domingo, 9 de septiembre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

                                                               XXIII DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo B
“ABRIRSE A DIOS”
Ideas principales de las lecturas de este domingo
-          1ª Lectura: Isaías 35, 4-7a: Isaías anuncia que Dios mismo vendrá a salvar a su pueblo. Entonces los enfermos recobrarán la salud y la misma naturaleza se transformará. Vendrá a abrir de nuevo los ojos y los oídos insensibles. Será el punto de partida para otro estilo de pueblo que dará fruto salvífico.
-          2ª Lectura: Santiago 2, 1-5: Dios ha escogido a la gente que el mundo no aprecia: los pobres. Los ha hecho ricos en la fe. De este modo ha invertido los valores, sustituye el valor de los anillos por el de la fe. Dicha fe, unida al amor de Dios y no a los anillos, constituye una prenda del reino futuro.
-          Evangelio: Mateo 7, 31-37: Jesús hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Son signos mesiánicos, anunciados ya por los profetas. Quien acepta con fe los signos mesiánicos abre su corazón a la creencia y reconoce que Jesús todo lo ha hecho bien.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La liturgia de la Palabra de este Domingo suena a “comienzo”. ¿Qué comienza? Sin más dilación, sabemos que estamos a comienzo de un nuevo curso escolar, mucha gente se ha incorporado en sus puestos de trabajos después de unos días de vacaciones. También las Parroquias comienzan el curso, aunque no cerraron por vacaciones. Pero estamos en tiempos de programaciones de la pastoral… Ahora se nos entrega a cada uno un libro en blanco para que lo escribamos: es el momento de planificar. ¿Qué vamos a hacer este curso? ¿Qué espera Dios de nosotros como comunidad parroquial, como grupo de hermanos y amigos en la fe? ¿Qué espera Dios de mí, a nivel personal? Vamos a pensarlo un poco iluminados por la luz de la Palabra.
LO QUE DIOS ESPERA DE MÍ. Isaías nos lo anuncia en la primera lectura: “Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Dios viene en persona y os salvará”. ¿Quiénes son los cobardes de corazón? Los que tienen miedo a Dios y se mantienen a distancia de él; los que están oprimidos porque el miedo a lo les rodea les esclaviza sus corazones o la enfermedad oprime su cuerpo. El profeta anuncia una intervención divina. Esta intervención de Dios en nuestra vida, esta salvación prometida, no se va producir si no ponemos de nuestra parte. Tenemos que salir de casa, tenemos que participar en la vida de la Parroquia. Vivir nuestra vida cristiana unida a algún grupo. Los que ya tienen la costumbre de ir a misa todos los domingos que se unan a alguna Hermandad que funcione en su parroquia o una Asociación Cristiana o un  Movimiento Cristianos. Cada curso debe significar un pasito más en tu encuentro personal con Dios. No pienses que no sirves. Dios escoge a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe. En la Iglesia hay funciones diferentes, pero nadie es más grande que el otro. Somos todos iguales, porque todos somos hijos de Dios, que es lo que nos hace grandes e importantes. Si la Iglesia o alguien considera el dinero, el poder, la cultura hace a uno más importante que otro, se está moviendo por criterios del mundo y no por los de Dios. Santiago no advierte de esto en la segunda lectura.
LA CURACIÓN DEL SORDOMUDO. La salvación prometida por Dios en Isaías se hace presente en Jesús. Así lo entiende la gente cuando presencia el milagro de la curación. El sordomudo, ni oye ni habla. ¡Cuántos sordomudos hay en el mundo que ni oyen la palabra de Dios, ni hablan de Dios. Estos sordomudos necesitan a alguien que los saque del aislamiento y los acerque a Jesús. Luego, el Señor les hablará suavemente en su corazón y les tocará sus oídos para curarlos. En el bautismo se abrieron nuestros oídos para escuchar la Palabra y se soltó nuestra lengua para confesar la fe y alabar al Señor. Fue un milagro. El bautismo ha hecho que de nosotros broten gestos y palabras auténticamente liberadoras. Desde entonces prestamos oídos atentos a la palabra divina y somos palabra de oración permanente. Los que no escuchan a Dios cierran sus oídos y su corazón a la verdad y escuchan otras voces seductoras y engañosas. El que escucha la Palabra y alaba a Dios está dispuesto a ayudar a los sordos para que oigan y a lo mudos para que hablen. AMEN.

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