XVIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
SER RICO ANTE DIOS.
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Eclesiastés 1,2; 2,21-23: Vanidad de las cosas. Todo pasa en el mundo. Cada día experimentamos lo fugaz de las cosas y de la vida. Se debe valorar la vida y sus dones como un signo de la vida trascendente, centrada en Dios. No vale amasar riquezas; todo pasa. Sólo vale trascender esta riqueza y hacer acopio de justicia.
- 2ª Lectura: Colosenses 3,1-5.9-11: El sentido de la vida reside en las realidades de arriba. La lectura parte de una larga catequesis bautismal. Pablo enseña que el bautismo consiste en morir y resucitar con Cristo y, luego, pasa a sus consecuencias: exhorta al bautizado a mirar al cielo y a buscar siempre las cosas de arriba.
- Evangelio: Lucas 12,13-21: La vida no depende de los bienes. La lectura evangélica forma parte de una sección lucana que recoge las enseñanzas de Jesús relacionadas con los bienes de este mundo. Es necesario interesarse por los bienes terrenos, pero como valores relativos y que no ahoguen los absolutos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
El mensaje central de las tres lecturas de este domingo decimoctavo del tiempo ordinario versa sobre la actitud del hombre frente a los bienes materiales. Muchas veces, este mensaje ha sido una especie de piedra de escándalo para muchos hombres y mujeres de este mundo. Para aquellos y aquellas que han edificado su vida sólo y únicamente sobre "lo material". Y en los momentos que corren, en que muchos hombres y mujeres necesitan los medios materiales para solucionar sus necesidades más básicas, la palabra de Dios de este domingo puede llegar a ser inoportuna, si no la enfocamos bien.
Sin ignorar estas opiniones y realidades, el cristiano está llamado a prestar oído a lo que el Señor le dice a cerca de ese tema de la utilización de los bienes materiales. Hoy el Señor, en las tres lecturas, hace un diagnóstico del interior del ser humano, y descubre que nuestro corazón es un pozo de inseguridades y busca la seguridad en los bienes, en el pode, en la influencia. Pero la experiencia enseña que esta seguridad es falsa y engaña al mismo corazón. El ser humano experimenta seguridad hasta llegar a idolatrar las cosas, la producción, la técnica, el poder y la fama. Aprecia todos estos valores y los sobreestima. De ahí el mensaje del sabio de Israel en la primera lectura tantas veces repetido: "Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad. ¿Que saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol?". Lo que significa que se pueden tener muchas cosas y estar vacío por dentro. Se puede ser humanamente rico y espiritualmente pobre. El egoísmo de acumular y llenar bien los propios graneros nos puede dejar vacíos ante Dios.
En el Evangelio, Jesús utiliza un lenguaje parecido al del antiguo sabio de Israel, al condenar la voluntad explícita de querer solamente almacenar para uno mismo, olvidándose de lo fundamenta: la urgencia y necesidad de ser rico ante Dios. Es oportuno volver a recordar que el ideal, el sueño dorado del hombre no debe ser la posesión y acumulación de los bienes de la tierra. "Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes".
Hay un hecho muy importante: el hombre al morir no puede llevarse ninguno de sus bienes materiales. Eso significa que no debe pasarse la vida reuniendo tesoros para sí mismo como única obsesión - preocupación - tranquilidad - felicidad, pues en el momento más inesperado (esta misma noche puede sernos arrebatado todo) la vida se escapa de nuestras manos. Pensar solamente en la riqueza material con desprecio y marginación de la riqueza espiritual es un grave error, pues los bienes terrenos han de ser entendidos y usados en la perspectiva y valoración de los bienes celestiales.
En la relativización de la objetiva pequeñez de las mayores cosas que podamos hacer encuentra San Pablo la flecha que le da sentido: "Apuntad a los bienes de arriba; encended en vuestros trabajos la chispa creadora, renovando la imagen del Creador que sois hasta llegar a conocerlo".
Hay que saber relativizar el presente y todas las cosas, comprendiendo su finalidad y sus límites. Todos somos invitados a cuestionar la idolatría materialista o capitalista de los bienes económicos considerados como valor - vértice de la vida, ante los que se sacrifica todo. Es necesario recomponer una auténtica escala de valores. El proyecto de vida del cristiano no es el de "amasar riquezas para sí", sino el de crear con gozo para los demás, los más necesitados. Amen.
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