XVII DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
COMPARTIR, SIGNO DE SOLIDARIDAD
Ideas principales de las lecturas de este
domingo:
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1ª Lectura: II Reyes, 4, 42-44: El Pan, fruto del
trabajo del hombre y de la bendición divina, se multiplica en manos del profeta
para remediar el hambre de la multitud. El milagro es un anticipo del gran
milagro realizado por Jesús junto al lago de Tiberíades.
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2ª Lectura: Efesios, 4, 1-6: Pablo, prisionero en
Roma, exhorta a los cristianos de Éfeso a conservar la fe, a vivir en la
caridad y en la paz, superando con humildad las divisiones y discordias.
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Evangelio: Juan 6, 1-15: El monte de la
multiplicación de los panes y la sinagoga de Cafarnaún son dos lugares que se
unen por el lago que los separa. La multiplicación de los panes y el discurso
tienen una comunidad que se prolongará hasta el Cenáculo y a la Iglesia con el
pan eucarístico.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Comenzamos hoy,
Decimoséptimo Domingo del Tiempo Ordinario, el discurso del pan de vida. Y
durante unos cuantos domingos iremos repasando las páginas de este discurso. El
discurso se desarrolla en una ocasión en que Jesús se da cuenta de que aquella
multitud que los sigue fascinada “porque habían visto los signos que hacía con
los enfermos”, en uno u otro momento tenía
que comer.
El Señor no se desentiende de las necesidades de aquellos
que lo siguen. Y es él quien toma la iniciativa interrogando a Felipe: “¿Con
qué compraremos panes para que coman éstos? El discípulo, como habríamos hecho
todos, expresa su desconcierto. Pero en este momento, otro discípulo, Andrés,
descubre al muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Es verdad que para
aquel gentío estas cifras eran claramente insuficientes. Sin embargo, sin
aquella aportación la multiplicación no habría sido posible. Jesús realiza el
milagro, ¡si! Pero espera la colaboración humana, materializada en aquellos
panes y peces.
¿Sigue teniendo sentido el milagro de la multiplicación de
panes hoy? Pues, sí. Si volvemos la mirada a nuestro mundo lo comprobaremos.
Existe hambre en el mundo. En tiempos de Jesús, muchas personas cada mañana se
levantaban y salían a buscar trabajo para poder comer. Hoy hay hambre y muchas
personas mueren porque no tienen nada para comer. De sus gargantas brota un
grito débil y angustiado. Además, hay hambre de los valores humanos y
cristianos. Dios no es indiferente al sufrimiento y a la soledad de los hombres,
así lo demuestra en su Hijo Jesús que se compadeció de aquella multitud
hambrienta. De modo que quien se compadece y se implica en las necesidades de
los demás, como Jesús y Andrés, multiplica los cinco panes en sus manos.
En una noche oscura se enciende una vela, ésta no disipa
las tinieblas y, sin embargo, ilumina un espacio. Si todos los cristianos
encendieran cada uno la vela, brillaría la luz y desaparecerían las tinieblas.
Cada uno está llamado a presentar los cinco panes, fermentados amorosamente,
para que se multipliquen y puedan saciar el hambre de la multitud. El cristiano
debe encender su vela y las demás se logrará disipar las tinieblas.
La colaboración hace posible el milagro. Amén.
La colaboración hace posible el milagro. Amén.