DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. Ciclo B.
EL AGUA QUE SANTIFICA
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 42,1-4. 6-7: La elección y misión del “Siervo”. El Señor ha elegido a una persona para “siervo” y le ha infundido su espíritu para que cumpla su misión sin gritar, con suavidad y mansedumbre. El “siervo” debe enseñar la voluntad de Dios e implantar la justicia y la paz en la tierra.
- 2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38: La misión del Ungido. Pedro reflexiona sobre la universalidad de la salvación, pues Dios no hace distinciones. En el pasado, la palabra de Dios fue dirigida al pueblo hebreo, hoy a todo el mundo. Jesucristo, el ungido, es el portador de la paz a todos. Él pasó haciendo el bien y curando a los enfermos.
- Evangelio: Marcos 1,7-11: Jesús bautizado por Juan. Juan bautiza en la orilla del Jordán a Jesús según los designios de Dios Padre. Jesús es el Hijo, el amado y predilecto de Dios. Desde entonces los que se sumergen bajo las aguas son constituidos hijos de Dios.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El bautismo es un rito religioso de iniciación, es decir, se trata del punto de partida de un nuevo camino en la vida. El rito se practica mediante un símbolo acuático. El agua es fuente de vida. A veces, mata (a los que se ahogan). Se utiliza para lavar y limpiar. Y siempre nos quita la sed. Las religiones se sirven de estos efectos del agua para expresar que el creyente renace a una vida nueva. Es como si naciera otra vez, para emprender una vida distinta.
Jesús acude a donde estaba Juan, se pone en la fila de los pecadores, los que se veían necesitados de un cambio de vida, los que quizá pensaban que tenían que nacer de nuevo. Jesús hizo esto como uno de tantos. Él no hacía teatro, ni representaba un papel del que no estaba convencido. Jesús se fue de Nazaret persuadido de que tenía que cambiar de vida y emprender una tarea nueva y distinta. Seguramente, el Espíritu le hizo ver que su pueblo y sus gentes necesitaban ver a Dios y vivir la relación con Dios de otra manera. En eso estuvo el nuevo motor de la vida de Jesús.
Zambullirse en el agua y salir de nuevo simboliza hundirse en la muerte y renacer a la vida. Jesús murió al pasado, o sea abandonó su vida anterior. Y emprendió una forma nueva de vivir. En ese momento vio el cielo abierto. Vio al Espíritu que se posaba sobre él. Y oyó la voz de Dios al que sintió como Padre que le quería indeciblemente. Jesús cambió desde aquel momento su idea de Dios. Desde entonces, ya no habló del “Altísimo” o del “Cielo”, sino que siempre habló del “Padre”. Nunca, del Padre como “autoridad” o “poder”, sino como “bondad”, “acogida”, “amor”.
Lo mismo que en Cristo, el bautismo debe suponer para nosotros un cambio radical. Pasamos del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. El bautismo nos hace constructores de una sociedad fundamentada en la justicia y en la paz. Quien ha sido bautizado no puede colaborar con la cultura de la muerte, ni promover obras fundamentadas en la injusticia y en los egoísmos, en el odio y en la envidia; ni ser portador de guerra y de división. El bautizado en Cristo, debe pasar haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Amén.
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