domingo, 26 de mayo de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Ciclo C.
IGUALES Y DISTINTOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Proverbios 8,22-31: La Sabiduría de Dios. La lectura forma parte del poema didáctico que personifica a la sabiduría. Se presenta a la Sabiduría como anterior a toda la creación y que asiste en la organización del mundo. La solemnidad de hoy invita a identificar la Sabiduría con Jesucristo, que es la Palabra.
-          2ª Lectura: Romanos 5,1-5: El Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones. El Espíritu es fundamento de nuestra esperanza; nos ayuda a superar las dificultades de la vida y nos hace crecer en la virtud. El Espíritu ha sido derramado en nuestros corazones para que demos frutos de amor verdadero. El Espíritu Santo ha hecho q2ue sintamos en nosotros la cercanía del amor de Dios Padre.
-          Evangelio: Juan 16,12-15: El Espíritu de la verdad. El evangelio de este domingo forma parte del discurso de despedida que Jesús dirige a sus discípulos entristecidos. El Espíritu Santo continúa revelando a Cristo, guía a los fieles hasta alcanzar la verdad plena y les hace descubrir el misterio de la salvación en cada acontecimiento de la historia.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado celebramos el día de Pentecostés. Con ello cerrábamos los cincuenta días del “tiempo de Pascua”. Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad. En nuestras familias recordamos y celebramos aquellas fechas de relieve destacado: el día del cumpleaños, el aniversario de la boda o de muerte de un ser querido; el aniversario de un acontecimiento relevante, ya sea alegre o triste. En la familia cristiana, que es la Iglesia, hacemos también lo mismo. A lo largo del año litúrgico vamos recordando y celebrando las fiestas de los Santos, de la Virgen, del Señor. Hoy, como culmen de todas ellas, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, que es la fiesta de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la fiesta de nuestro Dios cercano, próximo, alcanzable, aunque “se nos esconda” bajo ese nombre un tanto inexplicable de la Santísima Trinidad.
La Santísima Trinidad es un misterio. Es el GRAN MISTERIO de todos los tiempos y para todas las civilizaciones y culturas. Ante ese misterio, el hombre ha tratado de decir algo sobre él, pero se ha visto limitado. El Dios cristiano es mucho más de lo que han dicho los filósofos de él y hombres de muchas sensibilidades religiosas del antaño y de hoy. No es el motor inmóvil (Aristóteles y Santo Tomás); no es ser supremo, trascendente, serio y solitario. Estos atributos chocan frontalmente con lo que nos dice la Escritura acerca de nuestro Dios. Por ejemplo: el libro de los Proverbios (1ª lectura) nos dice que Dios jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres; algún pasaje del evangelio nos recuerda que los apóstoles reñían a los niños porque rodeaban a Jesús (Segunda Persona de Santísima Trinidad). Pero hay que decir que los niños tienen un sexto sentido: no se acercan a un hombre serio. Se acercan a quien los acoge con alegría.
Carísimos hermanos y hermanas, cada vez que hacemos la señal de la cruz, confesamos, bendecimos, oramos a la Santísima Trinidad. Recordemos con el signo y la palabra, con la mente y el corazón, el misterio de Dios, Amor inmenso -sin medida- imposible de comprender, imposible de agotar. Reconocemos a Dios como Padre que engendra, como Hijo engendrado, como Espíritu florecido. Reconocemos a Dios-Comunión perfecta y entregada, abrazo que une y que respeta, alegría consumada, fuente de todo ser, de toda vida. A la vez confesamos, humildes y agradecidos, que el misterio no es un círculo cerrado, sino que desborda y llega hasta nosotros.
Estamos hechos a imagen y semejanza de la Santísima Trinidad. Primero tendremos que preguntarnos que ¿en qué se nota y consiste esa imagen? Si nos quedamos sólo con lo negativo que hay en nosotros será difícil ver esa nuestra semejanza con Dios. Lo cierto es que se puede hablar de nuestra conciencia, de nuestra libertad, de nuestra inteligencia, de nuestro poder creador. En nosotros hay chispas de Dios. Pero no es sólo esto. Lo propio del Dios cristiano, el Dios Trinitario es el amor entregado y compartido. Dios es Amor, así nos le presentó Jesús. Sólo el que vive la caridad puede entender la Trinidad (S. Agustín) y puede parecerse a ella. 
En la persona se descubre la imagen trinitaria cuando triunfa el dinamismo de apertura al otro, de relación responsable, de comunión. Si somos acogedores, comprensivos, dialogantes, respetuosos; si nos acercamos al otro y nos dejamos interpelar por él, y le damos la respuesta que necesita; si somos solidarios y sabemos compartir y colaborar; si somos capaces de perdonar, unir y pacificar; si nos esforzamos por vivir la comunión, brillará en nosotros la bella imagen de la Santísima Trinidad, y seremos más nosotros mismos. En los grupos, familias y comunidades, la misma estructura favorece la imagen trinitaria. Amén.

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