lunes, 9 de agosto de 2010

XIX Domingo del Tiempo Ordinario.


TENER LAS LÁMPARAS ENCENDIDAS EN LAS MANOS

Ideas principales de la lecturas de este Domingo.
- 1ª Lectura: Sabiduría 18,6-9: Para permanecer en la fe es preciso hacer memoria de la historia de Israel. El autor de la Sabiduría hace memoria de la cena pascual que celebró el pueblo de Dios antes de la salida de Egipto. Israel hace la relectura de su historia para mantenerse en la fe de sus antepasados.
- 2ª Lectura: Hmm nebreos 11,1-2.8-19: La fe mueve la esperanza. El autor de la carta a los Hebreos dedica una sección a la fe y a la constancia. Pone como modelo a Abrahám, que creyó en las promesas de Dios contra toda esperanza humana.
- Evangelio: Lucas 12,32-48: Las lámparas encendidas en espera del Señor. La espera es una de las actitudes esenciales del cristiano. El Señor puede llegar en cualquier momento. El tiempo de espera es un tiempo activo en el que se ejerce la responsabilidad personal. El presente es una vigilia permanente hasta que venga el Señor.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio de hoy presenta una serie de recomendaciones en continuidad con la parábola del “rico necio” del domingo anterior. La sociedad de hoy vive sumergida en la inseguridad. Existe inseguridad en el puesto de trabajo y en la economía; inseguridad en las calles y en las mismas casas; inseguridad en la propia persona. La inseguridad crea unos mecanismos de autodefensa según los casos. La liturgia de hoy nos habla de la “seguridad” del creyente. El fiel cristiano pone su esperanza y confianza en Dios. La esperanza es una virtud teologal que pide vigilancia, compromiso y tensión.
• Jesús nos advierte que estemos vigilantes para que no lo perdamos y para que no nos lo roben. El Señor sabe que “donde está nuestro tesoro allí está nuestro corazón”. Por tanto, si Dios es algo valioso para nosotros, si es un tesoro, en él estará nuestro corazón y nos esforzaremos en que nadie nos lo arrebate ni lo robe.
• Jesús insiste que estemos en vela y no dejemos perder la oportunidad. Que no organicemos nuestra vida prescindiendo de Dios porque eso significa que nos dejamos arrebatar y robar lo que verdaderamente tiene valor. En nuestra vida de todos los días, ponemos cuidado y prestamos mucha atención para que:
- No nos roben,
- No perdamos el puesto de trabajo,
- No perdamos la salud…
• Pues el Señor nos dice que hemos de hacer eso mismo con nuestra fe y con el Reino que Dios ofrece como regalo. Hemos de tener una actitud atenta y vigilante:
- Como el siervo que aguarda la vuelta de su amo,
- Como el dueño que no sabe cuándo van a venir los ladrones,
- Como el administrador que debe estar dispuesto a rendir cuentas de su gestión en cualquier momento que se lo pidan.
Estemos contentos porque se nos ha dado mucho y podemos ofrecer gran cosecha al Señor. Amén.

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