domingo, 25 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

FESTIVIDAD DE JESUSUCRISTO REY DEL UNIVERSO
MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
1ª Lectura: Daniel 7, 13-14. En una grandiosa visión, el profeta Daniel describe la aparición del Hijo del hombre en su gloria y rodeado de majestad y de poder. Él instaura en el universo un reino de justicia y de paz.
2ª Lectura: Apocalipsis 1, 5-8.  La esperanza cristiana se fundamenta en la certeza de la victoria de Cristo y su manifestación definitiva. Él nos ha liberado de los pecados y nos ha hecho sacerdotes de Dios.
Evangelio: Juan 18, 33B-37. Jesús reivindica ante Pilato el título de rey. Su reino se identifica en todo y por todo con la causa de su Padre. Su reino se fundamenta en la verdad. Jesús es el rey que sirve, el que se da sin reservas, el que libera siempre.
Queridos hermanas y hermanos en Cristo: En el último domingo del año litúrgico, la Iglesia celebra la festividad de Jesucristo Rey del Universo. Una festividad de alto contenido teológico, pero que aún no ha llegado a ser una fiesta popular, ni parece que tenga especial significación para la espiritualidad de la gran mayoría de los cristianos. Y es que el título de “rey”, aplicado a Jesús, tropieza con ciertas dificultades.
El título de rey es un título secular y mundano. Que además está asociado, en la mentalidad de mucha gente, a las antiguas y actuales monarquías y oligarquías absolutas. Por eso, aplicarle a Jesús el título de “rey” tiene el peligro de evocar el poder político que tuvo la religión de Israel. Y el poder temporal que, desde el emperador Constantino, la Iglesia ha ejercido con tanta frecuencia. A tenor de todo esto, no es de extrañar que hoy en día digamos que lo que reina es el dinero y el poseer, el placer y el darse buena vida –vivir como un rey, como se dice-.  Reina el que sabe estar con los que mandan y deciden; reina el que practica la injusticia y es avaro; reina el que domina al pobre y al sencillo.
Hoy, sin embargo, la Iglesia sigue proclamando a los cuatro vientos la realeza de Cristo. Su reino no es de este mundo, pero se construye en este mundo. Es un Rey humilde que sirve y lava los pies a sus discípulos. Su reino no tendrá fin. Sus armas son la misericordia y el perdón, la verdad y la cruz. Quien quiera pertenecer a su reino debe ser como el grano de trigo que muere, crece, se hace espiga y da fruto abundante. Celebrar la fiesta de Jesucristo Rey, es reconocerlo como testigo de la verdad, libertador del pecado y Señor del mundo, de la historia y de los hombres. Por lo tanto, de nosotros los cristianos depende que Cristo reine en el universo; tenemos que ser fieles a los valores que Él defendió porque en ellos está el secreto de su realeza. Amén.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO
EL RETORNO DEL SEÑOR

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Daniel 12, 1-3. El libro de Daniel describe con lenguaje apocalíptico la suerte de los justos perseguidos y la suerte de los impíos. En la resurrección final unos entrarán en la luz de Dios y otros irán a la ignominia perpetua.
-          2ª Lectura: Hebreos 10, 11-14. 18. La lectura compara el sacerdocio y los sacrificios de la antigua alianza con el sacerdocio y la ofrenda de Cristo, que perdona y salva.
-          Evangelio: Marcos 13, 24-32. Jesús, el Hijo del Hombre, anuncia su retorno al final de los tiempos, sin precisar ni el día ni la hora. Él reunirá a sus elegidos en un cielo nuevo y a una tierra nueva.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, este penúltimo domingo del año litúrgico la Iglesia nos habla de la escatología, palabra que significa “estudio de las realidades últimas”, de lo que pasará al final de los tiempos. La descripción de este suceso viene narrada en un lenguaje raro, extraño, por ser de corte profético apocalíptico. Por eso, desde siempre, ha existido una vaga creencia que el mundo y la historia humana se terminarán con una catástrofe. Ciertas sectas insisten en ello, quizá porque interpretan al pie de la letra los textos que narran este proceso final.
Sin embargo, el evangelio de hoy rechaza los presagios apocalípticos que acostumbramos oír. Además, no son los poderes de este mundo los que determinarán el fin del mundo, ellos como todos los demás desconocen el día y la hora. El destino está en manos de Dios. En verdad, este evangelio, que la iglesia presenta cuando ya se acerca el final del año litúrgico, recuerda a los cristianos “la época del cumplimiento de las promesas”. Se trata de las promesas que se condensan en esta buena noticia, la gran noticia que a todos nos pueden dar: la IMPLANTAMIENTO DEL REINADO DE DIOS EN LA HUMANIDAD. No se trata de un momento concreto de la historia; no será un acontecimiento determinado. Será un proceso lento y largo en el que el Dios humanizado en Jesús se hará presente entre los humanos, hasta humanizar este mundo liberándolo de la deshumanización que origina tanto sufrimiento y tanta opresión.
Jesús dice que este grandioso proceso se producirá mediante la caída del sol, la luna y las estrellas. Con este lenguaje figurado, que Marcos toma de los profetas de Israel, el Evangelio afirma que la humanización de este mundo se producirá mediante la caída de los grandes imperios opresores. Uno tras otro, todos irán cayendo, se irán derrumbando. El mal y la malicia tocarán fondo. Es el anuncio gozoso de los grandes profetas de Israel. Se irá debilitando la opresión, la dictadura, la injusticia, el individualismo, y se implarán progresivamente la justicia, la igualdad, la solidaridad.
Además este proceso grandioso, de esperanza y gozo, se llevará a cabo de tal forma que en él, a diferencia de los antiguos anuncios proféticos, no irá acompañado de calamidades que afecten a la tierra; ni habrá sujetos que experimenten terror ante el eclipse de los astros. Todo lo contrario, será un proceso de creciente humanización y liberación. Tal es el anuncio de esperanza que Dios nos promete en Jesús. Pero se trata de una promesa que se realiza mediante la progresiva humanización de los individuos, los grupos, las instituciones y las naciones. He ahí la tarea que Jesús nos propone a todos. La segunda venida de Cristo no puede producir miedo ni angustia porque es una promesa, no una amenaza. No nos debe volver inactivos, sino activos. El Señor nos debe encontrar trabajando por el progreso de la humanidad. Y como recuerda el salmista: “Él mismo es nuestro refugio, y nuestra suerte está en su mano”. Amén.

domingo, 11 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

XXXII DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
“LAS DOS VIUDAS GENEROSAS”

Ideas principales de las lecturas de este domingo
-          1ª Lectura: I Reyes 17,10-16: La viuda de Sarepta. La fragilidad de Elías y la de la viuda se combinan para dar lugar a la manifestación del poder de Dios que nunca olvida a los débiles.
-          2ª Lectura: Hebreos 9,24-28: Cristo volverá para salvar. Cristo es necesariamente el punto de referencia: ofrece su existencia entera para salvar a los que esperan en él. Cristo saldrá de nuevo del santuario eterno y vendrá, no para morir sino para salvar a los que creen y esperan.
-          Evangelio: Marcos 12,38-44: La viuda del templo. Jesús, estando con sus discípulos, resalta el gesto de la viuda pobre. Vale más ante Dios un gesto hecho con sencillez y amor generoso que el gesto de dar mucho con ostentación interesada.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En este trigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia de la Palabra nos habla de dos actitudes ‘insanas’ que se dan en los humanos: la ostentación (o la soberbia) y la avaricia (o la racanería); y aparecen, como remedio, otras dos actitudes buenas: la humildad y la generosidad. Las tres lecturas abundan más en el tema de la generosidad. La carta a los Hebreos hace referencia a la generosidad de Cristo: “se ofreció para quitar los pecados de todos”. Las otras dos lecturas tienen como protagonista la generosidad de dos viudas: una, la de Sarepta (1ª lectura), que es generosa con el profeta Elías, al darle hasta lo que le quedaba para vivir ella y su hijo. Otra, la del evangelio, que es generosa con Dios, ayudando al mantenimiento del culto. Así tenemos tres modelos de personas generosas y humildes: el mismo Cristo que ofrece su propia vida para quitar los pecados de todos y las dos viudas que dan lo poco que tenían para que vivan otros.
Es muy llamativo que Jesús, en el evangelio, empiece su discurso con una advertencia: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos” (Mc 12,38b-40). Los escribas eran los maestros de la ley, que destacaban por su sabiduría, que les daba, aparte del prestigio social, una posición dominante sobre el resto del pueblo. El saber es poder. Cualquiera que maneja bien una parcela del saber, tiene en sus manos la oportunidad de manipular y dominar a los más débiles, si así lo prefiere. Éste es el peligro que Jesús señala a sus discípulos, para que se cuiden de los abusos de los escribas, y eviten que hagan lo que ellos hacen. Cada persona, en esta vida, sabe hacer algo, mejor que los demás. Si se deja llevar por el prestigio y la sabiduría que posee, puede actuar igual que los escribas del evangelio. El don de la sabiduría nos viene de Dios. No debemos vanagloriarnos de ello, ni quedárnoslo para nosotros mismos, sino para compartirlo con los demás. Y lo compartimos utilizándolo para solucionar los problemas que la vida plantea a los hombres. Por eso dice el evangelista Juan que “nadie puede arrogarse nada si no se le ha dado del cielo…” (Jn 3,27).
Jesús señala también, en el evangelio de hoy, otra desviación de los escribas: “devoran los bienes de las viudas”. Esta actitud tiene un nombre propio: avaricia o el amor al dinero. Jesús advierte el peligro del amor a las riquezas. Piensa que muchos males vienen de la avaricia por el dinero, del querer más y más, del no conformarse con lo que se tiene. La avaricia es una pasión o enfermedad espiritual que produce la atadura a los bienes materiales. Una atadura que se manifiesta en el gozo por poseer las riquezas, la preocupación por conservarlas, la dificultad en separarse de ellas y la pena que se siente al darlas. En la base de esta pasión  por las riquezas se encuentra la inquietud e inseguridad que todo ser humano tiene de cara al futuro, un futuro que no conoce ni es dueño de él. El carácter patológico de la avaricia o al amor al dinero y deseo de tener más, se manifiesta especialmente en las relaciones del ser humano consigo mismo y con el prójimo.  Por una parte, el hombre avaro prefiere el dinero a su propia salvación; y, por otra, rompe el proyecto de fraternidad e igualdad diseñado por Dios.
El ejemplo de las dos viudas de la Palabra de Dios de hoy, nos invita a romper los moldes de la lógica de la prudencia, la previsión y lo razonable en el terreno de los bienes de este mundo. Ambas viudas, a pesar de su pobreza, dieron lo único que les quedaba para vivir. Su dar se convirtió en darse. Y así se hicieron ricas a los ojos de Dios. Su riqueza estaba dentro. Poseían la riqueza interior que es la que nos hace falta muchas veces en nuestra vida. Sin riqueza interior, el pobre puede ser avaro, rencoroso y muy egoísta, y el rico muy pobre y generoso. Sin este tesoro nadie puede hacerse pobre por los demás ni rico ante Dios.
Amén.

jueves, 8 de noviembre de 2012

ACTIVIDADES PARROQUIALES

HORARIOS DE MISAS EN LA SIERRA (Otoño - Invierno)

Ante las muchas visitas que recibimos, interesándose por los horarios de Misas en las Parroquia de la Sierra, volvemos a colocar los horarios actualizados para la temporada de otoño e invierno. Esta es una forma más de servicio que se presta desde nuestras Parroquias a todos aquellos que nos visitan y quieren compartir con nosotros la mesa de la Eucaristía. Sean todos bienvenidos.

Sábados y Vísperas:
17,00.- Peña de Arias Montano, Valdelarco.
17,30.- La Corte de Cortegana.
18,00.- Aguafría, Navahermosa, Valdezufre.
18,30.- Linares de la Sierra, Zufre, Veredas.
19,00.- Encinasola, Higuera de la Sierra.
19,30.- Aracena (Asunción), Cortegana, Galaroza (Carmen).
20,00.- Santa Olalla, Castaño del Robledo, Aroche.
20,30.- Cumbres Mayores.

Domingos y Festivos:
  9,00.- Aracena (Asilo).
10,00.- Aracena ( M.M.Carmelitas), El Patrás.
11,00.- Santa Ana, Alajar, Los Marines, Santa Olalla, Rosal de la Frontera, La Umbría.
11,15.- Cumbres de Enmedio.
11,30.- El Repilado, Cañaveral de León, Higuera de la Sierra.
12,00.- Jabuguillo, Los Romeros, Arroyomolinos de León, Aracena (Asunción), Corteconcepción.
12,15.- Puerto Moral.
12,30.- Galaroza (Parroquia), Jabugo, Fuenteheridos, Zufre, Aracena (Hospedería), Cumbres de San Bartolomé.
13,00.- Cala, Cortegana, Aroche, Almonaster la Real, Cumbres Mayores.
18,00.- Carboneras, Cortelazor, La Granada de Riotinto.
18,30.- La Nava. Hinojales.
19,00.- Encinasola.
20,00.- Aracena (Carmen)

(Fuente: ARCIPRESTAZGOS DE LA SIERRA DE HUELVA. Octubre 2012)

domingo, 4 de noviembre de 2012

XXXI DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
“DIOS Y EL PRÓJIMO, DOS DIMENSIONES DEL AMOR CRISTIANO”

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Deuteronomio 6,2-6: Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón. El Libro del Deuteronomio, nos ilumina con esas palabras contundentes: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas”, nos está diciendo que si no salimos de nosotros mismos, si no dejamos nuestro “yo”, si no renunciamos al egoísmo... no quedará nuestro corazón capacitado para amar a Dios con todas nuestras fuerzas.
-          2ª Lectura: Hebreos 7,23-28: Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. San Pablo nos dice que podemos ser reflejo de Cristo. Hombre perfecto, sacerdote eterno, que ha sido capaz de ofrecer la vida por amor a todos los hombres.
-          Evangelio: Marcos 12,28b-34: No estás lejos del reino de Dios. Jesús mismo es el amor hecho gratuidad. Él nos enseña a crecer descendiendo, a recibir dando, a llegar retrocediendo. Porque a Dios no se puede ir sin pasar por el hermano. Amar a Dios sobre todas las cosas y al hermano desde ese mismo amor es toda nuestra doctrina. Ello es más importante que las devociones, los ritos y las celebraciones litúrgicas.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La primera lectura  y el evangelio de este domingo XXXI del Tiempo Ordinario tratan del mismo tema: el amor como actitud cristiana fundamental. La primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, habla de “amar a Dios con el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y de guardar estas palabras en la memoria”. Ésta era la principal oración que los judíos recitaban todos los días, el Shemá. Jesús une, en el evangelio, el amor a Dios con el amor al prójimo. Esa unión dio como resultado la “Constitución del nuevo Reino de Dios”, que es la Iglesia. Esa Constitución está basada en el amor. Un amor que tiene su origen en Dios y que tiende al prójimo. Con ello, Jesús quiere decirnos que el amor a Dios es el motor de nuestra vida cristiana. Nos diría san Pablo que sin amor, no somos nada: seríamos como campanas que suenan o platillos que aturden. Aunque nos dejáramos quemar vivos, si no lo hacemos por amor, de nada nos serviría (Cf. I Cor. 13.).
La insistencia de Jesús, cuando urge a los suyos, a nosotros los cristianos, a observar el nuevo mandamiento de amar a Dios y al prójimo, se debe a que quiere salvarnos de muchos peligros y confusiones que nos cercan en nuestra vida. Lo mismo que le pasaba a muchos judíos, como el letrado del evangelio de hoy, que, ante tantas normas (365 prohibiciones) no sabían cuál era la esencial de todas, nos pasa también a nosotros en muchas ocasiones. En nosotros se dan dos condiciones que no deberían contraponerse. Por una parte, somos creyentes en el Dios de Jesucristo y, por otra, ciudadanos de este mundo. Tenemos tantas normas, unas religiosas y otras civiles, que, a veces, ya no sabemos por cuáles inclinarnos más, o cuál es la más importante. El amar a Dios sobre todas las cosas  y al prójimo como a uno mismo, Jesús lo utiliza también para prevenirnos de la tentación de la idolatría, esto es, la adoración a los falsos dioses o falsas seguridades que no dan la felicidad plena. El dinero, el poder, la sensualidad, el placer son los ídolos de todos los tiempos, pero en nuestro mundo actual, los damos más importancia y valor como si de dioses se trataran, menospreciando, incluso, la persona humana, su dignidad y sus derechos fundamentales.
Mis queridos hermanos y hermanas, en la carta a los Hebreos, la segunda lectura, se presenta a Jesús como el “Sumo Sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo” (Hb 7,26b). Estos atributos que le dan a Jesús, hacen de él, no sólo un sacerdote ideal de la nueva alianza, sino un hombre bueno y excepcional, que inspira confianza, capaz de transmitir a los demás su vida divina. Por eso, podemos decir que Él mismo es el modelo de este amor a Dios y al prójimo que hoy nos exhorta. Amó a su Padre sobre todas las cosas. Su vida fue un hacer la voluntad de su Padre. Y “manifestó este su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores. Nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano; su vida y su palabra son la prueba del amor de Dios” hacia nosotros los hombres (Cf. Plegaria Eucarística V/c, Jesús, modelo de caridad).
¿Por qué el evangelio reafirma que el “amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”? (Mc 12,33b). Porque se trata de una necesidad básica en la vida del ser humano: el cariño de los demás; El ser humano no puede vivir sin dar ni recibir amor de sus semejantes. Pero, para que haya amor, antes tiene que haber respeto, tolerancia, estima y valoración hacia el otro. Éstos son unos de los valores que se pregona mucho hoy en nuestra sociedad; signos de nuestro tiempo, que, nosotros, los miembros de la Iglesia, debemos saber discernir para crecer en la fidelidad al Evangelio. Si los vivimos desde la óptica del Evangelio, nos preocuparemos, de verdad, de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así mostrarles el camino de la salvación. (Cf. Plegaria Eucarística V/c, Jesús, modelo de caridad). Amén.

sábado, 3 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
CRISTO ES LA VIDA Y LA RESURRECCIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Lamentaciones 3,17-26: El silencio confiado. La lectura es el lamento de un israelita que en su dolor y tristeza llora la desesperación de su país. En su sufrimiento espera en silencio y confía plenamente en el Señor que es bueno.
-          2ª Lectura: Romanos 6,3-9: Muertos y resucitados con Cristo. Pablo nos invita a reafirmar nuestra fe. Estamos llamados por Cristo a emprender una vida nueva, la vida de resucitados.
-          Evangelio: Juan 14,1-4: Donde estoy yo, estaréis vosotros. Jesús promete a los apóstoles un lugar en la casa del Padre. Él, que es el camino, guía hasta las moradas del cielo. Él, que es la verdad, ilumina la senda con su luz. Él, que es la vida, transforma la muerte en resurrección.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En el día en que la Iglesia recuerda con amor a todos los hermanos difuntos, y eleva su oración al Señor por ellos, es lógico, es natural, es inevitable que recordemos a los que murieron, especialmente a quienes, por motivo que sea, representan para nosotros algo importante en la vida. Hacemos esta memoria de TODOS LOS FIELES DIFUNTOS, al día siguiente de la conmemoración de Todos los Santos. Si ayer era el día de la alegría de conmemorar a los mejores hijos de la Iglesia, los santos, hoy es el día de la esperanza en la resurrección de los muertos y en la vida eterna. Ayer estábamos animados a sabiendas de que nuestros hermanos, los santos, nos han abierto, con su ejemplo, un camino a seguir hacia la casa del Padre, hoy debemos estar animados al saber que el destino final nuestro, y de nuestros hermanos difuntos, es la resurrección y la vida eterna. En el último artículo del credo decimos: “espero la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Este artículo del credo nos exige a los creyentes la madurez en la fe ante la muerte.
San Pablo, en la segunda lectura, nos invita a reafirmar nuestra fe, también en los momentos difíciles de nuestra vida, como el de la enfermedad y de la muerte. “Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6,3-4). El bautismo nos introduce en la aventura de la fe, compañera de un largo camino que dura toda la vida hasta el paso definitivo a la casa del Padre. A lo largo de este camino, nos topamos con situaciones duras, como nuestro propio dolor, el de los demás y la muerte de nuestros seres queridos. Cuando esto nos pasa, en lugar de caer abatidos o volvernos rebeldes, arraigados en la fe, nuestra compañera de camino, debemos confiar plenamente en Dios, porque en Jesús nos promete un lugar en la casa del Padre. Él, que es el camino, guía hasta las moradas del cielo. Él, que es la verdad, ilumina la senda con su luz. Él, que es la vida, transforma la muerte en resurrección.
Queridos hermanos y hermanos, el hecho de la muerte nos atormenta y nos confunde, porque está lejos de nuestro control. No está en nuestras manos evitar la muerte ni determinar cuándo ha de aparecer. Este misterio tremendo, para los que todavía peregrinamos en este mundo, nos invita a considerarnos seres finitos, débiles, limitados que necesitan del que es el Origen de todo cuanto existe, y de los hermanos que nos acompañarán en la última hora de nuestra vida. La actitud del cristiano ante la muerte ha de ser de confianza, porque Dios nos ha hecho no para la muerte, sino para la vida.
Quisiera terminar esta reflexión con las palabras del Papa Benedicto XVI, sobre la muerte. Dice el Santo Padre que “cuando se apaga una vida en edad avanzada, en la aurora de la existencia terrena o en la plenitud de la edad, por causas imprevistas, no se ha de ver en ello un simple hecho biológico que se agota, o una biografía que se concluye, sino más bien un nuevo nacimiento y una existencia renovada, ofrecida por el Resucitado a quien no se ha opuesto voluntariamente a su amor. Con la muerte se concluye la experiencia terrena, pero a través de la muerte se abre también, para cada uno de nosotros, más allá del tiempo, la vida plena y definitiva”. (Cf. Benedicto XVI, Pensamientos sobre la enfermedad, San Pablo, Madrid, 2011, nº 38, pp. 40-41) Amén.

jueves, 1 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS SANTOS
HOY ES EL DÍA DE LA ESPERANZA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Apocalipsis 7,2-4. 9-14: Los que provienen de la tribulación. El autor de la Apocalipsis cuenta la visión que tuvo viendo el trono de Dios y la liturgia celestial para animar a los cristianos perseguidos a perseverar en la prueba  y llegar un día a estar delante del trono del Cordero.
-          2ª Lectura: I Juan 3,1-3: Somos hijos de Dios. Por el bautismo somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos. Si nos mantenemos en su amor, llegaremos a estar junto a él y a verlo tal cual es.
-          Evangelio: Mateo 5,1-12a: Las bienaventuranzas. Jesús en su discurso programático indica las actitudes que deben tener sus seguidores. Su mensaje es claro y para siempre. Los que observen las bienaventuranzas recibirán la recompensa final.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: la Solemnidad de TODOS LOS SANTOS es una fiesta que invita a la alegría y a la esperanza. Hemos de estar alegres porque la Iglesia, que somos todos nosotros, recuerda en un solo día a sus mejores hijos que pasaron por este mundo haciendo el bien a sus hermanos, los hombres. Hemos de estar esperanzados y animados, porque ellos nos han abierto un camino a seguir hacia la casa del Padre. Son nuestros modelos en la vivencia de la fe, y los hemos de imitar en el seguimiento de Jesucristo. Han logrado la meta a la que aspiramos nosotros: la santidad.
Todos estamos llamados a ser santos. Recibimos esta llamada con el sacramente del bautismo: “la puerta de la fe”, como apunta el Papa Benedicto XVI en la Carta Apostólica Porta Fidei (Puerta de la Fe). Esto mismo nos lo recuerda la segunda lectura de hoy: “por el bautismo somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos. Si nos mantenemos en su amor, llegaremos a estar junto a él y a verlo tal cual es. Ser hijo de Dios es una condición ‘especial’ para gozar de la visión de Dios. Pero se requiere mantenerse firme en el amor para poder estar junto a él y verlo tal cual es. Esta visión beatífica sólo la han alcanzado los Santos que conmemoramos hoy.
Mis queridos hermanos y hermanas, nuestro reto es ver a Dios tal cual es y estar junto a él. Hay que avisar que no es un reto cualquiera; no induce a la violencia, ni a la rivalidad. Se trata, más bien, de una lucha serena y pacífica contra las mentalidades, actitudes, estructuras políticas, sociales y de relación con los hermanos, que se imponen y se oponen a los valores del Reino de Dios.  Y a esto nos invita Jesús hoy con el Evangelio del Sermón de la montaña. Este pasaje del Evangelio, más allá de ser obra maestra de Mateo, que transmite paz y tranquilidad, es, en todo caso, una revolución de estructuras sociales, de relaciones humanas y, sobre todo, espiritual.
Jesús vivió también en un mundo turbulento y en una época ‘conflictiva’ como la nuestra, con muchos problemas políticos, económicos y sociales que clamaban la justicia y un poco de “humanidad”, esto es, sensibilidad. Jesús no aprobaba la existencia de los pobres, los sufridos, lo que lloran, los que pasan hambre, los discriminados, los perseguidos, los humillados... porque sabía que había gente que provocaba, sustentaba y defendía esta situación incómoda para muchos de sus contemporáneos. Y para erradicarla, no recurrió a la violencia, ni al cambio drástico de las estructuras político-sociales, sino al de mentalidad y actitudes. Esta invitación de Jesús a los de su época sigue siendo válida hoy para nosotros. El sermón de la montaña o las bienaventuranzas siguen instruyéndonos hoy a nosotros los cristianos. Jesús nos sigue hablando de poner la otra mejilla en vez de vengarse, de amar a los enemigos en vez de odiarlos, de hacer el bien a quienes nos odian, de bendecir a quienes nos maldicen y de perdonarlos setenta veces siete (Mt 5,38-43); Lc 6,27-37; Mt 18,22). Esto bastaría para revolucionar nuestras relaciones y nuestra espiritualidad. Los que viven de acuerdo con esta lógica de Jesús en esta vida, y sólo los que viven así en esta vida, tienen garantizada la promesa de la felicidad sin fin que soñamos todos, aunque nos cuesta creer en ella, a la que denominamos la vida eterna. Es, en definitiva, la vida de TODOS LOS SANTOS. Amén.