domingo, 11 de agosto de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

XIX DOMINGO. TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
VIVID DESPIERTOS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Sabiduría 18,6-9: La relectura de la historia de Israel sirve para permanecer en la fe. El autor de la Sabiduría hace memoria de la cena pascual que celebró el pueblo de Dios antes de la salida de Egipto. Israel hace la relectura de su historia para sostenerse en la fe.
-          2ª Lectura: Hebreos 11,1-2. 8-19: La fe mueve la esperanza. El autor de la carta a los Hebreos dedica una sección a la fe y a la constancia. Pone como modelo a Abrahán que creyó contra toda esperanza humana en las promesas de Dios.
-          Evangelio: Lucas 12,32-48: Permaneced vigilantes. La espera es una de las actitudes esenciales del cristiano. El Señor puede llegar en cualquier momento. El tiempo de espera es un tiempo activo en el que se ejerce la responsabilidad personal. El presente es una vigilancia permanente hasta que venga el Señor.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Vamos a empezar la catequesis de este domingo decimonoveno del tiempo ordinario con una frase de la segunda lectura de hoy según la cual: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”. Ese tema de la fe aparece en las tres lecturas que hemos proclamado, aunque el tema central de las mismas es la invitación a permanecernos vigilantes y despiertos ante la llegada del Señor. En la primera lectura, Israel hace la relectura de su historia de la salida de Egipto para sostenerse en la fe.
Y volviendo a la segunda lectura tomada de la carta a los hebreos, se nos presentan la fe como el motor de nuestra esperanza. Esta carta, que va dirigida a una comunidad que vive en medio de un mundo hostil, es perfectamente aplicable a la situación que estamos viviendo hoy en nuestro ambiente y otros cristianos viven en muchas sociedades de nuestro mundo actual. A muchos cristianos les parecería que el evangelio era algo irrealizable, difícil de vivir y, así, empezaban a desfallecer ante las persecuciones, incomprensiones, burlas y críticas; algunos incluso abandonaban y despreciaban a la Iglesia. Por eso el autor de esta carta anima a todos a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para ello, a ejemplos bíblicos, sobre todo a Abrahán.
No pretende dar una definición de la fe, sino destacar los rasgos fundamentales de la fe de los grandes creyentes de la historia de la salvación y que convenía recordar a los que dudaban: la firmeza de la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe ha sido para estos grandes creyentes el mejor apoyo, guía y orientación en todos los momentos de sus vidas. Lo mismo tiene que ser para nosotros los cristianos: hemos de vivir de la fe, de tener mucha fe. Esa fe que San Pablo habla como de un éxodo, una salida, el comienzo de un camino. El que cree está siempre de paso, vive como un nómada, no se apega a las “cosas” ni se instala en el presente; no tiene miedo, ni se deprime, ni se resigna, ni se deja vencer por las adversidades y las decepciones que la vida plantea. El hombre de fe es optimista. Recordemos a Abrahán y Sara que engendraron a Isaac cuando ya eran ancianos. Tuvieron un hijo cuando humanamente ya era imposible. Pero Abrahán no dudó en sacrificar a su hijo para cumplir la voluntad incomprensible de Dios. Abrahán se lanzó al vacío, creyó hasta el extremo, esperó contra toda esperanza, y pasó a ser el padre de todos los creyentes.
Y el evangelio de hoy presenta una serie de recomendaciones en continuidad con la parábola del rico necio del domingo pasado. La sociedad vive sumergida en la inseguridad. Existe inseguridad en las calles y en las mismas casas. Hay cámaras de vigilancia y alarmas por doquier. Existe inseguridad en la misma persona, de ahí las visitas periódicas a los profesionales de la salud física y mental; no faltan quienes optan por asistir a los videntes para asegurarse de su futuro. La inseguridad crea mecanismos de autodefensa según los casos. El evangelio de hoy nos habla de la seguridad del creyente. El fiel cristiano pone su esperanza y confianza en Dios. La esperanza (igual que la fe) es una virtud teologal que pide vigilancia, compromiso y tensión.
El evangelio indica dos aspectos a tener en cuenta: Primero: “no temáis” porque el Amor de Dios da consistencia a la pequeñez. Sin esa confianza básica, sin esa liberación del miedo,  no es fácil esperar, permanecernos prisioneros de nuestra propia búsqueda de seguridad. Segundo: aligeraos de cosas porque ellas llenan nuestros corazones. Pasará el Señor a nuestro lado y no seremos capaces de verlo, ya que los ojos están puestos donde el corazón tiene su tesoro. La confianza en Dios y el desprendimiento de uno mismo y de las excesivas cosas son dos condiciones que pone el Evangelio para hacer posible la espera vigilante del Señor. Amén.

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