sábado, 7 de septiembre de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo C.
LA VERDADERA SABIDURÍA

Ideas principales de las lecturas de este domingo
  • 1ª Lectura: Sabiduría 9,13-18: La salvación reside en la sabiduría divina. Experimentamos que lo terreno, lo que se puede confrontar y controlar, lo tangible y visible, se nos escapa frecuentemente de las manos, que sólo se capta una parte de la realidad. ¿Cómo rastrear aquello que está más allá de la esfera humana, que pertenece al ámbito de lo divino? Sólo la sabiduría del Espíritu nos conducirá por los caminos rectos.
  • 2ª Lectura: Filemón 9b-10. 12-17: Una sociedad sin clases. Pablo recuerda el don de la libertad y del mutuo amor como fundamento de la comunidad. No vale la lógica del poder o de la esclavitud, sino la acogida del otro como “hermano” por amor. La caridad es la suprema norma de convivencia entre los hombres.
  • Evangelio: Lucas 14,25-33: El seguimiento de Jesús. Jesús proclama para sus discípulos la ley de la renuncia, no solo de los bienes terrenos sino de sí mismo. El discípulo de Jesús debe conocer las exigencias y consecuencias del verdadero seguimiento.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El título de la catequesis de este Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario es LA VERDADERA SABIDURÍA. De entrada hay que  decir que no se trata, obviamente, de la sabiduría de este mundo, creada por los hombres, sino de la Sabiduría que viene de arriba, la que sólo da Dios a quienes se la piden como el rey Salomón en la primera lectura. Este rey, a pesar de su poderío, supo que nada podía si no contaba con la ayuda de Dios; por eso, oró a Dios pidiéndole Sabiduría para gobernar bien a su pueblo. Esto ya nos conecta con el tema de la catequesis del domingo pasado: la humildad. Decíamos que sólo el hombre humilde se sabe creatura de Dios, es decir, que todo lo espera de él; sólo el hombre humilde  sabe apreciar el valor de las cualidades del otro y es capaz de comprender y compartir sus problemas. Ésta es la verdadera Sabiduría que el Señor nos propone hoy.
Ésta es la Sabiduría que san Pablo, en la segunda lectura, (nos) sugiere en la carta a Filemón. Se trata de la Sabiduría del Evangelio del Señor, que es camino de salvación para todo el que lo acepta y trata de cumplirlo con fidelidad. Por encima de las condiciones de la persona (salud o enfermedad, sabiduría o ignorancia, opulencia o carestía,  libertad o esclavitud), el Evangelio crea lazos indestructibles de fraternidad e igualdad que nivelan toda diferencia existente entre los hombres. Bajo la luz de la fraternidad evangélica san Pablo recomienda al esclavo Onésimo que regrese a la casa de su amo Filemón, de la que había escapado; y al amo le pide que le reciba fraternalmente, ya que por encima de la libertad y de la esclavitud tiene que manifestarse el amor de quienes viven el Evangelio de Jesús.
Esta lógica o Sabiduría de Dios ha sido y sigue siendo difícil de entender para nosotros los humanos, pero no, por ello, deja de ser la verdadera Sabiduría. Es verdadera porque, en verdad, es la que nos lleva a la vida que no tiene fin, a la verdadera felicidad. Por esta razón, Jesús, en el Evangelio de hoy, insiste más la radicalidad del seguimiento. La Sabiduría de Jesús sorprende y desconcierta, pero no engaña. Jesús nos diría lo mismo que el refrán de “más vale una triste verdad que mil bellas mentiras”. No obstante, esta verdad de Jesús no es triste, sino “nueva”. Hay que entenderla desde el punto de vista de la novedad. Jesús nos trae siempre algo nuevo para transformarnos interiormente, para cambiar nuestros esquemas, principios y criterios. Jesús es un líder atípico, fuera de serie, no igual a los líderes y maestros de este mundo que intentar atraer discípulos y adeptos a su causa, presentando un camino atractivo y fácil. Jesús, en cambio, coloca muy alto el listón para ser discípulo suyo. Su seguimiento y el de su causa se anteponen a la familia, a los bienes y a uno mismo. Aparece la cruz como único camino hacia el horizonte de vida. Jesús expone a sus discípulos las condiciones necesarias del seguimiento. No quiere superficialidades ni precipitaciones, ni opciones a medias; no admite discípulos que vivan al dictado de la mediocridad; no le agradan aquellos que presumen de ser “cristianos hoy” y viven un cristianismos sin cruz, los que “compaginan sus personales criterios con los de Dios”.
Queridos hermanos y hermanas, estas exigencias por muy difíciles que puedan resultarnos, no quiere decir que sean irrealizables. Jesús no nos pide algo imposible. Otros hermanos y hermanas que creyeron en Él, lo consiguieron con la ayuda de la gracia de Dios. Jesús no nos pide romper con la familia ni nos invita a ser “masoquistas”, ni a una vida miserable. Jesús nos pide una disponibilidad total y absoluta. Para ello, es indispensable renunciar a muchas cosas:
  • A los afectos, si éstos se interponen entre Jesús y nosotros.
  • Al deseo de evadirnos de nuestra realidad: tenemos que cargar con la cruz de cada día, es decir, la situación en que nos encontramos.
  • A la riqueza, a confiar en las cosas, a poner el corazón en las personas.
Por encima de todo esto, Jesús nos dice hoy que hay algo que merece la pena: “caminar según Dios el camino del amor, del servicio y de la entrega desinteresada a los demás”. Hoy se nos invitan a vivir el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Amén.

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