LA
INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN. Ciclo C
FASCINADOS POR “LA LLENA DE GRACIA”
Ideas principales de las lecturas de este día:
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1ª Lectura: Génesis 3,9-15.20: En el
paraíso Dios anuncia la nueva Eva, María. El libro del Génesis cuenta el
primer pecado y como Dios anuncia que una mujer vencerá al mal. La tradición de
la Iglesia ve en la virgen María la nueva Eva, preservada del todo pecado y
llena de gracia. María aparece junto al nuevo Adán, Jesús. Dios escogió a María
para restablecer la amistad perdida en el paraíso.
-
2ª Lectura: Efesios 1,3-6. 11-12: Elegidos
para ser santos. La lectura es un himno de bendición con el que comienza
Pablo su carta a los efesios, escrita en Roma hacia el año 63. Sintetiza el
plan de salvación de Dios. En el corazón de Dios ocupamos un lugar desde la
creación del mundo y quiere que seamos santos, hijos suyos e irreprochables por
una vida de amor. María es la expresión más fiel del amor del Padre, la
realización más perfecta de su plan, la única santa y sin mancha alguna.
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Evangelio: Lucas 1,26-38: La mujer del
“Sí”: La escena de Nazaret encierra misterio y silencio contemplativo.
María con su “Sí” aceptó ser la agraciada de Dios. El Espíritu Santo la llenó
de gracia desde el principio y nunca fue manchada por pecado alguno. La
grandeza de María radica en su “Sí” al Señor. María en su casa de Nazaret
escucha y acoge, acepta y responde al Señor. Ella es la esclava del Señor y se
pone en sus manos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La Fiesta de la Inmaculada
Concepción siempre la celebramos todos los años dentro del tiempo del Adviento,
en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para recibir a nuestro Salvador
Jesucristo. El domingo pasado, para llevar a cabo esta preparación, se nos
recordaba
1)
Procurar un
mayor y mejor conocimiento de Jesús por la oración y la lectura de su
Evangelio,
2)
Ajustar
nuestros criterios, conducta y modo de proceder, a las orientaciones y
exigencias de nuestra fe,
3)
Participar
con la plegaria, Sacramentos y obras buenas, en la alegría de la venida del
Salvador.
Esto equivale a decir que hemos de conocer a Jesús escuchando
su evangelio y hablando con Él en la oración; aceptar los valores del
evangelio para la transformación de nuestra vida; y vivir la fe con alegría compartiéndola con nuestros hermanos. Haciendo
esto, y nada más que esto, seríamos benditos como María. María fue bendita entre
todas las mujeres porque escuchó la
Palabra de Dios, aceptó en su vida
los valores del Reino de Dios y porque colaboró
con Dios en la obra de la redención de la humanidad. Por eso Dios le da el
privilegio de ser la INMACULADA, la sin mancha, la sin pecado. Ésta es la razón
de nuestra alegría de hoy, que una persona de nuestra raza (humana) ha logrado
por Dios, no por ella misma, una de nuestras grandes aspiraciones: la vida sin
pecado, sin mancha, sin error.
Es que el ser humano, ahora más que nunca, NO quiere ser culpable
de nada. Nos cuesta aceptar nuestros errores y equivocaciones; no queremos ser
“pecadores”. Ésta es la postura de Adán que inclina su culpa hacia su mujer,
Eva, y ésta a la serpiente. La aspiración de la vida sin mancha, ni pecado, ni
error es muy sana, hay que decirlo; pero sería más sana si rechazáramos no sólo
el término pecado, sino la materia del pecado en sí. Es una aspiración
buena y sana porque Dios nos ha creado para ser santos. Nuestra vocación es la
santidad.
San Pablo, en la segunda lectura, sintetiza el plan de salvación
de Dios para con nosotros. En el corazón de Dios ocupamos un lugar importante
desde la creación del mundo; quiere que seamos santos, hijos suyos e
irreprochables por una vida de amor. María es la expresión más fiel del amor
del Padre, la realización más perfecta de su plan, la única santa y sin mancha
alguna. Por eso, nuestra plegaria de hoy será: “SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
RUEGA POR NOSOTROS PECADORES AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE AMÉN”.
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