II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B.
LLAMADA Y SEGUIMIENTO
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: I Samuel 3,3b-10.19: La llamada. Dios tiene la iniciativa y llama en el silencio de la noche, como a Samuel, o en la vorágine del quehacer cotidiano. No importa el lugar ni la hora de la llamada. Lo importante es estar atentos a la voz de Dios y responderle dócilmente, diciéndole: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
- 2ª Lectura: I Corintios 6,13c-15ª.17-20: La respuesta. Por el bautismo el cristiano se convierte en miembro del Cuerpo de Cristo y en el templo del Espíritu Santo. El bautismo es la respuesta a la llamada divina y crea comunión de vida con Cristo. El pecado rompe la comunión y profana el templo. Pablo nos invita a glorificar a Dios con nuestro cuerpo.
- Evangelio: Juan 1,35-42: Venid y lo vereis. Vamos a quedar sorprendidos al ver hoy a Cristo, Paseando por la calle como uno más. Y como nos cuenta Juan en su evangelio preguntaremos al Señor que donde vive y pasaremos toda la tarde con Él. Y es que viene hoy y siempre a nuestro encuentro, nos invita y nos dice: si queréis ver dónde vivo, venid y lo veréis.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Después de la Pascua de Navidad en la que nos hemos centrado en torno al tema del nacimiento del Señor, comenzamos el tiempo ordinario con varios domingos que median entre navidad y pascua. Cuando pase Corpus, volveremos otra vez a los domingos del tiempo ordinario hasta el final del año, con la fiesta del Cristo Rey en noviembre. Hoy, al iniciar este tiempo ordinario, comenzamos unas catequesis sencillas de vida cristiana que nos van a servir para conocer los sólidos fundamentos de la fe en la que hemos creído. El primer tema, lógicamente, va a responder a esta pregunta: ¿qué es un cristiano? El cristiano es seguidor de Jesús, o sea su discípulo. Vamos a ver cómo surgió esto.
Según el evangelista Juan, los primeros discípulos de Jesús pertenecían al grupo de discípulos que se habían congregado en torno a Juan Bautista. El propio Juan no tuvo el menor inconveniente en que lo abandonaran a él y se fueran con Jesús. Algo después, cuando se produjeron roces entre los discípulos de Juan y los de Jesús, fue Juan el que cortó las rivalidades con una sentencia genial: “A él le toca crecer, a mí menguar” (Jn 3,30). El evangelio no tolera ni protagonismos ni proselitismos (literalmente, celos por Dios).
Los que se pusieron a seguir a Jesús querían ver dónde vivía. En cuanto vieron eso, se quedaron con él. En cuanto oyeron el testimonio que de él daba Juan Batista, se convencieron de que era el Mesías. Los verbos “oír y ver” son dos requisitos importantes para llegar a ser discípulo de Jesús. Oyendo la confesión de Juan Bautista sus discípulos siguieron a Jesús y vieron dónde vivía. Se quedaron con él y comienza a formarse la comunidad de los discípulos de Jesús.
Los discípulos, que somos todos los bautizados, se comprometen a vivir un nuevo estilo de vida. Dios llama en silencio de la noche y en pleno día. En el templo de Jerusalén reinaba un clima de silencio de la noche. En la noche cesa el ruido de la vida y descansa el cuerpo; la noche es tiempo de escucha y de respuesta; la noche es tiempo de salvación. Samuel, dormido, escucha la suave voz de Dios que le llama. Dios nunca duerme y despierta a los dormidos. En la noche surgió la vocación profética de Samuel, en cambio, los dos discípulos del Bautista son llamados a seguir a Jesús en pleno día. Amén.
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