I DOMINGO DEL ADVIENTO. Ciclo C
MIRAD
AL FUTURO
Ideas
principales de las lecturas de este domingo:
-
1ª Lectura: Jeremías 33, 14-16. Jeremías desarrolla
su ministerio en tiempos difíciles. Crecen el poder y las riquezas de unos
pocos al tiempo que son más los pobres y abunda la injusticia. Se anhela la paz
y se busca la justicia, y se olvida al que es la Paz y la Justicia. El profeta
recuerda al pueblo que Dios solo garantizará su futuro y bienestar siempre que
lleve una vida honesta y justa. Jeremías anuncia a un descendiente de David que
hará justicia en la tierra.
-
2ª Lectura: I Tesalonicences 3, 12- 4, 2. La carta
de san Pablo a los Tesalonicences tiene como finalidad solucionar las
deficiencias de la fe que sufre la joven comunidad, a saber: el abandono de la fe a causa de las
dificultades externas, la tristeza por el destino de los muertos y el
comportamiento social y comunitario. El amor y el servicio mutuo aparecen
en la carta como la conducta querida por Dios. El Apóstol anima a la comunidad
a continuar viviendo según la predicación recibida. El futuro está encerrado en
el presente.
-
Evangelio: Lucas 21, 25-28.34-36. Lucas nos
advierte de que el mundo acabará en la forma que hoy tiene. Quien haga el bien
tendrá el reconocimiento agradecido de su Señor y el que haga el mal deberá
aceptar el reproche y la reprobación del Hijo del hombre. El cristiano se
presentará ante el Hijo de Dios para dar el último y definitivo retoque a su
obra salvadora.
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo: Voy a comenzar la catequesis de este Primer
Domingo del Adviento prestando atención a lo que acontece en nuestra vida
cotidiana. Todos estaríamos de acuerdo en que la vida de cada uno de nosotros
no es algo que “está hecho” de una vez para siempre. La estamos haciendo en
cada segundo. La estamos comenzando en cada instante. Cada día comenzamos las
labores del trabajo, de la casa, del colegio, de la profesión…
También la Iglesia, la
Comunidad cristiana, comienza ahora una nueva etapa de su historia de relación
con Dios. Una historia que no parte de cero pero que comienza y estrena nueva
etapa cada año.
Sabemos “lo que nos espera”
en el trabajo, en casa, en la profesión, en el colegio y tenemos la “esperanza”
de salir adelante, aunque nos encontramos con dificultades o con “falta de
ganas”.
En nuestra vida religiosa y
eclesial, también “esperamos” la acción de Dios y tenemos la “esperanza” que Dios
está con nosotros.
El tiempo de Adviento es
tiempo de espera y de esperanza. La esperanza de un Salvador que mantuvo el
pueblo de Dios durante muchos siglos de modo muy intenso, nosotros la vivimos y
la celebramos durante cuatro semanas. Pero no podemos vivir el Adviento como si
Cristo no hubiera nacido entre nosotros. Los contemporáneos de Jesús vivieron
la espera de su venida; nosotros renovamos la realidad de su nacimiento.
Hemos
de saber que el Adviento indudablemente es un tiempo de esperanza gozosa.
Esperanza en la venida del Señor. Pero el Reino de Dios no llega de una manera
sorprendente o extraordinaria. El Reino de Dios está “dentro de vosotros” como
dice el Señor. Es preciso “descubrirle” y vivir en conformidad con lo que si
naturaleza exige: “un Reino que no es de este mundo”. Por eso, lo
concerniente a este mundo tiene que
desaparecer, tiene que desmoronarse, como dice el Evangelio de hoy, para
dejarle paso a otro mundo nuevo, el que nos trae Jesús.
No hay vida sin muerte. Y lo
que a veces parece una catástrofe, es signo del nacimiento de una vida nueva
más pujante.
El Evangelio de hoy, por una
parte, es un canto a la esperanza: ¡Levantaos, alzad vuestra vista, se acerca
vuestra liberación! El Cristianismo no es triste ni aburrido, sino fuente de
alegría y de vida. Por otra parte, este Evangelio nos advierte a disponernos a
vivir la nueva vida de Jesús. Es preciso prepararse con una buena actitud moral
ante la venida del Señor; no apegarse al
vicio o a las cosas que “embotan el espíritu y nos apartan de Dios, matando la
razón de nuestra esperanza”.
Por eso el Señor el Señor
nos alienta hoy a “estar despiertos” porque solemos “adormilarnos” o
“enloquecernos” con las crecientes preocupaciones por conseguir aquello que
creemos nos ofrece felicidad: dinero, placer, bebida, viajes, drogas, poder…
El
Adviento no representará nada útil para muchos. Sin embargo, es el tiempo
existente “entre la primera venida de Jesús y la segunda venida del Señor”. Es
un tiempo pleno de esperanza porque tenemos presente a Jesús que fue un
“creador incansable de esperanza; toda su existencia consistió en contagiar a
los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser”
(Pagola).
Nosotros, los cristianos,
reafirmamos las razones de nuestra esperanza y las garantías de un encuentro
gozoso con el Señor, cuando vemos a otros muchos hombres que están matando la
esperanza propia y la de otros y “embotando” su existencia y la de otros de
otras muchas maneras.
Para vivir bien este
Adviento tenemos que tener la siguiente tarea:
- Procurar un mayor y mejor conocimiento de Jesús por la oración y la lectura de su Evangelio.
- Ajustar nuestros criterios, conducta y modo de proceder, a las orientaciones y exigencias de nuestra fe,
- Participar con la plegaria, Sacramentos y obras buenas, en la alegría de la venida del Salvador.
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