domingo, 14 de abril de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE PASCUA. Ciclo C.
TERCERA APARICIÓN DE CRISTO RESUCITADO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 5,7b-32. 40b-41: Los apóstoles del Resucitado. Pedro y los otros apóstoles no tardan en experimentar lo que significa confesar y anunciar a Cristo resucitado. El testimonio de los apóstoles suscita reacciones en las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén. Pedro afirma con valentía que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.”
-          2ª Lectura: Apocalipsis 5,11-14: Gloria y alabanza al Señor. Dios, sentado en el trono, es adorado por una multitud de ángeles. Él posee el misterio de la vida y de la historia y el misterio del Cordero inmolado y resucitado. Esta visión-revelación se concluye con una gran doxología cantada por todos los seres.
-          Evangelio: Juan 21,1-19: Los apóstoles redescubren su misión. El lago de Tiberíades vuelve a ser un lugar de encuentro y de llamada. En el marco de la pesca milagrosa, Jesús ofrece a los apóstoles una comida, confirma a Pedro y establece el amor como signo del ministerio y guía de la nueva comunidad.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Seguimos reuniéndonos para celebrar la Eucaristía, bajo el sabor de la Pascua. El domingo pasado el apóstol Tomás nos ofrecía la imagen de lo que sucede a nosotros en muchas ocasiones. Jesús le decía que no solamente tenía que creer, sino que había que proclamar en alto la fe y compartirla con todos. Las lecturas que hacemos hoy nos manifiestan, una vez más, a Jesús como único Salvador y nos insisten en que “es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres” para alcanzar la salvación (merecida) por Jesús.
Este dilema que hoy nos pone el Señor es siempre actual en la vida de la Iglesia y de cada cristiano. Hay demasiadas voces en nuestro mundo que reclaman nuestra obediencia; hay demasiados señores que imponen su norma y prometen salvación; hay demasiadas situaciones que ponen a prueba nuestra fe, es decir, que nos invitan a escoger: o a Dios o al mundo. Conscientes de estas realidades, vamos a reflexionar y contemplar la actuación y la actitud de los primeros cristianos ante las mismas.
En la primera lectura, comienzan los apóstoles a seguir los pasos de Jesús. Están empezando a recorrer las estaciones del Vía Crucis. Lo primero va a ser un interrogatorio y un juicio ante las autoridades religiosas. Seguirán los azotes. Todo como Jesús. Y tendrán aún muchas estaciones que recorrer. En el juicio, los apóstoles van a hacer una opción clara por la primacía de la conciencia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombre”. Esto es muy importante. Dios habla, ante todo, en la intimidad de una conciencia “rectamente formada”, antes que en la oficialidad de un Sumo Sacerdote. Lo que pasa es que para oír esa voz de Dios en la conciencia hay que ser un cristiano adulto. Ser cristiano adulto implica no dejarse llevar por recetas facilonas o sencillas; hay que formar muy bien nuestra conciencia en la escuela de Jesús. Esta madurez en la fe hace que hasta los azotes recibidos sean motivo de alegría porque “recibieron aquel ultraje por el nombre de Jesús”. Frente a esta madurez, lo que más hace dudar a muchos cristianos es precisamente el recibir el azote de la crítica en el nombre de Jesús.
“Obedecer a Dios antes que a los hombres” implica abandonarnos en las manos del Señor, hacer lo qué nos manda a hacer. En el evangelio, Jesús sugiere a los apóstoles “echar las redes”. Esto significa creer en él, creer en su palabra, “a pesar de que habían estado trabajando toda la noche y no había pescado nada”. Y ahora echan las redes en su nombre y el fruto es abundante. ¡Cuántas veces la rutina, las prisas, el agobio, la impaciencia, el sufrimiento nos vuelven rebeldes, incluso, con Dios, y no hacemos caso a su Palabra, ni al consejo o apoyo de los hermanos. La pesca milagrosa es también como el signo de la evangelización de la Iglesia. Todos han de colaborar en ella. Y todos tienen un lugar en ella “hasta que se rompa la red”, señal de plenitud y universalidad. 
“Obedecer a Dios antes que a los hombres” implica también amarle sobre todas las cosas.  ¿Me amas más que a éstos? Es la pregunta clave que Jesús hace hoy a Pedro y a cada uno de nosotros. Jesús nos pide un amor humilde, amistoso y entregado. Todos los seguidores de Jesús seremos examinados de ese amor, porque creemos en el Dios amor. Pero este examen ha empezado; no es un examen sorpresa. En cada tarde, al fin de cada día y al fin de cada obra que realicemos hemos de preguntar si lo hemos hecho con o por amor para glorificar al Señor y servir a nuestros hermanos. Amén.

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