sábado, 19 de abril de 2014

TRIDUO PASCUAL

JUEVES SANTO. Ciclo A
LA CRUZ, MISTERIO DE SALVACIÓN

Ideas principales de las lecturas de hoy:
 
  • 1ª Lectura: Isaías 52, 13-53,12. El Siervo de Yahvé. La figura del Siervo, en su sentido colectivo, se refiere a Israel; de una manera más personalizada, al profeta. Su pleno sentido y su cumplimiento lo encontramos en Jesús. Él es el varón de dolores. Su muerte fue el camino de su exaltación y causa de nuestra salvación.
  • 2ª Lectura: Hebreos 4,14-16; 5, 7-9. Obediencia y ofrenda de Jesús. Jesús, mediador entre el Padre y la humanidad, intercede por nosotros. Él ha conocido nuestra debilidad y ha saboreado nuestras lágrimas y dolores. Su obediencia y su ofrenda son causa de salvación. Configurarse con Él es alcanzar misericordia y gracia.
  • Evangelio: Juan 18, 1-19, 42. La Pasión de Juan. La Pasión de San Juan, a la vez que nos acerca al sufrimiento del Mesías, nos hace vislumbrar su poder y su gloria. En todo momento, aún en los más indignos y dramáticos, Jesús es dueño de la situación. Sabe que ha llegado su hora y se entrega voluntariamente.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Ayer, Jueves Santo, fue el día del amor, de la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial. Hoy es el día de la cruz, de las cruces de todos: primero, la de Jesús, y, luego, la de los demás y nuestra. Naturalmente la cruz más escandalosa, la más sin-sentido fue la de Cristo, pero dio sentido a tantas cruces que, a lo largo de la historia, no lo han tenido.
Hoy es el día de todos los que padecen algún tipo de sufrimiento, ya sea nivel personal, familiar o social. Es el día de todos los países en guerra, de los enfermos incurables, de los parados, de los divorciados, de los niños abandonados, de los inmigrantes y exiliados. Hoy es el día de ponernos de rodillas ante la cruz de Cristo, y pensar, no sólo en nuestro sufrimiento, sino en el de todos los sufridos de este mundo.
Cuando miramos la cruz de Cristo de esta manera, nos damos cuenta de que en ella se encuentra todo el pecado humano y todo el sufrimiento humano, y que pesa y duele mucho. Esa cruz, obviamente, tiene mucho peso, hondura y espesura, misterio y profundidad sin límites.
La Cruz de Cristo es el resumen de todas las maldades unidas, desde la mentira y la traición, desde la ceguera irracional hasta el odio diabólico. Y da ganas de preguntarles Jesús: ¿Cómo pudiste, Señor? ¿Cómo te atreviste a cargar con el pecado del mundo?
Sin embargo, la cruz de Jesús es para el cristiano una lección de amor y de perdón. En la cruz fue el pecado vencido y el sufrimiento fue convertido en sacramento. En la cruz se esconde una energía que todo lo vence y lo renueva. No es otra que la energía del amor. En la cruz Dios amó al mundo hasta la muerte.
Pero esto es lo maravilloso, donde se acerca el amor divino todo se ilumina; recrea todo lo que toca y lo que asume. Decía San Ambrosio: "La cruz de Cristo significa la restauración del universo".
El mal fue vencido desde dentro y transformado en luz. El odio se convirtió en amor, la venganza en perdón, la enemistad en abrazo, la crueldad en ternura, la mezquindad en la mayor generosidad y todas las desgracias en fuente de gracia... Y la muerte se convirtió en hermana de la Pascua. La cruz es el triunfo del amor. Si alguien os pregunta ¿por qué murió nuestro Dios? Respondedle que "porque nos amaba". Murió para liberarnos de la muerte y asegurarnos una vida con Él en plenitud. Por eso, no dejemos de repetir con San Pablo: "Me amó y se entregó por mí". Amén.

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