llamado a asumir y compartir la misión evangelizadora de la que somos corresponsables. En nombre del Consejo Parroquial, de nuevo, un cordial saludo.
sábado, 10 de julio de 2010
XV Domingo del Tiempo Ordinario.
LA LECCIÓN DEL SAMARITANO
Ideas principales de las Lecturas de este Domingo.
- 1ª Lectura: Deuteronomio 30,10-14: El precepto fundamental de la Ley es: “Escucha la voz de Dios”. Todos los demás preceptos se centran en él. La obediencia a la voz del Señor es vivir en fidelidad. Los mandamientos no se imponen desde fuera, se viven escritos en el corazón.
- 2ª Lectura: Colosenses 1,15-20: La lectura es un himno cristológico que canta, como otros himnos paulinos, la dignidad divina de Jesucristo. El himno se divide en tres partes: Cristo creador, Cristo redentor y Cristo reconciliador.
- Evangelio: Lucas 10,25-37: El prójimo es el que se acerca a otra persona. La parábola es una explicación impresionante de las reacciones suscitadas ante el prójimo necesitado de ayuda. Jesús es el Buen Samaritano y nos invita a tener sus mismos sentimientos y hacer lo que él hizo. La fe en Jesús exige que se haga siempre el bien a los hermanos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio que leemos hoy es el relato del Buen Samaritano. Es una parábola bien conocida por nosotros.
Y hasta nos resulta conmovedora. Desde luego que, en muchas ocasiones, habremos actuado conforme a ella y vemos lógico que se haga así.
Pero, también en otras muchas ocasiones, habremos dado un rodeo para no encontrarnos con aquella persona que nos molesta, con aquella otra que es pesada, con aquella otra que me va a contar su problema.
¿No has pasado a la otra acera de la calle para no tener que saludar a quien te resulta incómodo o darle la mano a quien está pidiendo una ayuda?
¿No hemos oído más de una vez que una persona escapó corriendo para no prestar su colaboración al accidentado o ser testigo del accidente?
A Jesús le pregunta qué es lo que hay que hacer para “heredar la vida eterna” y Jesús acepta la contestación que un entendido le da sobre lo escrito en el Ley de Moisés: “amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a ti mismo”.
En tiempos de Jesús, “el prójimo” era “todo miembro del pueblo de Dios” solamente.
La parábola de hoy nos resalta varias cosas interesantes:
- Que el mandamiento principal es amar a Dios y al prójimo sin poner frontera alguna,
- Que el samaritano es todo hombre que mira con respeto a otro hombre, sea de la raza que fuere, sea de la nación que fuere y tenga la necesidad que tuviere; para el amor no hay fronteras,
- Que ser samaritano es ser distinto a lo que hizo Caín; que se desentendió de su hermano; todo hombre es mi prójimo, mi hermano, y debo tener una actitud de respeto y atención hacia él,
- Que mi prójimo es todo hombre necesitado: el analfabeto, el pobre, el marginado, el disminuido físico o mental, el que tiene trabajo sin la suficiente remuneración y el que no tiene trabajo…
El Evangelio de hoy, de modo indirecto, nos presenta a Cristo como el Buen Samaritano por excelencia, ya que no solamente cuida de nosotros sino que entrega su propia vida para darnos la salud y la salvación.
En la actitud de Cristo se resume la forma de participar el único y el mayor mandamiento: “amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos”, que Jesús lo traduciría después por “amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos “compañeros del mismo viaje”, que compartimos una misma condición de fragilidad humana y nos necesitamos unos a otros.
Si amásemos a Dios con todo el corazón, no tendríamos necesidad de crear otros “dioses” que ocupen su puesto y hechos a nuestra medida y semejanza.
Si amásemos al prójimo de verdad, no se crearían muchos de los problemas existentes en nosotros mismos, en nuestras familias, en nuestros pueblos.
El Evangelio de hoy es sumamente aleccionador y, también, consolador. Practicándolo seremos mucho más felices ya ahora. Amén.
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