sábado, 6 de noviembre de 2010

XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


DIOS NO ES UN DIOS DE MUERTOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Macabeos 7,1-2.9-14: Los dos libros de los Macabeos hablan de la resistencia del pueblo hebreo durante la época del dominio helenista. Las costumbres griegos ponían en peligro la identidad de Israel y de su fe. Escucharemos el acta martirial de siete hermanos. Afrontan el martirio antes de renegar de su fe, porque creen firmemente en la resurrección. El hombre puede destruir la vida, pero el Dios del universo tiene el poder de resucitar para la vida eterna.
- 2ª Lectura: II Tesolonicenses 2,16-3,5: Dios nos ama, nos consuela y nos da fuerza para que testimoniemos con palabras y obras lo que creemos y esperamos. Cristo es el primero de los resucitados, él es nuestra esperanza. El amor de Dios y la fuerza de su Espíritu no faltarán en aquellos que le invoquen confiados.
- Evangelio: Lucas 20,27-38: Un día se acercan a Jesús unos saduceos con el fin de ridiculizar sus enseñanzas y le proponen una cuestión de un hipotético caso. La respuesta de Jesús es clara: Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: las lecturas de hoy hablan de la resurrección de los muertos. Es una verdad que cada domingo confesamos al recitar el credo.
La primera lectura es un testimonio claro sobre la vida del hombre Una vida contemplada en su verdadero sentido: que no acaba con la muerte sino que tiene proyección eterna. A través del testimonio de unos jóvenes creyentes, se ofrece la certeza de la resurrección para quienes son fieles a la ley de Dios. Es un testimonio del año 163 antes de Cristo, aproximadamente, válido para nuestros días. Ante el martirio que sufren, confían plenamente en la promesa de Dios. Se les podrá arrancar la vida del cuerpo, pero Dios, que ha formado sus miembros, los restaurará definitivamente en la resurrección. No temen perder una vida humana porque están seguros de que Dios les dará la vida en toda su plenitud si se mantienen fieles a su Ley. Los jóvenes creyentes que son martirizados, mantienen la esperanza en la resurrección por su fidelidad a la voluntad del Señor.
San Pablo, en la segunda lectura, pone en guardia a la comunidad de Tesalónica sobre la venida última de Jesús. Que ha de venir no hay duda, afirma. Pero que no se turben con falsas alarmas sobre la inminencia de esa venida. Les amonesta a que deben vivir con constancia su fe: una fe expresada en buenas obras.
Si el domingo pasado la Palabra de Dios nos afirmaba que “Dios es amigo de la vida”, ahora Jesús nos dice -respondiendo a los Saduceos que negaban la resurrección de los muertos- que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Pues los hombres nacemos para vivir con Dios para siempre. Pero la certeza en la resurrección y la seguridad de una vida eterna, no solamente afecta al “día de mañana”. El hecho de estar destinados a sobrevivir a la muerte, debe dar sentido a nuestra vida actual. Debe llevarnos a vivir en plenitud nuestra fidelidad a Dios para poder saborear la vida de Dios en nosotros, ya ahora. Frente a la angustia de quien no ve salida ni sentido a esta vida; frente a la forma vivir de quienes piensan que la muerte cierra el paso de la vida, los cristianos tenemos que testimoniar nuestra esperanza en la certeza de la vida con Dios:
- Aquí y ahora, en cada minuto del día.
- Después, cuando Dios nos reúne con él para siempre.
Porque Dios es amigo de la vida y no es un Dios de muertos sino de vivos, como nos dice Jesús hoy. AMEN.

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