viernes, 23 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XXI DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo C.
EL ESPÍRITU ES UNIVERSAL

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 66,18-21: El día de la reunión y de la ofrenda. El Profeta revela el interés que tiene Dios en reunir a todos los hombres. El domingo es el día en el que el Señor nos reúne y nos manifiesta su gloria y nosotros le ofrecemos nuestros dones.
-          2ª Lectura: Hebreos 12,5-7. 11-13: Tiempo de la corrección. La lectura nos recuerda los dos frutos principales de la corrección: la participación en la santidad de Dios y alcanzar la herencia eterna reservada a los hijos.
-          Evangelio: Juan 13,22-30: El Reino abierto a todos. Jesús, camino de Jerusalén, insiste en la universalidad de la salvación y en nuestra responsabilidad de poner los medios necesarios para entrar por la “puerta estrecha”.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La catequesis de este Vigésimo primer Domingo del Tiempo  Ordinario versa sobre un tema que suele ser un problema acuciante para la humanidad: el destino definitivo del hombre. Los hombres de todos los tiempos se han preguntado por el más allá. Unos, desde posturas puramente inmanentes y materialistas, negando rotundamente la existencia de la otra vida, y/o fomentando un estilo de vida que se agota en el disfrute del presente porque, según ellos, el futuro es incierto y esta vida se acaba muy pronto. Otros, desde posturas que dejan lugar a la trascendencia, tema que nos plantean las lecturas de hoy: la preocupación por la salvación. De ahí la pregunta que el discípulo del evangelio le hace a Jesús: ¿serán pocos los que se salven? En el fondo todos tenemos unas preguntas sobre el destino de nuestra vida: ¿Son muchos los que se salvan? ¿Quiénes van a salvarse? ¿Me voy a salvar yo? – Preguntamos a menudo.
Pero en el fondo, estas preguntas revelan un cierto interés según las personas que las plantean. Algunas se obsesionan sólo por su propia salvación o la de su propio grupo, sin importarles la de todos los hombres; otras, prefieren que todos se salven indiscriminadamente, sin cuestionar la vida que llevan o hayan llevado (porque Dios es bueno). Por eso Jesús interviene hoy para esclarecer este tema de la salvación. Y responde que la salvación no es cuestión de pocos o de muchos; no es cuestión de cantidad. La salvación, según el Señor, está al alcance de todos. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Lo que pasa es que no todos están dispuestos a recorrer el camino que lleva a ella.
El camino ofrecido por Jesús exige una aceptación personal. No es suficiente con pertenecer a un pueblo determinado, nacer en una familia cristiana, practicar, por tradición, una religión. Es preciso aceptar personalmente el Evangelio de Jesús y mantenerse dispuestos a cumplirlo, a pesar de las caídas que se puedan tener o debilidades que no se logren superar.
El camino ofrecido por Jesús exige también un perfeccionamiento de nuestra vida a través de la corrección. Muy acertadamente nos habla la Carta a los Hebreos en la segunda lectura. El sufrimiento y las contrariedades no podemos considerarlas como un “castigo de Dios”, sino como una prueba que se nos ofrece para corregir nuestros errores o defectos y una ocasión para lograr un mayor perfeccionamiento en nuestra vida.
Por eso nos exhorta Jesús en el Evangelio: “esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Esto equivale a decir que el camino que lleva a la salvación no es precisamente camino de rosas, sino un camino de trabajo, de esfuerzo, de coraje, recorrido (eso sí) con alegría, gozo y entusiasmo. Es un camino que afecta toda nuestra vida. No es solamente cuestión de si vamos a misa o recibimos algún Sacramento, o si hacemos alguna obra buena en alguna ocasión. No es cuestión de méritos o de réditos. Se trata de orientar toda la vida hacia Dios: con toda el alma, mente y corazón
Con este planteamiento, Jesús nos quiere dejar claro que los que se salvan son los que no preguntan, pero viven según el Evangelio. Los que se salvan son los que cumplen la ley evangélica; los que viven preocupados por ser mejores cada día y quieren santificarse y perfeccionarse en los quehaceres de cada día; son los que no pecan y si pecan piden perdón al Señor y al hermano ofendido; son los limpios de corazón y ponen en práctica las bienaventuranzas; los que hacen buenas obras y están dispuestos a ayudar al hermano necesitado; son los que aman a Dios y al prójimo, porque el amor hace entrar en el Reino por la puerta estrecha; los que se salvan son los que confían plenamente en el Señor y no en sus fuerzas. Amén.

domingo, 18 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XX DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo C.
FIDELIDAD DE EN LA PRUEBA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Jeremías 38,4-6. 8-10: La fidelidad lleva al martirio. El profeta, portavoz de Dios, experimenta la persecución por mantenerse fiel a la palabra divina. No por esto se calla, sino que grita con toda su fuerza el mensaje de Dios.
-          2ª Lectura: Hechos 12,1-4: La perseverancia en la prueba. El domingo pasado el autor de la carta a los Hebreos hablaba de la fe-esperanza, hoy nos exhorta a ser constantes y perseverantes cuando sobrevenga la prueba. El que persevere en la lucha se salvará.
-          Evangelio: Lucas 12, 49-53: Jesús, causa de división. El evangelio presenta tres imágenes: el fuego, el bautismo y la división familiar. La misión de Cristo es salvar al mundo aunque por ello debe suscitar la división en una misma familia.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Como todos los domingos, la Palabra de Dios gira en torno a un tema concreto. Hoy, Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario, se nos plantea el tema de la FIDELIDAD EN LA PRUEBA. Los creyentes en Dios de todos los tiempos siempre han vivido en medio de muchas pruebas y dificultades; han vivido y, de hecho, seguimos viviendo en clara contradicción con los criterios de este mundo cuando se intenta ser fiel a la Palabra de Dios a la que hay que aceptar enteramente sin fisuras. Nos guste o no nos guste. Habrá que pensarla, reflexionarla, meditarla en el corazón para encajarla con todo lo dicho por Dios, por eso no será lícito arrancar una página del Evangelio porque nos resulte molesta, difícil de digerir personalmente o de encajar con el resto.
En la primera lectura, Jeremías sufre las consecuencias de la guerra que algunos hombres hacen a Dios. Los mismos miembros del pueblo de Dios lo tiran al pozo lleno de fango para que muera allí. En la segunda lectura se nos advierte que el sufrimiento es parte integrante de nuestra preparación para realizar la “carrera de nuestra fe”. Ahora en el Evangelio, se nos manifiestan las dificultades, divisiones y enfrentamientos que se producen a causa de la fe en Jesucristo.
Es probable que el texto que leemos hoy, nos ofrezca la realidad que vivía aquella comunidad cristiana en la que el seguimiento de Jesús era causa de división en el seno de las familias. Es cierto que, en aquel entonces como en el día de hoy, ese enfrentamiento, latente o abierto, existe. Seguir a Jesús requiere una opción personal consciente y responsable. Y ese seguimiento entraña una guerra permanente con los criterios del mundo que nos rodea. Esto pasa porque Jesús trae una jerarquía de valores que choca con el mundo y cuando una persona que vive en el mundo se empeña en dejarse llevar por Jesús y su verdad, necesariamente tiene que chocar con quienes le rodean. Pero quienes realmente chocan no son las personas, sino los mensajes contrapuestos, o las formas de vivir esos mensajes.
El Evangelio no es neutral ante los problemas, ni siquiera tibio. Ante Jesús no se puede uno quedar indiferente. O a favor o en contra, y ya está ahí la división. Hay que decirlo, no es que, en el Evangelio de hoy, Jesús haga una invitación a la división. Lo que pasa es que la división es una consecuencia lógica que le va a venir al discípulo de optar por su seguimiento. Esta división suele producirse a dos niveles:
Uno social y familiar: si intentas vivir el Evangelio, los de fuera te rechazarán, porque no eres de los suyos. Ya estamos avisados por el mismo Jesús: “Vosotros no sois del mundo, si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo, pero vosotros no sois del mundo”. Y en casa, igual. Los tuyos verán una exageración tu entrega. Muchos se han visto rechazados, desheredados, despreciados por sus propios familiares, aún por los más cercanos por vivir del todo el Evangelio.
Otra división interior: Es la división entre lo que somos y lo que pensamos que deberíamos ser. Es la lucha interior de que habla San Pablo en Romanos 7,14-21. “El querer lo excelente lo tengo a mano, pero el realizarlo no; no hago el bien que quiero, el mal que no quiero eso es lo que me sale”.
Queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios de hoy es una invitación a permanecer fieles a Dios y a su Palabra. Sólo esa Palabra nos hace comprender dónde está la verdad y el bien que anhelamos. Hagamos casa a la Palabra de Dios. Amén.

jueves, 15 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

SOLEMNIDAD DE “LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA”
MARÍA, ELEVADA EN CUERPO Y ALMA ALCIELO
NTRA. SRA. DE LOS REMEDIOS
Arroyomolinos de León, 2013
Ideas principales de las lecturas:
-          1ª Lectura: Apocalipsis 11,9ª; 12, 1. 3-6ª 10b: La mujer vestida del sol y perseguida. La mujer descrita en el Apocalipsis condensa un simbolismo polivalente: Eva, Israel, María y la Iglesia. María, la mujer vestida del sol y llena de luz, es glorificada en el cielo.
-          2ª Lectura: I Corintios 15,20-26: El triunfo del Cristo. Pablo considera la resurrección de Cristo como la victoria decisiva sobre la muerte. Cristo, sin embargo, no es un triunfador solitario, es la “primicia de los que han muerto”. La Madre de Jesús, por singular privilegio, concluida su existencia terrena, obtuvo la victoria plena sobre la muerte, fruto de la resurrección de su Hijo.
-          Evangelio: Lucas 1,39-56: María proclama la grandeza del Señor. El evangelio de Lucas pone en boca de la Virgen María el himno que sintetiza las maravillas que Dios ha realizado. El “Magnificat” es la respuesta agradecida de María y es el canto de toda la Iglesia.

Queridos hermanos y hermanas de la Junta del Gobierno de la Hermandad de la Virgen de los Remedios,
Querido Hermano Mayor,
Estimadas Autoridades de la Corporación Local,
Hermanos y hermanas en Cristo:

Hoy la Iglesia universal celebra la fiesta de la ASUNCIÓN de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma a los cielos. Pero nosotros, aquí, celebramos la SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS, Madre y Patrona de Arroyomolinos de León. Motivo por el cual, hoy todos estamos  alegres. La Ermita está llena de los que vivimos habitualmente aquí y de los habéis venido de fuera. Sed todos bienvenidos a esta gran fiesta.
Mis queridos hermanos, con la celebración de esta mañana, llegamos al momento culminante de lo que hemos celebrado estos días en la novena en honor a Nuestra Madre. Han sido días de celebraciones emotivas llenas de fervor y de gozo, en los que este pueblo ha presentado a su Madre sus mejores deseos, haciendo de ella la fiel intermediaria entre su Hijo Jesús y nosotros, sus pobres hijos.
Llegado este día muy esperado, la Iglesia nos ofrece hoy el cántico del Magnificat que acabamos de escuchar en el Evangelio de san Lucas. ‘Es un canto que revela con acierto la espiritualidad de los fieles que se reconocían “pobres” no sólo por su alejamiento de cualquier tipo de idolatría de la riqueza y del poder, sino también de la profunda humildad de su corazón, rechazando la tentación del orgullo, abierto a la irrupción de la gracia divina salvadora. El primer momento del cántico mariano es una especie de voz solista que se eleva hacia el cielo para llegar hasta el Señor. Escuchamos precisamente la voz de la Virgen que habla así de su Salvador, que ha hecho obras grandes en su alma y en su cuerpo. En efecto, conviene notar que el cántico está compuesto en primera persona: “Mi alma… Mi espíritu… Mi Salvador… Me felicitarán… Ha hecho obras grandes por mí…” Así pues, el alma de la oración es la celebración de la gracia divina, que ha irrumpido en el corazón y en la existencia de María, convirtiéndola en la Madre del Señor’.
La estructura íntima de su canto orante es, por consiguiente, la alabanza, la acción de gracias, la alegría, fruto de la gratuidad. Pero este testimonio personal no es solitario e intimista, puramente individualista, porque la Virgen Madre es consciente de que tiene una misión que desempeñar a favor de la humanidad y de que su historia personal se inserta en la historia de la salvación. Así puede decir: “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”. Con esta alabanza al Señor, la Virgen se hace portavoz de todas las criaturas redimidas que en su hágase en mí según tu palabra, encuentran la misericordia de Dios’. [Cfr. Enseñanzas de Benedicto XVI (2/2006) Diccionario completo de temas y nombres, Edibesa, Madrid, 2007, 523-526].
Queridos hermanos, el ejemplo de María nos cuestiona a nosotros los creyentes; nos invita a revisar nuestros planteamientos egoístas e individualistas, y los principios que rigen hoy nuestras vidas y, sobre todo, a llenar nuestras vidas de la gracia de Dios. María nos invita a decir SÍ al Señor como hizo ella misma. Su SÍ no sólo le convirtió en una simple madre, sino que le convirtió en una mujer generosa y disponible al cumplimiento de los planes de Dios al ofrecer su seno para que de él naciera el Salvador de todos. Su SÍ le liberó también de sus muchos miedos. Y al sentirse segura porque ya poseía a Dios en su vida, no tenía nada más que temer, por eso alaba hoy a Dios con el cántico del Magnificat. Como ella, nosotros debemos enfrentarnos con fe a los miedos que nos rodean hoy en nuestro mundo actual. Hoy todos tenemos el miedo a la crisis económica, miedo a la miseria, miedo a la pobreza, miedo a perder el puesto de trabajo, miedo a que nos roben, miedo a las enfermedades y a los sufrimientos, miedo a la soledad y a la muerte. De ahí el potente sistema de seguros de vida y de riesgos que el mercado nos ofrece hoy a costa de nuestros miedos y la obsesión por nuestra seguridad; de ahí también la existencia de las cámaras de vigilancia en las carreteras, edificios oficiales y en las calles; los alarmas de socorro instaladas en las viviendas, oficinas y negocios. Pero todo esto porque pagamos. Sin embargo, sabemos también que en el momento del sufrimiento profundo, en el momento de la última soledad, que es la muerte, ningún seguro podrá protegernos. El único seguro válido en esos momentos es el que nos viene de nuestro Padre Dios y de nuestra Madre, la Virgen de los Remedios.
Hoy nos dice a cada uno de nosotros los creyentes en su Hijo: “no temas, yo estoy contigo”. Estas simples palabras son nuestra seguridad y confianza, sabiendo que podemos caer, pero al final caemos en las manos de Dios y de nuestra Madre, y las manos de nuestra Madre son buenas.
Queridos hermanos,quiero terminar, agradeciendo, en primer lugar, al Señor y a nuestra Madre por permitirnos celebrar un año más esta fiesta con nuestros familiares, amigos, vecinos y conocidos, sin olvidar, por ello, a aquellos hermanos y hermanas que otros años la celebraban con nosotros. Les tenemos presentes hoy también en nuestra celebración. Quiero agradecer a la Junta de Gobierno y a toda la Hermandad por vuestro esfuerzo y la organización; al equipo de la liturgia de la parroquia, al Ayuntamiento y a todas las personas que habéis trabajado desde la sombra para que esto salga bien. Y ha salido bien.  Quiero agradecer también de corazón a todas las madres de Arroyomolinos de León junto con vuestros esposos y parejas por vuestro inmenso testimonio de dar vida a otros seres, vuestros hijos, y os invito a que vuestra maternidad sea integral: sed también madres espirituales, madres en la transmisión de la fe y de valores auténticamente humanos. Y por último, no por ello, menos importante, sino todo lo contrario, quiero agradecer y felicitar al Grupo Semilla por su buen hacer, y porque hoy celebra el 30 aniversario de su fundación. Son 30 años cantando a Nuestra Señora de los Remedios, nuestra Patrona. Enhorabuena y felicidades. Y a todos los aquí presentes, os invito a felicitaros mutuamente en día grande de Arroyomolinos de León. Amén.

domingo, 11 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XIX DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
VIVID DESPIERTOS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Sabiduría 18,6-9: La relectura de la historia de Israel sirve para permanecer en la fe. El autor de la Sabiduría hace memoria de la cena pascual que celebró el pueblo de Dios antes de la salida de Egipto. Israel hace la relectura de su historia para sostenerse en la fe.
-          2ª Lectura: Hebreos 11,1-2. 8-19: La fe mueve la esperanza. El autor de la carta a los Hebreos dedica una sección a la fe y a la constancia. Pone como modelo a Abrahán que creyó contra toda esperanza humana en las promesas de Dios.
-          Evangelio: Lucas 12,32-48: Permaneced vigilantes. La espera es una de las actitudes esenciales del cristiano. El Señor puede llegar en cualquier momento. El tiempo de espera es un tiempo activo en el que se ejerce la responsabilidad personal. El presente es una vigilancia permanente hasta que venga el Señor.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Vamos a empezar la catequesis de este domingo decimonoveno del tiempo ordinario con una frase de la segunda lectura de hoy según la cual: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”. Ese tema de la fe aparece en las tres lecturas que hemos proclamado, aunque el tema central de las mismas es la invitación a permanecernos vigilantes y despiertos ante la llegada del Señor. En la primera lectura, Israel hace la relectura de su historia de la salida de Egipto para sostenerse en la fe.
Y volviendo a la segunda lectura tomada de la carta a los hebreos, se nos presentan la fe como el motor de nuestra esperanza. Esta carta, que va dirigida a una comunidad que vive en medio de un mundo hostil, es perfectamente aplicable a la situación que estamos viviendo hoy en nuestro ambiente y otros cristianos viven en muchas sociedades de nuestro mundo actual. A muchos cristianos les parecería que el evangelio era algo irrealizable, difícil de vivir y, así, empezaban a desfallecer ante las persecuciones, incomprensiones, burlas y críticas; algunos incluso abandonaban y despreciaban a la Iglesia. Por eso el autor de esta carta anima a todos a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para ello, a ejemplos bíblicos, sobre todo a Abrahán.
No pretende dar una definición de la fe, sino destacar los rasgos fundamentales de la fe de los grandes creyentes de la historia de la salvación y que convenía recordar a los que dudaban: la firmeza de la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe ha sido para estos grandes creyentes el mejor apoyo, guía y orientación en todos los momentos de sus vidas. Lo mismo tiene que ser para nosotros los cristianos: hemos de vivir de la fe, de tener mucha fe. Esa fe que San Pablo habla como de un éxodo, una salida, el comienzo de un camino. El que cree está siempre de paso, vive como un nómada, no se apega a las “cosas” ni se instala en el presente; no tiene miedo, ni se deprime, ni se resigna, ni se deja vencer por las adversidades y las decepciones que la vida plantea. El hombre de fe es optimista. Recordemos a Abrahán y Sara que engendraron a Isaac cuando ya eran ancianos. Tuvieron un hijo cuando humanamente ya era imposible. Pero Abrahán no dudó en sacrificar a su hijo para cumplir la voluntad incomprensible de Dios. Abrahán se lanzó al vacío, creyó hasta el extremo, esperó contra toda esperanza, y pasó a ser el padre de todos los creyentes.
Y el evangelio de hoy presenta una serie de recomendaciones en continuidad con la parábola del rico necio del domingo pasado. La sociedad vive sumergida en la inseguridad. Existe inseguridad en las calles y en las mismas casas. Hay cámaras de vigilancia y alarmas por doquier. Existe inseguridad en la misma persona, de ahí las visitas periódicas a los profesionales de la salud física y mental; no faltan quienes optan por asistir a los videntes para asegurarse de su futuro. La inseguridad crea mecanismos de autodefensa según los casos. El evangelio de hoy nos habla de la seguridad del creyente. El fiel cristiano pone su esperanza y confianza en Dios. La esperanza (igual que la fe) es una virtud teologal que pide vigilancia, compromiso y tensión.
El evangelio indica dos aspectos a tener en cuenta: Primero: “no temáis” porque el Amor de Dios da consistencia a la pequeñez. Sin esa confianza básica, sin esa liberación del miedo,  no es fácil esperar, permanecernos prisioneros de nuestra propia búsqueda de seguridad. Segundo: aligeraos de cosas porque ellas llenan nuestros corazones. Pasará el Señor a nuestro lado y no seremos capaces de verlo, ya que los ojos están puestos donde el corazón tiene su tesoro. La confianza en Dios y el desprendimiento de uno mismo y de las excesivas cosas son dos condiciones que pone el Evangelio para hacer posible la espera vigilante del Señor. Amén.

domingo, 4 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
SER RICO ANTE DIOS.

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Eclesiastés 1,2; 2,21-23: Vanidad de las cosas. Todo pasa en el mundo. Cada día experimentamos lo fugaz de las cosas y de la vida. Se debe valorar la vida y sus dones como un signo de la vida trascendente, centrada en Dios. No vale amasar riquezas; todo pasa. Sólo vale trascender esta riqueza y hacer acopio de justicia.
  • 2ª Lectura: Colosenses 3,1-5.9-11: El sentido de la vida reside en las realidades de arriba. La lectura parte de una larga catequesis bautismal. Pablo enseña que el bautismo consiste en morir y resucitar con Cristo y, luego, pasa a sus consecuencias: exhorta al bautizado a mirar al cielo y a buscar siempre las cosas de arriba.
  • Evangelio: Lucas 12,13-21: La vida no depende de los bienes. La lectura evangélica forma parte de una sección lucana que recoge las enseñanzas de Jesús relacionadas con los bienes de este mundo. Es necesario interesarse por los bienes terrenos, pero como valores relativos y que no ahoguen los absolutos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El mensaje central de las tres lecturas de este domingo decimoctavo del tiempo ordinario versa sobre la actitud del hombre frente a los bienes materiales. Muchas veces, este mensaje ha sido una especie de piedra de escándalo para muchos hombres y mujeres de este mundo. Para aquellos y aquellas que han edificado su vida sólo y únicamente sobre "lo material". Y en los momentos que corren, en que muchos hombres y mujeres necesitan los medios materiales para solucionar sus necesidades más básicas, la palabra de Dios de este domingo puede llegar a ser inoportuna, si no la enfocamos bien.
Sin ignorar estas opiniones y realidades, el cristiano está llamado a prestar oído a lo que el Señor le dice a cerca de ese tema de la utilización de los bienes materiales. Hoy el Señor, en las tres lecturas, hace un diagnóstico del interior del ser humano, y descubre que nuestro corazón es un pozo de inseguridades y busca la seguridad en los bienes, en el pode, en la influencia. Pero la experiencia enseña que esta seguridad es falsa y engaña al mismo corazón. El ser humano experimenta seguridad hasta llegar a idolatrar las cosas, la producción, la técnica, el poder y la fama. Aprecia todos estos valores y los sobreestima. De ahí el mensaje del sabio de Israel en la primera lectura tantas veces repetido: "Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad. ¿Que saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol?". Lo que significa que se pueden tener muchas cosas y estar vacío por dentro. Se puede ser humanamente rico y espiritualmente pobre. El egoísmo de acumular y llenar bien los propios graneros nos puede dejar vacíos ante Dios.
En el Evangelio, Jesús utiliza un lenguaje parecido al del antiguo sabio de Israel, al condenar la voluntad explícita de querer solamente almacenar para uno mismo, olvidándose de lo fundamenta: la urgencia y necesidad de ser rico ante Dios. Es oportuno volver a recordar que el ideal, el sueño dorado del hombre no debe ser la posesión y acumulación de los bienes de la tierra. "Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes".
Hay un hecho muy importante: el hombre al morir no puede llevarse ninguno de sus bienes materiales. Eso significa que no debe pasarse la vida reuniendo tesoros para sí mismo como única obsesión - preocupación - tranquilidad - felicidad, pues en el momento más inesperado (esta misma noche puede sernos arrebatado todo) la vida se escapa de nuestras manos. Pensar solamente en la riqueza material con desprecio y marginación de la riqueza espiritual es un grave error, pues los bienes terrenos han de ser entendidos y usados en la perspectiva y valoración de los bienes celestiales.
En la relativización de la objetiva pequeñez de las mayores cosas que podamos hacer encuentra San Pablo la flecha que le da sentido: "Apuntad a los bienes de arriba; encended en vuestros trabajos la chispa creadora, renovando la imagen del Creador que sois hasta llegar a conocerlo".
Hay que saber relativizar el presente y todas las cosas, comprendiendo su finalidad y sus límites. Todos somos invitados a cuestionar la idolatría materialista o capitalista de los bienes económicos considerados como valor - vértice de la vida, ante los que se sacrifica todo. Es necesario recomponer una auténtica escala de valores. El proyecto de vida del cristiano no es el de "amasar riquezas para sí", sino el de crear con gozo para los demás, los más necesitados. Amen.