III DOMINGO
DE PASCUA. Ciclo C.
TERCERA APARICIÓN DE CRISTO RESUCITADO
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1ª Lectura: Hechos de los Apóstoles
5,7b-32. 40b-41: Los apóstoles del
Resucitado. Pedro y los otros apóstoles no tardan en experimentar lo que
significa confesar y anunciar a Cristo resucitado. El testimonio de los
apóstoles suscita reacciones en las autoridades religiosas y políticas de
Jerusalén. Pedro afirma con valentía que “hay que obedecer a Dios antes que a
los hombres.”
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2ª Lectura:
Apocalipsis 5,11-14: Gloria y alabanza al Señor. Dios, sentado en el trono, es adorado por una
multitud de ángeles. Él posee el misterio de la vida y de la historia y el
misterio del Cordero inmolado y resucitado. Esta visión-revelación se concluye
con una gran doxología cantada por todos los seres.
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Evangelio: Juan 21,1-19: Los apóstoles redescubren su misión. El
lago de Tiberíades vuelve a ser un lugar de encuentro y de llamada. En el marco
de la pesca milagrosa, Jesús ofrece a los apóstoles una comida, confirma a
Pedro y establece el amor como signo del ministerio y guía de la nueva
comunidad.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Seguimos reuniéndonos para
celebrar la Eucaristía, bajo el sabor de la Pascua. El domingo pasado el
apóstol Tomás nos ofrecía la imagen de lo que sucede a nosotros en muchas
ocasiones. Jesús le decía que no solamente tenía que creer, sino que había que
proclamar en alto la fe y compartirla con todos. Las lecturas que hacemos hoy
nos manifiestan, una vez más, a Jesús como único Salvador y nos insisten en que
“es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres” para alcanzar la salvación
(merecida) por Jesús.
Este dilema que hoy nos pone el Señor es siempre actual en la vida
de la Iglesia y de cada cristiano. Hay demasiadas voces en nuestro mundo que
reclaman nuestra obediencia; hay demasiados señores que imponen su norma y
prometen salvación; hay demasiadas situaciones que ponen a prueba nuestra fe,
es decir, que nos invitan a escoger: o a Dios o al mundo. Conscientes de estas
realidades, vamos a reflexionar y contemplar la actuación y la actitud de los
primeros cristianos ante las mismas.
En la primera lectura, comienzan los apóstoles a seguir los pasos
de Jesús. Están empezando a recorrer las estaciones del Vía Crucis. Lo primero
va a ser un interrogatorio y un juicio ante las autoridades religiosas.
Seguirán los azotes. Todo como Jesús. Y tendrán aún muchas estaciones que
recorrer. En el juicio, los apóstoles van a hacer una opción clara por la
primacía de la conciencia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombre”.
Esto es muy importante. Dios habla, ante todo, en la intimidad de una
conciencia “rectamente formada”, antes que en la oficialidad de un Sumo
Sacerdote. Lo que pasa es que para oír esa voz de Dios en la conciencia hay que
ser un cristiano adulto. Ser cristiano adulto implica no dejarse llevar por
recetas facilonas o sencillas; hay que formar muy bien nuestra conciencia en la
escuela de Jesús. Esta madurez en la fe hace que hasta los azotes recibidos
sean motivo de alegría porque “recibieron aquel ultraje por el nombre de
Jesús”. Frente a esta madurez, lo que más hace dudar a muchos cristianos es
precisamente el recibir el azote de la crítica en el nombre de Jesús.
“Obedecer a Dios antes que a los hombres” implica abandonarnos en
las manos del Señor, hacer lo qué nos manda a hacer. En el evangelio, Jesús sugiere
a los apóstoles “echar las redes”. Esto significa creer en él, creer en su
palabra, “a pesar de que habían estado trabajando toda la noche y no había
pescado nada”. Y ahora echan las redes en
su nombre y el fruto es abundante. ¡Cuántas veces la rutina, las prisas, el
agobio, la impaciencia, el sufrimiento nos vuelven rebeldes, incluso, con Dios,
y no hacemos caso a su Palabra, ni al consejo o apoyo de los hermanos. La pesca
milagrosa es también como el signo de la evangelización de la Iglesia. Todos han
de colaborar en ella. Y todos tienen un lugar en ella “hasta que se rompa la
red”, señal de plenitud y universalidad.
“Obedecer a Dios antes que a
los hombres” implica también amarle sobre todas las cosas. ¿Me amas más que a éstos? Es la pregunta
clave que Jesús hace hoy a Pedro y a cada uno de nosotros. Jesús nos pide un
amor humilde, amistoso y entregado. Todos los seguidores de Jesús seremos
examinados de ese amor, porque creemos en el Dios amor. Pero este examen ha empezado; no es un examen sorpresa.
En cada tarde, al fin de cada día y al fin de cada obra que realicemos hemos de
preguntar si lo hemos hecho con o por amor para glorificar al Señor y servir a
nuestros hermanos. Amén.
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