EL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.
Ciclo C.
LA
EUCARISTÍA, MISTERIO DE FE
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1ª Lectura: Génesis 14,18-20: La ofrenda del pan y del vino. Melquisedec, sacerdote pagano sin genealogía,
bendice a Abrahán y realiza una ofrenda con frutos de la tierra para agradecer
a Dios la victoria que ha otorgado al patriarca. La ofrenda del pan y del vino
anticipa la verdadera ofrenda de Cristo. La Iglesia desde los primeros tiempos
ha visto en Melquisedec la figura de Cristo, que ofrece el pan y el vino del
sacrificio de su propia vida.
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2ª Lectura: I Corintios 11,23-26: Haced esto en
memoria mía. Pablo no relata la institución de la cena del Señor como un
episodio más de la vida de Jesús, sino como un acontecimiento que une el pasado
(la muerte del Señor) con el presente (el Señor vive) y con el futuro (el
encuentro definitivo con el Señor). Pablo recuerda a la comunidad que la
Eucaristía crea comunión y conecta con el acontecimiento pascual de Cristo.
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Evangelio: Lucas 9,11b-17: El pan compartido por una multitud. La multiplicación de los panes
es signo de la Eucaristía. Jesús al multiplicar los panes realizó los mismos
gestos que luego hizo en la institución de la Eucaristía: tomó pan, levantó los
ojos al cielo, pronunció la bendición, partió y dio a sus discípulos.
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo: Este domingo, al igual que otros muchos, nos
hemos reunido para celebrar la Eucaristía y escuchar la Palabra de Dios. Pero
hoy lo hacemos en un día sumamente especial, porque celebramos la festividad
del “Corpus Christi”; precisamente la festividad: del Sacramento de la Eucaristía y de la presencia real del Señor en un poco de pan y de vino, tal como el
Señor lo anunció y mandó que hiciéramos. Es el tesoro más grande que tenemos
los cristianos, la herencia más sagrada. A su vez, es anticipo y promesa de la herencia
definitiva.
Este
domingo lo dedicamos a bendecir a Dios por esta su presencia real entre nosotros, hecho pan y vino en la Eucaristía.
Para nosotros, los que a lo largo del año nos reunimos en el templo para alabar
y bendecir al Señor en su día, el Corpus Christi no puede quedarse en pura
celebración externa, en un mero recorrido por nuestras calles con bonitas
canciones y alabanzas. Honrar el
Cuerpo de Cristo significa algo más que alabarlo y adorarlo en el Santísimo
Sacramento. Es:
- Comulgar con Él. Comulgarlo, hacernos carne de su carne.
- Acercarse al hermano. Hoy es el día del amor, porque el Corpus lo que hace presente es eso, el amor de Dios hacia nosotros.
- Compartir “lo nuestro” con los demás, preferentemente, los pobres. El Cuerpo de Cristo se parte en todos los altares del mundo para saciar nuestra hambre de infinitud, de Dios, pero también para urgir nuestra entrega al otro. Hoy es el día de Cáritas, de dar y darnos. Jesús, cuando no podía hacer más por nosotros, se nos dio.
Mis
queridos hermanos, la Eucaristía nos enseña, nos urge, nos compromete. Algo en
nosotros tiene que cambiar. No se puede comulgar y quedar ileso. “Nadie puede
ver a Dios y quedar con vida”. Algo de nosotros tiene que morir si nos
acercamos tanto a Dios. Es inconcebible comulgar y seguir siendo egoísta,
violento, insolidario, cobarde, comodón, corrupto, asesino o colaborar con el
mal. La Eucaristía es experiencia pascual, anuncio de vida nueva. Comulgamos
para morir nosotros y vivir la vida de Cristo resucitado.
¡Aviso!
Esto no es sencillo, es más bien provocativo, signo de contradicción. Pero
debemos intentarlo con la ayuda del Señor y la fuerza del Espíritu. Cada
Eucaristía tiene que suponer una mayor común-unión con Cristo y con los
hermanos, porque Cristo, se ha dicho, es “el primer enfermo de fraternidad”. La
Eucaristía supone también una denuncia y confrontación con este mundo, en el
que encuentras una realidad anti-eucarística, por las rupturas, las violencias,
los rechazos y exclusiones. Cada Eucaristía debiera suponer un paso de la
desunión a la comunión, de la ruptura al encuentro, de la exclusión a la
inclusión.
Esto
es lo que significa el milagro de la multiplicación de los panes del evangelio
de hoy. La invitación de Jesús de “dadles vosotros de comer” sigue siendo
actual y fundamental. Ahora más que nunca. Hay muchos hambrientos del pan
material (personas que no tienen qué comer), pero también hay muchísimos
hambrientos del pan espiritual y el pan de los valores éticos y morales
(personas que buscan el sentido a su vida en lugares equivocados). A todos
ellos nos dice Cristo hoy, en el día en que celebramos su Santísimo Cuerpo y
Sangre, que saciemos su hambre. No hace falta inventar otra fórmula. Él mismo
ya nos ha enseñado el cómo: partiendo nuestro pan, es decir, siendo generosos
con los demás; y compartiendo también lo poco que tenemos, esto es, siendo
solidarios con más necesitados. La hay Eucaristía dignamente celebrada si no se
comparte tiempo, trabajo y dinero con el hermano. Así lo entendió la Iglesia
primitiva y así debemos hacerlo también nosotros en todo momento. Amén.
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