sábado, 27 de abril de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

V DOMINGO DE PASCUA. Ciclo C.
LA NOVEDAD DEL MANDAMIENTO NUEVO
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27: Continuación de la misión de Pablo y Bernabé. Pablo y Bernabé continúan anunciando el evangelio de Jesucristo por distintas ciudades. Terminado su primer viaje misionero, regresa a la Iglesia madre de Antioquía para contar la experiencia de su misión y comunicar a la comunidad cómo los paganos han acogido el Evangelio.
-          2ª Lectura: Apocalipsis 21,1-5a: La nueva creación. Por primera vez en el Apocalipsis, Dios sentado en el trono habla. Su palabra preside la nueva creación como había presidido la primera. Dios hace todas las cosas nuevas porque el primer mundo ha pasado y establece su morada entre los hombres. El fruto último de la salvación es un cielo nuevo y una tierra nueva, sin muerte ni dolor.
-          Evangelio: Juan 13,31-33ª. 34-35: El distintivo de los discípulos de Jesús. La novedad de la enseñanza de Jesús es el mandamiento del amor. Él es el modelo de este amor, cuando dijo: “como yo os he amado”. La Pascua de Cristo es una novedad como fue novedad el mandamiento nuevo. El amor mutuo es la garantía y la manifestación de la presencia permanente del Resucitado entre nosotros. Vivir la Pascua es vivir en caridad fraterna.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hace aproximadamente un mes que celebramos la Pascua, la principal fiesta de los cristianos. La fe pascual era siempre nueva. Después de un mes nos podemos preguntar: ¿Qué supuso para mí la Pascua? ¿me quedan restos de ella? Las respuestas a estas preguntas son las que tienen que decirnos si hemos entendido lo que la Pascua significa en la vida de la Iglesia y en la nuestra. Por si no recordamos, la Pascua es el paso de lo viejo a lo nuevo, y hoy lo ratifica Dios desde su trono: “HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS” (Ap. 21,5ª). De esta novedad nos habla la catequesis de este Domingo V de Pascua. Y las lecturas que nos regala liturgia de hoy nos invitan nuevamente a alimentar y desarrollar las tres virtudes teologales: Fe (nueva), Esperanza (nueva) y Caridad (nueva). 
FE. En este domingo, Pablo y Bernabé, en la primera lectura, nos muestran el mejor ejemplo de hombres de FE. Ellos recorrían las iglesias que habían fundado “exhortándolos a perseverar en la fe”. Su testimonio nos asegura que la fe en Cristo es la gracia más grande, es una fuerza victoriosa. “Todo es posible para el que cree” (Mc 9,23). Pero recuerdan que  la fe tiene que cultivarse, porque está llamada a crecer, ya que no hay crecimiento sin cuidados y exigencias. La fe puede resultar difícil, incluso peligrosa, porque choca muchas veces con los criterios, mentalidad e intereses del ambiente donde viven los creyentes. Ante esta realidad que puede llevarnos al desánimo o a la ‘apostasía’, el creyente tiene que abandonarse en las manos del Señor, esperando paciente los frutos de la fe, porque es Dios quien lo hace todo, pero por medio de nosotros mismos. Somos meros instrumentos en manos de Dios. 
ESPERANZA. En la segunda lectura, afirma Juan haber “visto un cielo nuevo y una tierra nueva”, donde “no había muerte ni luto ni llanto ni dolor”. ¡Dichoso Juan! Hoy muchos que considerarían de vana ilusión esta afirmación de Juan, porque en muchas ciudades de nuestro mundo no salen otras noticias que no sean corrupciones, atropellos, violación de los derechos humanos, etc.; estudias una situación y encuentras cantidad de egoísmos, injusticias y engaños; esperas un poco y oirás las quejas y los llantos. Y sin embargo, seguimos esperando un cielo nuevo y una tierra nueva. No está ni estará en un lugar geográfico, porque el Reino de Dios “no está aquí o allá; viene sin dejarse sentir; el Reino de Dios ya está dentro de vosotros” (cf. Lc 17,20-21). Está en el corazón de los sencillos, de los creyentes. Y está en las comunidades, tal vez que no llaman atención, que se comprometen con el Evangelio, y está en las Iglesias que se renuevan cada día en el Espíritu. Esta ciudad no baja ya del cielo siendo perfecta, se está perfeccionando cada día, se renueva progresivamente. Es nuestra tarea, como ya dijimos el domingo pasado, el enjugar lágrimas, compartir el dolor, combatir las causas del sufrimiento y muerte de nuestros hermanos. Es compromiso nuestro embellecer e iluminar nuestra ciudad (terrena), para que sea la alegría de los hombres y el encanto de Dios. 
CARIDAD. Y por último, hoy recordamos el mandamiento de Jesús: “que os améis unos a otros como yo os he amado”. Además dice Jesús que “ésta es la señal por la que conocerán que sois mis discípulos”. Éste es el testamento de Jesús, transmitido a sus amigos pocas horas antes de morir. Lo primero que llama la atención es que Jesús habla del AMOR como un mandamiento nuevo, sabiendo que antes de él otros, el Antiguo Testamento y pensadores (filósofos), habían hablado de lo mismo. ¿Dónde está la novedad? Pues, la novedad está en “como yo os he amado”. Jesús amó de manera diferente como amamos nosotros los hombres. En un mundo donde se ha falsificado el amor, el creyente tiene que volver su mirada hacia Jesús y preguntarle: ¿Señor, cómo amas?; o bien profundizar lectura del Evangelio, donde Jesús  ofrece grandes lecciones de amor. En una ocasión dijo a sus discípulos: “No os llamo siervos… a vosotros os llamo amigos”. En la Iglesia nos hemos de querer sencillamente como amigos y amigas. Y entre amigos se cuida la igualdad, la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es señor de sus amigos. (Pagola) En otra ocasión dijo: “No he venido a ser servido sino a servir”. Entre amigos nadie se ha de imponer. Todos han de estar dispuestos a servir y colaborar.  En otra, Jesús enseñó a sus discípulos a comer con pecadores y gentes excluidas y despreciadas. Les riñó por apartar a los niños. En la comunidad de Jesús no estorban los pequeños, cosa que hacen a menudo los grandes. (Pagola) Ahora la pregunta de siempre: ¿podemos amar así? Nada es imposible cuando contamos con Dios. Lo podemos intentar, siempre que nos dejemos llevar por el Espíritu Santo. Como hombres no podremos porque terminaremos diciendo: “hasta aquí llegamos. Porque si nos pasamos de la raya podemos parecernos raros o tontos. Porque se puede ser bueno, pero no tanto”. Amén.

domingo, 21 de abril de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE PASCUA. (DOMINGO DEL BUEN PASTOR). Ciclo C.
LA UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 13,14. 43-52: La salvación es ofrecida a todos. Los apóstoles anuncian el mensaje de Jesús por todo el mundo. Muchas veces con muchas dificultades y persecuciones. La salvación de Cristo es universal. Pablo y Bernabé, viendo que los hebreos no aceptan el evangelio, abren las puertas de Cristo a los gentiles.
-          2ª Lectura: Apocalipsis 7,9. 14b-17: Los salvados provienen de toda raza, lengua y nación. La inmensa multitud que alaba al único Pastor es signo de la universalidad de la salvación. Esta multitud proviene de la tribulación y ha participado en la pasión gloriosa de Cristo. La simbología del “pastor” (evangelio) encuentra en el Apocalipsis una nueva identidad. Cristo, Buen pastor, ha ofrecido su vida y se ha convertido en el Cordero pascual inmolado.
-          Evangelio: Juan 10,27-30: El Pastor de la Humanidad. El evangelio describe la relación entre el pastor y las ovejas, es decir: entre Jesús y los hombres y mujeres. Las actitudes fundamentales que debe tener el discípulo de Cristo son la escucha de su palabra, conocerlo y seguirlo para llegar a la comunión con él.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Todos los años este domingo cuarto de Pascua se lee un pedazo del capítulo 10 del evangelio de Juan. Es la imagen de Jesús como pastor. Por eso a este domingo se le llama tradicionalmente "EL DOMINGO DEL BUEN PASTOR". También hoy celebramos e iniciamos, por este motivo, la JORNADA DE ORACION POR LAS VOCACIONES CONSAGRADAS: sacerdotales, religiosas y misioneras. Las personas llamadas a la vida consagrada hacen perdurar hoy entre nosotros la misión de Jesucristo, Buen Pastor.
A lo largo de los evangelio, Jesús se nos presenta como Señor, que dispone de sí mismo; como Luz del mundo, que disipa nuestras oscuridades provocadas por el pecado; como el Pan de vida y el Agua viva, que pueden saciar todas nuestras hambres y toda nuestra sed; como Vid verdadera, que nos llena de savia vivificante, para que demos fruto (bueno); como Camino que nos orienta, Verdad que nos enseña, Vida que nos llena, Resurrección y Vida que nos libera de toda muerte.
Todas estas imágenes que utiliza Jesús cuando se acerca a los hombres, deben provocar y despertar nuestra fe a veces apagada y adormilada. En este Año de la Fe, proclamado por nuestro Papa Emérito Benedicto XVI, debemos escudriñar la Palabra de Dios y encontrar motivos para fortalecer nuestra fe y seguir creyendo en el Cristo Resucitado. Hoy creemos que Jesús es nuestro pastor, nuestro Buen Pastor, nuestro mejor pastor. Tenemos razones sobradas para confesarlo así. El mismo Jesús nos lo explica en el evangelio que hemos escuchado.
  • “Conozco a mis ovejas.” No es un conocimiento distante, interesado, mercantilista, como un número más. Es un conocimiento amoroso. Sin darnos cuenta, Jesús nos mira con ojos misericordiosos, nos envuelve con su vestido de amor. Nos llama por nuestro nombre, porque nos conoce y nos distingue y nos aprecia.
  • “Les doy la vida eterna”. Nos da esta vida eterna cuando nos ofrece su pan y su vino, que simbolizan su cuerpo y su sangre; también nos alimenta con su palabra y su Espíritu. La “vida eterna es don de los dioses”. Los hombres somos mortales, seres-para-la-muerte. Jesús nos contagia de vida eterna, haciéndonos partícipes de la naturaleza divina. Así podremos vivir conociendo a Dios y siendo conocidos por Él, amando a Dios y siendo amados por Él, para siempre.
  • “Nadie las arrebatará de mi mano”. El pastor Jesús es valiente y tiene fuerza, la que le comunica el Espíritu, la que le viene del Padre, es la fuerza del amor. El amor es más fuerte que el odio y la violencia. Puede enfrentarse a todos los enemigos, los príncipes de este mundo, aquellos que hacen la vida imposible a los demás hombres. Por eso nosotros, sus ovejas, hemos de sentirnos seguros y tranquilos. “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.”
  • “Yo doy mi vida por las ovejas”. Muere él para que no mueran ellas. Es la máxima expresión de amor. Los lobos -¡son tantos y tan peligrosos en nuestro ancho mundo!- podrán quitarle la vida, pero a las ovejas ni un rasguño. “Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Se cumplió lo que había dicho: no he perdido a ninguno de los que me has dado” (Jn 17, 12; 6,39). Esta capacidad de sacrificio y entrega es lo que distingue con claridad lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, el amor del interés, es decir, al que ama del que se aprovecha.
Queridos hermanos y hermanas, esto vale tanto para los evangelizadores (obispos, sacerdotes, diáconos, catequistas) como para toda clase de profesiones y para toda clase de relaciones. La piedra de toque es la capacidad de sacrificio que asumimos ante las personas que nos ha confiado el Señor para cuidarlas o trabajar por ellas. Esa misión no está exenta de necesidades, miedos, sufrimientos, sacrificios, riesgos, agobios, preocupaciones, etc. Pero en medio de estas situaciones, a veces desagradables, que acompañan a la misión del pastor(a), siempre hay una promesa de la “vida eterna”, de la que nos habla hoy el libro del Apocalipsis. “Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno”. Ya no tendrán necesidades ni agobios ni miedos ni preocupaciones. Éste es resultado final de aquellos y aquellas que realizarán bien su encomienda para la construcción del Reino de Dios.
Lo que esperamos para después tenemos que ir consiguiéndolo ahora. La esperanza nunca se cruza de brazos. Ella se esfuerza por adelantar el Reino de Dios. Por eso nosotros, hombres y mujeres de esperanza, trabajaremos para que nadie pase hambre ni sed, en ningún sentido, para nadie sufra fatigas de muerte, para que nadie sea perseguido ni por su religión ni por su opción ideológica o política ni por su raza ni por su nacionalidad, porque todos somos hijos de Dios. Y trabajaremos para que no haya injusticias, opresiones, dictaduras ni exclusiones ni esclavitudes, porque todas estas cosas entorpecen la venida del Reino de Dios. Esta tarea es más necesaria ahora, porque son muchas las lágrimas de nuestros ojos y en los de nuestros hermanos. Y Dios quiere valerse de nosotros para enjugar esas lágrimas; sobre todo, quiere que cada uno, en la medida de sus posibilidades, impidamos que la gente vuelva a llorar. Por eso hemos de luchar contra las causas que provocan esas lágrimas. Amén.

domingo, 14 de abril de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE PASCUA. Ciclo C.
TERCERA APARICIÓN DE CRISTO RESUCITADO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 5,7b-32. 40b-41: Los apóstoles del Resucitado. Pedro y los otros apóstoles no tardan en experimentar lo que significa confesar y anunciar a Cristo resucitado. El testimonio de los apóstoles suscita reacciones en las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén. Pedro afirma con valentía que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.”
-          2ª Lectura: Apocalipsis 5,11-14: Gloria y alabanza al Señor. Dios, sentado en el trono, es adorado por una multitud de ángeles. Él posee el misterio de la vida y de la historia y el misterio del Cordero inmolado y resucitado. Esta visión-revelación se concluye con una gran doxología cantada por todos los seres.
-          Evangelio: Juan 21,1-19: Los apóstoles redescubren su misión. El lago de Tiberíades vuelve a ser un lugar de encuentro y de llamada. En el marco de la pesca milagrosa, Jesús ofrece a los apóstoles una comida, confirma a Pedro y establece el amor como signo del ministerio y guía de la nueva comunidad.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Seguimos reuniéndonos para celebrar la Eucaristía, bajo el sabor de la Pascua. El domingo pasado el apóstol Tomás nos ofrecía la imagen de lo que sucede a nosotros en muchas ocasiones. Jesús le decía que no solamente tenía que creer, sino que había que proclamar en alto la fe y compartirla con todos. Las lecturas que hacemos hoy nos manifiestan, una vez más, a Jesús como único Salvador y nos insisten en que “es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres” para alcanzar la salvación (merecida) por Jesús.
Este dilema que hoy nos pone el Señor es siempre actual en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Hay demasiadas voces en nuestro mundo que reclaman nuestra obediencia; hay demasiados señores que imponen su norma y prometen salvación; hay demasiadas situaciones que ponen a prueba nuestra fe, es decir, que nos invitan a escoger: o a Dios o al mundo. Conscientes de estas realidades, vamos a reflexionar y contemplar la actuación y la actitud de los primeros cristianos ante las mismas.
En la primera lectura, comienzan los apóstoles a seguir los pasos de Jesús. Están empezando a recorrer las estaciones del Vía Crucis. Lo primero va a ser un interrogatorio y un juicio ante las autoridades religiosas. Seguirán los azotes. Todo como Jesús. Y tendrán aún muchas estaciones que recorrer. En el juicio, los apóstoles van a hacer una opción clara por la primacía de la conciencia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombre”. Esto es muy importante. Dios habla, ante todo, en la intimidad de una conciencia “rectamente formada”, antes que en la oficialidad de un Sumo Sacerdote. Lo que pasa es que para oír esa voz de Dios en la conciencia hay que ser un cristiano adulto. Ser cristiano adulto implica no dejarse llevar por recetas facilonas o sencillas; hay que formar muy bien nuestra conciencia en la escuela de Jesús. Esta madurez en la fe hace que hasta los azotes recibidos sean motivo de alegría porque “recibieron aquel ultraje por el nombre de Jesús”. Frente a esta madurez, lo que más hace dudar a muchos cristianos es precisamente el recibir el azote de la crítica en el nombre de Jesús.
“Obedecer a Dios antes que a los hombres” implica abandonarnos en las manos del Señor, hacer lo qué nos manda a hacer. En el evangelio, Jesús sugiere a los apóstoles “echar las redes”. Esto significa creer en él, creer en su palabra, “a pesar de que habían estado trabajando toda la noche y no había pescado nada”. Y ahora echan las redes en su nombre y el fruto es abundante. ¡Cuántas veces la rutina, las prisas, el agobio, la impaciencia, el sufrimiento nos vuelven rebeldes, incluso, con Dios, y no hacemos caso a su Palabra, ni al consejo o apoyo de los hermanos. La pesca milagrosa es también como el signo de la evangelización de la Iglesia. Todos han de colaborar en ella. Y todos tienen un lugar en ella “hasta que se rompa la red”, señal de plenitud y universalidad. 
“Obedecer a Dios antes que a los hombres” implica también amarle sobre todas las cosas.  ¿Me amas más que a éstos? Es la pregunta clave que Jesús hace hoy a Pedro y a cada uno de nosotros. Jesús nos pide un amor humilde, amistoso y entregado. Todos los seguidores de Jesús seremos examinados de ese amor, porque creemos en el Dios amor. Pero este examen ha empezado; no es un examen sorpresa. En cada tarde, al fin de cada día y al fin de cada obra que realicemos hemos de preguntar si lo hemos hecho con o por amor para glorificar al Señor y servir a nuestros hermanos. Amén.

domingo, 7 de abril de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE PASCUA. Ciclo C.
LOS PODERES DE CRISTO
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 5,12-16: Los signos de la comunidad apostólica. Los milagros que hacen los discípulos de Jesús Resucitado son signos visibles de la nueva comunidad de Jerusalén. Muchos del pueblo al ver estos prodigios se incorporan al grupo de los creyentes y alaban a Dios y la comunidad crece en número.
-          2ª Lectura: Apocalipsis 1,9-11a. 12-13. 17-19: Día del Señor. Juan, desterrado en la isla de Patmos, tiene una visión. Ve al que es el principio y el fin, - el que vive -, y oye una voz que le invita a escribir todo lo que ve. El Cristo de la Pascua, muerto y resucitado, vencedor y dueño de la muerte, vive es el Señor de la vida. Él está presente en medio de la comunidad que lo celebra en el día del Señor.
-          Evangelio: Juan 20,19-31: El Resucitado da el Espíritu a sus discípulos. Cristo se aparece de nuevo a sus discípulos y les da el don de la paz y del Espíritu Santo. La negativa de Tomás a creer es una de las pruebas de la veracidad de la resurrección de Cristo. Bienaventurados los que tienen fe sin haber visto.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Después de la celebración de la Semana Santa y del solemne día de Pascua, nos encontramos reunidos de nuevo para celebrar la Eucaristía. Es el “día del Señor” y, al igual que hacían los primeros cristianos, nos hemos reunido para escuchar la Palabra de Dios y compartir el Sacramento eucarístico. Sigue resonando el ALELUYA de PASCUA por la gran noticia de la resurrección del Señor. En todo este tiempo de Pascua, la palabra PAZ la repetiremos muchas veces como el saludo de Cristo resucitado.
Hoy Jesús, el resucitado, trae esa PAZ a sus apóstoles, asustados todavía por los episodios de la Pasión. Todavía no se habían recuperado del golpe de perder a su Maestro y Señor. Les ha llegado la noticia de su resurrección de entre los muertos, pero no acaban de creerlo del todo; persiste la duda y la desconfianza. Pero sobre todo, tienen miedo a los judíos, por eso permanecen encerrados en su casa. Y en este contexto, se presenta el Señor en medio de ellos y les ofrece, en primer lugar, la PAZ. Nos lo cuenta el evangelio: “ellos se llenaron de alegría al ver al Señor”. La paz es indispensable para el ser humano a fin de que se desenvuelva bien en la vida. Por eso el Señor les asegura esa PAZ.
Este mismo evangelio nos cuenta que en esa primera aparición del Cristo resucitado faltaba el Apóstol Tomás, que no dio crédito a los comentarios de sus hermanos de la comunidad. Él exigía pruebas fehacientes: “si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. Igual que Tomás, hay muchos hombres y mujeres que también “exigen pruebas para creer”. Ahora ya no sólo las pruebas de la existencia de Dios, sino de su presencia, eficacia y acción poderosas  en nuestro mundo y en sus vidas. Nuestro mundo lastimado por la violencia, el hambre, la crisis, las catástrofes naturales…; nuestras vidas marcadas por el sufrimiento, las enfermedades y la muerte. Estas son las situaciones que alimentan la duda en muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Son las situaciones que les hacen encerrarse en sí mismos, cerrarse a Dios y a sus hermanos que hoy proclaman la alegría de la resurrección del Señor, como les pasó a los Apóstoles.
La palabra del Señor es siempre nueva y actual: “Dichosos los que crean sin haber visto”. Hoy nos lo sigue diciendo Jesús: “Dichosos los que crean sin exigir pruebas, demostraciones, milagros, resultados…”. Porque la fe es un regalo y no fruto de lo anterior que exige el hombre actual. La fe es ver lo que otros no ven; extender las manos y no tocar para creer; es abrir el corazón a las palpitaciones del amor eterno de Dios. La fe es caer de rodillas ante el Señor y sentirlo vivo y cercano. La fe es no caer en el vacío sino en las manos amorosas de Dios Padre. La fe crea solidaridad y alegría en el compartir.
Igual que la misma vida, no podemos vivir la fe en solitario, al margen de la comunidad eclesial y parroquial. Queramos admitirlo o no, “somos gente de segunda mano”, escribe el jesuita Carlos Vallés. La misma idea la expresa el grupo Brotes de Olivos, en su canción “Todo es de todos”:

“Lo que sale de mi boca pertenece a los demás,
¿quién, las voces que cantó, podría recuperar?
Eso que salió del alma nace de la humanidad,
y se suma al patrimonio que todos han de gozar.

El mensaje central de estas dos citas es que no somos nada originales sino producto de varias aportaciones genéticas y culturales de otros. Esto también pasa con la fe. Los que creen sin haber visto son los discípulos del “día después”. Son todos los que han transmitido la fe de generación en generación. Hagamos caso a esos hermanos que han visto y han sentido en sus vidas al Cristo resucitado. Ellos no han pedido ni exigido nada para creer. Sólo han recibido el Espíritu Santo que hoy exhala el Señor sobre nosotros. Ellos sólo han recibido la potestad de perdonar los pecados de sus hermanos. Perdonar los pecados es bloquear el MAL; es apagar con el fuego del amor la rivalidad, el resentimiento y el espíritu de venganza. Es implantar en mi vida y nuestra comunidad/sociedad la cultura del perdón, de la comprensión, de la compasión y de la colaboración. El perdón es la máxima expresión del amor resucitado, es el triunfo de la misericordia. Amén.

ACTVIVIDADES PARROQUIALES

PEREGRINACION PARROQUIAL A ALMONTE

 El sabado 6 de abril un grupo de fieles de nuestra Parroquia, principalmente componentes de los Grupos de Lectura Creyente de la Palabra, hemos realizado un viaje de peregrinacion a la Parroquia de Almonte, para postrarnos ante la Santisima Virgen del Rocio. Con motivo del "Año de la Fe" y con el objetivo de ganar el  Jubileo decretado por S.S. Benedicto XVI para quienes visiten, en las condiciones que establece la Iglesia, a la Virgen del Rocio durante su permanencia en la Parroquia de la Asunción de Almonte, y dentro de las actividades parrquiales programadas durente este año.
Ha sido una maravillosa experiencia de fe y fraternidad entre los que hemos asistido. La peregrinación comenzo a las 9 de la mañana del sabado, con la salida en autobus desde Arroyomolinos, tras una corta parada en el camino, llegamos a la localidad de Almonte, donde tras postrarnos ante la "Blanca Paloma", asistimos a la celebracion de la Eucaristía, concelebrada por nuestro párroco D. Jesus, junto a otras parroquias y hermandades de Huelva y Sevilla; tras la Eucaristía nos dirigimos a la localidad vecina de Bollullos, donde tuvimos el almuerzo y regreso a casa.