XIX DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
VIVID DESPIERTOS
Ideas principales de las lecturas de
este domingo:
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1ª Lectura: Sabiduría 18,6-9: La relectura de la historia de Israel sirve para permanecer en la fe. El autor de
la Sabiduría hace memoria de la cena pascual que celebró el pueblo de Dios
antes de la salida de Egipto. Israel hace la relectura de su historia para
sostenerse en la fe.
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2ª Lectura: Hebreos 11,1-2. 8-19: La fe mueve la esperanza. El autor de
la carta a los Hebreos dedica una sección a la fe y a la constancia. Pone como
modelo a Abrahán que creyó contra toda esperanza humana en las promesas de
Dios.
-
Evangelio: Lucas 12,32-48: Permaneced
vigilantes. La espera es una de las actitudes esenciales del cristiano. El
Señor puede llegar en cualquier momento. El tiempo de espera es un tiempo
activo en el que se ejerce la responsabilidad personal. El presente es una
vigilancia permanente hasta que venga el Señor.
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo: Vamos a empezar la catequesis de este domingo
decimonoveno del tiempo ordinario con una frase de la segunda lectura de hoy
según la cual: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”.
Ese tema de la fe aparece en las tres lecturas que hemos proclamado, aunque el
tema central de las mismas es la invitación a permanecernos vigilantes y
despiertos ante la llegada del Señor. En la primera lectura, Israel hace la
relectura de su historia de la salida de Egipto para sostenerse en la fe.
Y volviendo
a la segunda lectura tomada de la carta a los hebreos, se nos presentan la fe
como el motor de nuestra esperanza. Esta carta, que va dirigida a una comunidad
que vive en medio de un mundo hostil, es perfectamente aplicable a la situación
que estamos viviendo hoy en nuestro ambiente y otros cristianos viven en muchas
sociedades de nuestro mundo actual. A muchos cristianos les parecería que el
evangelio era algo irrealizable, difícil de vivir y, así, empezaban a
desfallecer ante las persecuciones, incomprensiones, burlas y críticas; algunos
incluso abandonaban y despreciaban a la Iglesia. Por eso el autor de esta carta
anima a todos a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para ello, a
ejemplos bíblicos, sobre todo a Abrahán.
No
pretende dar una definición de la fe, sino destacar los rasgos fundamentales de
la fe de los grandes creyentes de la historia de la salvación y que convenía
recordar a los que dudaban: la firmeza de la esperanza, que anticipa los bienes
futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe ha
sido para estos grandes creyentes el mejor apoyo, guía y orientación en todos
los momentos de sus vidas. Lo mismo tiene que ser para nosotros los cristianos:
hemos de vivir de la fe, de tener mucha fe. Esa fe que San Pablo habla como de
un éxodo, una salida, el comienzo de un camino. El que cree está siempre de
paso, vive como un nómada, no se apega a las “cosas” ni se instala en el
presente; no tiene miedo, ni se deprime, ni se resigna, ni se deja vencer por
las adversidades y las decepciones que la vida plantea. El hombre de fe es
optimista. Recordemos a Abrahán y Sara que engendraron a Isaac cuando ya eran
ancianos. Tuvieron un hijo cuando humanamente ya era imposible. Pero Abrahán no
dudó en sacrificar a su hijo para cumplir la voluntad incomprensible de Dios.
Abrahán se lanzó al vacío, creyó hasta el extremo, esperó contra toda
esperanza, y pasó a ser el padre de todos los creyentes.
Y
el evangelio de hoy presenta una serie de recomendaciones en continuidad con la
parábola del rico necio del domingo
pasado. La sociedad vive sumergida en la inseguridad. Existe inseguridad en las
calles y en las mismas casas. Hay cámaras de vigilancia y alarmas por doquier.
Existe inseguridad en la misma persona, de ahí las visitas periódicas a los
profesionales de la salud física y mental; no faltan quienes optan por asistir
a los videntes para asegurarse de su futuro. La inseguridad crea mecanismos de
autodefensa según los casos. El evangelio de hoy nos habla de la seguridad del
creyente. El fiel cristiano pone su esperanza y confianza en Dios. La esperanza
(igual que la fe) es una virtud teologal que pide vigilancia, compromiso y
tensión.
El
evangelio indica dos aspectos a tener en cuenta: Primero: “no temáis” porque el
Amor de Dios da consistencia a la pequeñez. Sin esa confianza básica, sin esa
liberación del miedo, no es fácil
esperar, permanecernos prisioneros de nuestra propia búsqueda de seguridad.
Segundo: aligeraos de cosas porque ellas llenan nuestros corazones. Pasará el
Señor a nuestro lado y no seremos capaces de verlo, ya que los ojos están
puestos donde el corazón tiene su tesoro. La confianza en Dios y el
desprendimiento de uno mismo y de las excesivas cosas son dos condiciones que
pone el Evangelio para hacer posible la espera vigilante del Señor. Amén.
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