DOMINGO DE LA
SANTÍSIMA TRINIDAD. Ciclo C.
IGUALES
Y DISTINTOS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
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1ª Lectura: Proverbios 8,22-31: La Sabiduría de Dios. La lectura forma parte del poema didáctico
que personifica a la sabiduría. Se presenta a la Sabiduría como anterior a toda
la creación y que asiste en la organización del mundo. La solemnidad de hoy
invita a identificar la Sabiduría con Jesucristo, que es la Palabra.
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2ª Lectura:
Romanos 5,1-5: El Espíritu ha
sido derramado en nuestros corazones. El Espíritu es fundamento de nuestra
esperanza; nos ayuda a superar las dificultades de la vida y nos hace crecer en
la virtud. El Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones para que demos
frutos de amor verdadero. El Espíritu Santo ha hecho q2ue sintamos en nosotros
la cercanía del amor de Dios Padre.
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Evangelio: Juan 16,12-15: El Espíritu de la verdad. El evangelio de este domingo forma parte
del discurso de despedida que Jesús dirige a sus discípulos entristecidos. El
Espíritu Santo continúa revelando a Cristo, guía a los fieles hasta alcanzar la
verdad plena y les hace descubrir el misterio de la salvación en cada
acontecimiento de la historia.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El
domingo pasado celebramos el día de Pentecostés. Con ello cerrábamos los
cincuenta días del “tiempo de Pascua”. Hoy celebramos la fiesta de la Santísima
Trinidad. En nuestras familias recordamos y celebramos aquellas fechas de
relieve destacado: el día del cumpleaños, el aniversario de la boda o de muerte
de un ser querido; el aniversario de un acontecimiento relevante, ya sea alegre
o triste. En la familia cristiana, que es la Iglesia, hacemos también lo mismo.
A lo largo del año litúrgico vamos recordando y celebrando las fiestas de los
Santos, de la Virgen, del Señor. Hoy, como culmen de todas ellas, celebramos la
fiesta de la Santísima Trinidad, que es la fiesta de Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Es la fiesta de nuestro Dios cercano, próximo, alcanzable,
aunque “se nos esconda” bajo ese nombre un tanto inexplicable de la Santísima
Trinidad.
La Santísima Trinidad es un misterio. Es
el GRAN MISTERIO de todos los tiempos y para todas las civilizaciones y
culturas. Ante ese misterio, el hombre ha tratado de decir algo sobre él, pero
se ha visto limitado. El Dios cristiano es mucho más de lo que han dicho los
filósofos de él y hombres de muchas sensibilidades religiosas del antaño y de
hoy. No es el motor inmóvil (Aristóteles y Santo Tomás); no es ser supremo,
trascendente, serio y solitario. Estos atributos chocan frontalmente con lo que
nos dice la Escritura acerca de nuestro Dios. Por ejemplo: el libro de los
Proverbios (1ª lectura) nos dice que Dios jugaba con la bola de la tierra,
gozaba con los hijos de los hombres; algún pasaje del evangelio nos recuerda
que los apóstoles reñían a los niños porque rodeaban a Jesús (Segunda Persona
de Santísima Trinidad). Pero hay que decir que los niños tienen un sexto
sentido: no se acercan a un hombre serio. Se acercan a quien los acoge con
alegría.
Carísimos hermanos y hermanas, cada vez
que hacemos la señal de la cruz, confesamos, bendecimos, oramos a la Santísima
Trinidad. Recordemos con el signo y la palabra, con la mente y el corazón, el
misterio de Dios, Amor inmenso -sin medida- imposible de comprender, imposible
de agotar. Reconocemos a Dios como Padre que engendra, como Hijo engendrado,
como Espíritu florecido. Reconocemos a Dios-Comunión perfecta y entregada,
abrazo que une y que respeta, alegría consumada, fuente de todo ser, de toda
vida. A la vez confesamos, humildes y agradecidos, que el misterio no es un
círculo cerrado, sino que desborda y llega hasta nosotros.
Estamos hechos a imagen y semejanza de
la Santísima Trinidad. Primero tendremos que preguntarnos que ¿en qué se nota y consiste esa imagen? Si nos quedamos sólo con lo negativo que hay
en nosotros será difícil ver esa nuestra semejanza con Dios. Lo cierto es que
se puede hablar de nuestra conciencia, de nuestra libertad, de nuestra
inteligencia, de nuestro poder creador. En nosotros hay chispas de Dios. Pero
no es sólo esto. Lo propio del Dios cristiano, el Dios Trinitario es el amor
entregado y compartido. Dios es Amor, así nos le presentó Jesús. Sólo el que
vive la caridad puede entender la Trinidad (S. Agustín) y puede parecerse a
ella.
En la persona se descubre la imagen trinitaria cuando triunfa el
dinamismo de apertura al otro, de relación responsable, de comunión. Si somos
acogedores, comprensivos, dialogantes, respetuosos; si nos acercamos al otro y
nos dejamos interpelar por él, y le damos la respuesta que necesita; si somos
solidarios y sabemos compartir y colaborar; si somos capaces de perdonar, unir
y pacificar; si nos esforzamos por vivir la comunión, brillará en nosotros la
bella imagen de la Santísima Trinidad, y seremos más nosotros mismos. En los
grupos, familias y comunidades, la misma estructura favorece la imagen
trinitaria. Amén.