sábado, 29 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

IV DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A.
DOMINGO DE LA LUZ
 
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Samuel 16,1b.6-7. 10-13a: Las etapas de la historia de la salvación continúan. Hoy la primera lectura presenta la figura del rey David, personaje importante en la historia de Israel. David fue ungido tres veces: una siendo todavía joven en casa de su padre, y las otras dos por los hombres del sur y del norte. Hoy se narra la primera. El profeta miraba las apariencias, pero Dios el corazón. La elección y la unción no se realizan por criterios e intereses humanos o por apariencias, sino la voluntad divina.
  • 2ª Lectura: Efesios 5,8-14: Pablo emplea el lenguaje simbólico de las tinieblas y de la luz. La Luz nos lleva a la fe, nos da vida y hace que nuestras obras estén envueltas en su resplandor. Caminar en la luz significa vivir en bondad, justicia y verdad. Pablo hace la descripción de qué es un creyente y qué consecuencias tiene para su vida la fe en Cristo, luz del mundo. No es suficiente no estar en contra de la luz y de la verdad, es preciso ser luz y caminar siempre por la senda de la verdad.
  • Evangelio: Juan 9,1-41: Es un don divino poder ver la naturaleza, los colores, a las personas. El ciego de nacimiento recibió este don de manos de Jesús. El ciego no sabe quién lo ha curado. Jesús se vuelve a encontrar con él y se le revela y le conduce a la fe. No es suficiente encontrar la luz y la verdad, es preciso permanecer siempre en la Luz y en la verdad.
 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado el evangelio presentaba el signo del agua; el presente, el signo de la luz, que aparece las lecturas que nos propone la liturgia de este IV Domingo de Cuaresma.
La primera lectura trata de la elección del Rey David. Un hecho importantísimo en la historia de Israel. David, pecador al comienzo de su vida real, se convirtió de su pecado y acabó siendo un rey modélico, un ungido por Dios, fundador de una dinastía espiritual que habría de durar para siempre. El mismo Jesús sería llamado “Hijo de David”. La elección de David como rey de Israel demuestra claramente que “los caminos de Dios no son los caminos de los hombres”. La mirada de Dios tampoco. Dios mira el corazón, nosotros nos quedamos en las apariencias. Y ver las apariencias y ser ciego es casi lo mismo. Nos quedamos con lo externo: es de derechas o de izquierdas, blanco o negro, hombre o mujer, rico o pobre. Decir eso de una persona es quedarse en las apariencias. Dios no nos mira así. Él mira el corazón de cada uno, como miró el de David y le gustó. En el camino de conversión a Dios, nadie debe desanimarse (por lo que dicen nosotros).
Lo que importa es que caminemos como los hijos de la luz como nos exhorta hoy san Pablo en la segunda lectura. Pablo termina su exhortación/invitación con un himno que cantaban los catecúmenos del siglo primero cuando se estaban preparando para recibir el bautismo: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”. Claro que Cristo es nuestra Luz. Veámoslo en el muchacho ciego de nacimiento del evangelio.
El Señor se presenta hoy en el Evangelio como la “luz de los hombres”, es decir como Aquel que da la luz a los ojos de un ciego de nacimiento y también le ofrece la fe, que es luz para el alma. (Fe significa así, ver la vida de otra manera).
Queridos hermanos y hermanas, me gustaría que nos quedemos con el mensaje de fe del episodio de este precioso Evangelio, teniendo en cuenta el tiempo en que estamos: la cuaresma. El proceso de curación del ciego nos ofrece el ejemplo del proceso de “conversión” que hemos de ir realizando y que consiste en
  • querer ver, tener deseo de la luz, no estar a gusto en la ceguera;
  • dejarse iluminar, no tener miedo a la luz, porque si bien es verdad que la luz produce gozo, también puede ser indiscreta al ponernos al descubierto;
  • y, finalmente, encontrarse con Cristo; la fe es adhesión a Él.
El realizar este proceso nos lleva a hacer realidad lo que dice el Apóstol: “antes erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor”. Esto comporta una gran responsabilidad, pero también refleja una magnífica vocación: reflejar en nuestra vida la luz del Señor. La Eucaristía es “sacramento de nuestra fe” y fuente de luz y salvación para nosotros, como lo fue para el ciego su encuentro con Jesús. Quien está con Jesús no anda en tinieblas porque Él es “la luz del mundo”. Amén.

lunes, 24 de marzo de 2014

ACTIVIDADES CUARESMALES

ORACIÓN DE CUARESMA CON EL OBISPO

Jóvenes y adolescentes de la sierra. El próximo viernes 4 de Abril a las 20:00, nuestro obispo don José se acercará a Higuera de la Sierra, donde compartirá con nosotros un ratito de oración con motivo de la cuaresma. No dejéis de acercaros a compartir ese rato de encuentro con Dios, y con los hermanos y hermanas, además de la compañía de don José. Animaos, la Parroquia de Higuera nos invitará a un chocolate y dulce después del ratillo de oración.
NO FALTÉIS!!
 

CELEBRACION CUARESMAL DE CATEQUESIS

El jueves 10 de abril a las 18:00, tendremos una Celebración para los niños de Catequesis en nuestra Parroquia. Será un momento de celebración y preparación, en torno al Sacramento del Perdón. También están invitados todos los padres y madres.
 

RETIRO PARROQUIAL DE CUARESMA

Tendrá lugar el sábado 12 de abril, a partir de las 18:00 en la Ermita de N.S. de los Remedios. Presidido por nuestro párroco D. Jesús, estará dirigido a todos los miembros de las Parroquias de Cala y Arroyomolinos de León, con el siguiente contenido:
  • Oración inicial
  • Charla dirigida por nuestro Párroco.
  • Meditación personal
  • Eucaristía.
Después tendremos y pequeño ágape compartido.
 

CALENDARIO DE CUARESMA

Para ayudarte a vivir cada día de la Cuaresma de un modo diferente, ánimo, el cambio es posible si tu quieres!
 

viernes, 21 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

III DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A.
DOMINGO DEL AGUA VIVA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Éxodo, 17,3-7: El desierto encierra un peligro constante. El oasis es lo más apreciado y valorado en el desierto. Israel, cansado y sediento, murmura y desconfía de Dios. Muy pronto ha olvidado las maravillas divinas precedentes. Dios responde con una nueva manifestación de su poder y de su misericordia dándole el agua necesaria.
  • 2ª Lectura: Romanos 5,1-2. 5-8: El N.T. el agua expresa simbólicamente el don del Espíritu para una nueva humanidad. El Espíritu derramado en nuestros corazones hace brotar una nueva vida y nos da las fuerzas necesarias para que confesando a Cristo, muerto y resucitado, seamos justificados y esperemos alcanzar la gloria eterna.
  • Evangelio: Juan 4,5-42: El agua es un elemento imprescindible para poder vivir. Dios nos dio no sólo el agua, sino la misma fuente, que es Cristo. Hoy, Jesús se acerca a nosotros, como se acercó a la Samaritana, y nos invita a revisar a fondo las actitudes de nuestra vida, a no beber en otras aguas que dan más sed, y a confesar que Él es el agua viva. Bebiendo de esta agua nos convertimos en auténticos adoradores del Padre en espíritu y en verdad.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El Evangelio de este Domingo tercero de Cuaresma es largo pero bellísimo. No sabe uno por dónde empezar: por la sed o por el agua, por la mujer del cántaro o por un Jesús sediento, por el viejo pozo de Jacob o por el manantial nuevo que surge de la fe del Mesías. Cada uno que lo lea y comience por donde quiera. Sólo quisiera poner unas notas que nos ayuden a meditar y rezar sobre este texto evangélico y otros que nos propone la liturgia de hoy.

Mirad: El pueblo hebreo estaba sediento en el desierto y también la samaritana junto al pozo. Hay momentos de nuestra vida que tenemos sed y sufrimos las inconveniencias del desierto. Todos tenemos sed de verdad, de felicidad, de amor, de vida… Es muy triste si no experimentamos esta sed. El que no tiene sed no busca las fuentes de vida.

Existen dos tipos de agua: el agua que no apaga la sed y el agua que salta para la vida eterna. Nuestros pies de caminantes pisan la ardiente arena del desierto y nuestro cuerpo está sediento y busca el oasis para saciar la sed.

Algunos sacian su sed en el pozo del dinero y tienen cada vez más sed; otros en el pozo del placer y experimentan la sequedad de todo su cuerpo. No faltan quienes quieren saciar su sed en la cisterna del poder y sus ojos se enturbian; hay quienes buscan en el pozo de la publicidad para dar a conocer su imagen y son instrumentalizados y manipulados. Todos están condenados a morir de sed.

Quien excava dentro de sí, bajo la arena de la propia culpa, encuentra el agua viva; quien excava en los signos de los tiempos, bajo la arena de lo cotidiano, halla el manantial del agua pura. El que bebe de esa agua no tendrá jamás sed, porque brota de la fuente que es Cristo, Palabra y Sacramento. Esa fuente está en la plaza del mundo para saciar y salvar a todos los sedientos. Amén.

sábado, 15 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A.
DOMINGO DE LA TRANSFIGURACIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Génesis, 12,1-4a: Abrahán vive en Ur, ciudad próspera en la actual Irak, sociedad pagana y politeísta. Dios le pide que deje todas sus seguridades y emprende el camino en busca de la tierra que él le ha prometido. La vida de Abrahán es un signo del pueblo de Dios. Fue elegido e hizo camino de desierto para llegar a la tierra prometida. El patriarca es un ejemplo de fe y confianza en Dios.
  • 2ª Lectura: II Timoteo 1, 8b-10: Pablo invita a su discípulo Timoteo a sobrellevar los duros trabajos del Evangelio. El cristiano está llamado a la salvación y a la santidad, gracias a Jesucristo que destruyó la muerte y nos ofreció la vida en su resurrección. Quien asume los trabajos y exigencias del evangelio es el que confía en la fuerza de Dios.
  • Evangelio: Mateo 17, 1-9: Jesús, camino de su pasión y muerte, se transfigura en el monte Tabor y manifiesta su gloria a sus tres discípulos para preanunciarles su glorificación. La vocación del cristiano consiste en escuchar la Palabra de Dios, seguir los ejemplos de Cristo y vivir la cruz cotidiana para llegar a la glorificación.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado hablábamos de las tentaciones de Jesús, de la Iglesia y del cristiano, que se reducían a esta sola: el intento del demonio de apartarnos del camino que Dios nos traza, de nuestra misión en la vida.
¿Y cuál es el camino que Dios nos marca? Naturalmente cada uno tiene una misión distinta, un quehacer en la vida, un camino, pero lo mismo que el esquema de las tentaciones nos servía a todos, también hay unos puntos de referencia que nos pueden permitir averiguar ese plan que Dios nos traza, y respecto al que Dios espera de nosotros una respuesta sincera y leal.
Los tres apóstoles de Jesús tuvieron una intensa experiencia en el Tabor. Una manifestación misteriosa de Dios con la presencia testimonial de dos representantes del Antiguo Testamento: Elías y Moisés. Hasta entonces habían conocido a Jesús en su aspecto externo, un hombre no diferente a los demás, conocían sus costumbres, su timbre de voz, etc. En el Tabor conocen a otro Jesús, aquel a quien no se le consigue ver con ojos normales. El Señor se transfiguró en la cumbre del monte.
¿Qué nos falta los cristianos para vivir intensamente nuestra transfiguración con Cristo? ¿Quizá vivimos un cristianismo sin Cristo? ¿Cómo conseguir nuestra transfiguración? La transfiguración de nuestro ser en Cristo es ante todo una gracia divina y, luego, nuestra colaboración dejando que el resplandor divino ilumine nuestro corazón y nos haga cambiar nuestras actitudes rutinarias y a veces sin ilusión de ser cristiano.
Se habla y se escribe mucho de Cristo, pero la mayoría de las veces es un Cristo impersonal, lejano, extraño, pero no una persona viva. La experiencia del Tabor marcó a los tres discípulos y debe marcar nuestra vida cristiana. Nosotros no estuvimos allí,  pero cada día que nace brilla más intensamente la luz de Cristo en nuestro ser.
No escuchamos la voz divina del Tabor, pero cada día resuena la Palabra de Dios en nuestros oídos y llega a nuestros corazones. El mandato: “escuchadle” obliga a escucharla, meditarla, guardarla en el corazón como Santa María y dar testimonio del mensaje evangélico. Si todos los cristianos estuviéramos de veras fascinados de Cristo, ¿qué pasaría en el mundo? Amén.

ACTIVIDADES DIOCESANAS

GESTO SOLIDARIO DE CUARESMA

El pasado domingo, I de Cuaresma, se repartieron en nuestra Parroquia las huchas solidarias a las que les acompaña un díptico donde encontraremos una oración para cada semana de cuaresma y la carta del Obispo de Huelva con motivo de este tiempo litúrgico. No es una campaña ni una gran colecta, sino que es una oportunidad para poder experimentar la misericordia de Dios; una propuesta diocesana que nos da sentido de pertenencia a la misma Diócesis, aprovechando nuestra diversidad para unirnos en un gesto común. Consiste este gesto cuaresmal solidario en orar en común, saber sacrificarnos y ofrecer nuestra caridad.

DIA DEL SEMINARIO 2014

CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE HUELVA CON MOTIVO DEL DÍA DEL SEMINARIO.

La alegría de anunciar el Evangelio

Mis queridos hermanos y hermanas:
 
Os escribo esta carta con motivo del Día del Seminario que celebramos en la Solemnidad de San José, 19 de marzo, este año bajo el lema “La alegría de anunciar el Evangelio”, pues nuestra Iglesia diocesana necesita pastores que, contagiados de esta alegría, sean mensajeros de la Buena Noticia de Jesucristo.

Así es: necesitamos buenas noticias porque, con frecuencia, nos abruman las imágenes e informaciones sobre tantas realidades llenas de dolor, presentadas con tanta crudeza, y que parecen silenciar las no pocas iniciativas cargadas de bondad, belleza y verdad, también presentes en nuestro mundo.

El hombre no puede vivir sin esperanza; necesita horizontes nuevos que le ayuden a salir de sus ofuscaciones y de sus fracasos; precisa profetas de esperanza y no de calamidades, para poder construir un mundo nuevo ajustado a la voluntad de Dios que lo creó y «vio que era bueno» (Cfr. Gén, 1). Es más, cuando el hombre rompe el mundo de Dios, Él no se cansa de rehacerlo y curarlo con su misericordia. Y, porque nos ama entrañablemente, nos envió a su propio Hijo como la Buena Noticia -esto significa Evangelio- que trae la salvación de toda persona, en todo tiempo y lugar.

El papa Francisco, con su testimonio y sus palabras, nos lo recuerda incesantemente: «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría» (Evangelii Gaudium, 1)
 
Pero no hay noticia sin mensajeros que la pregonen y la difundan para que llegue a todos ¿Quienes son esos mensajeros de buenas noticias? Todo cristiano debe serlo, porque está llamado a ser discípulo y misionero que testimonia esta alegría del Evangelio, no sólo con palabras sino, sobre todo, con su manera de vivir. Pero también es verdad que los cristianos necesitamos ser acompañados, formados y alimentados por pastores que sean servidores de nuestra alegría. Pastores que lleven a la fuente de la alegría que es el mismo Jesucristo, que nos ilumina con su Palabra, nos alimenta con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía, nos acoge y perdona, nos lleva como Buen Pastor sobre sus hombros, en medio de nuestra debilidad, y nos da la certeza personal de ser infinitamente amados por el Dios del amor.
 
Demos gracias a Dios por los dieciséis jóvenes que se preparan para ser sacerdotes en nuestro Seminario, tres de ellos ya ordenados diáconos. Que el Señor los fortalezca con los fortalezca con los dones del Espíritu Santo, y nosotros colaboremos, con nuestra oración y ayuda económica, para que no les falten los medios adecuados para su formación.
 
Oremos por nuestros seminaristas para que sean los mensajeros que nuestro mundo necesita; que experimenten la alegría de anunciar el Evangelio y descubran que vale la pena dar y gastar la vida entera en esta hermosa misión. Pidamos para que el Señor bendiga a nuestra Diócesis con nuevas vocaciones, jóvenes llenos de la consecuente alegría del encuentro personal con Jesucristo, Buena Noticia, y que estén dispuestos a seguirle como pastores de su pueblo; jóvenes alegres que contagien la auténtica alegría del Evangelio.
 
Confiando en la intercesión maternal de la Inmaculada Virgen María, patrona de nuestra Diócesis y Seminario, y en la protección de su esposo San José, os bendigo con todo afecto.
+ José Vilaplana Blasco,
Obispo de Huelva

VIDA DIOCESANA

VISITA AD LIMINA DE NUESTROS OBISPOS AL PAPA FRANCISCO.
 
Nuestro Obispo, D. José, acompañado por el Obispo emérito, D. Ignacio, nos ha hecho presentes a todos en la oración y en la profesión de fe ante la tumba de S. Pedro. Todos hemos sido, también, “confirmados en la fe” por nuestro pastor Universal, el Papa Francisco.
 
Más información en www.diocesisdehuelva.es.

sábado, 8 de marzo de 2014

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2014

 
Queridos hermanos y hermanas:
 
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
 
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice San Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, San Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
 
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr. Rom 8, 29).
 
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
 
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
 
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.
La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
 
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
 
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
 
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
 
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
 

viernes, 7 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

I DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A.
DOMINGO DE LAS TENTACIONES
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Génesis, 2, 7-9; 3,1-7: El hombre, modelado por Dios y colocado en el paraíso, no responde al proyecto divino. El pecado rompe la relación del hombre con Dios. La narración del pecado de Adán es una descripción del pasado y una realidad en el presente. El hombre quiere independizarse de Dios y se esclaviza. Hoy, como ayer, el pecado consiste en rechazar a Dios y buscar el propio camino lejos de Él.
  • 2ª Lectura: Romanos 5, 12-19: Pablo presenta dos figuras opuestas: Adán y Cristo. Subraya que el pecado vino por un solo hombre y por el pecado la muerte. Por el pecado de Adán se rompió la comunión con Dios. Por Cristo se restaura la relación del hombre con Dios. Pablo presenta el paso de la muerte a la vida.
  • Evangelio: Mateo 4,1-11: En el paraíso terrenal Adán se independizó, Jesús, en cambio, se subordina al plan salvífico de  Dios y vence las tentaciones del diablo. La salvación está en reconocer la autoridad de Dios y rechazar las tentaciones.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La liturgia, el culto de la Iglesia, tiene dos tiempos fuertes en el año, las dos pascuas. La Pascua de Navidad y la Pascua de Resurrección. Cada una de estas fiestas grandes va precedida de una preparación. La Pascua de Navidad va precedida del Adviento y a la Pascua de Resurrección precede la Cuaresma. Antiguamente estos cuarenta días que preceden a la Pascua de Resurrección se vivían con gran austeridad penitencial, con ayuno riguroso y abstinencia de carne (eso se recordó en la liturgia del Miércoles de ceniza). Históricamente, en el siglo III ya existía la Semana Santa, como tiempo de preparación a la Pascua. Más tarde se fue alargando hasta los cuarenta días actuales.
Iniciamos la Cuaresma con el domingo llamado de las “tentaciones”. El Evangelio nos narra las tentaciones que sufrió Jesús en el desierto y cómo las superó. Las tentaciones también nos rodean a nosotros. Vivimos en una sociedad que crea propaganda que provoca y estimula. La propaganda está estudiada y ofrece todo aquello que más nos tienta y nos gusta. ¿Quién es capaz huir de las múltiples tentaciones que nos asaltan constantemente? Las tentaciones se presentan con mucho color y calor: la tentación de idolatría, del consumismo y del placer; la tentación del poder y de la autosuficiencia, la tentación de una vida fácil y de seguir los modelos de los personajes famosos de la prensa y de la televisión, la tentación de vivir a espaldas de Dios y construir una sociedad sin Dios. Oímos una voz que nos dice: “Seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal”.
Las tentaciones son muchas. Hemos de reconocer que somos débiles y cedemos con frecuencia a la tentación. La Cuaresma nos invita a entrar en el desierto y vencer las tentaciones para adorar al único y verdadero Dios, como hizo Jesús. Él nos anima con su Palabra y Sacramento a vencer las tentaciones y nos enseña el camino de la Pascua. Amén.

miércoles, 5 de marzo de 2014

MENSAJE DEL OBISPO DE HUELVA PARA LA CAURESMA 2014

"Con Pedro hacia la Pascua”
Mis queridos hermanos y hermanas:
 
Este año comenzaré la Cuaresma con el Santo Padre Francisco, porque me encontraré haciendo la Visita Ad Limina en Roma, ese momento especial para nuestra comunidad diocesana, en la que, como Obispo de esta Iglesia, tendré la ocasión de expresar, de manera singular, nuestra comunión con el Sucesor de Pedro. No en vano, Pedro fue testigo de la Resurrección, y la Cuaresma es el camino hacia la Pascua. Es por eso que he pensado, en mi carta de Cuaresma, recoger algunas pautas del mensaje que el papa Francisco ha dirigido a toda la Iglesia con el mismo motivo. Os invito a una lectura atenta de su mensaje completo.
 
Ya desde el título, el papa Francisco nos quiere ayudar a introducirnos en el espíritu cuaresmal, sirviéndose de un texto de San Pablo: “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9). Y nos habla del estilo de Dios, tan distinto a nuestro estilo. Mientras nosotros pensamos que nuestra riqueza es la que enriquece a los demás, el Señor nos invita a todo lo contrario, porque Él “se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se vació” por nosotros, en definitiva, se hizo pobre con una pobreza que nos enriquece con “su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros”. Sigue diciendo el Papa: Jesús es “rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura” ¡Qué figura más hermosa para decirnos cómo es el Señor! El cristiano ha de ser como un niño. ¿Acaso no es la Cuaresma un camino para renovar el Bautismo que recibimos de niños? ¿No es el momento para renovar nuestro compromiso de nacer de nuevo? (cfr. Jn 3, 3-4).
 
No hay otro camino para los seguidores del Señor que hacernos pobres, que seguir el camino de la pobreza de Jesús:“Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres”. Efectivamente, la Iglesia cumple esta misión cuando ofrece los Sacramentos – especialmente en este tiempo, de la Penitencia y la Eucaristía–  , y cuando ofrece la Palabra de Dios.  Así, esta comunidad de pobres está llamada a “mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas”. Estas miserias, según el Papa, tienen varias dimensiones: la miseria material, ante la que el cristiano ha de responder con el servicio, a imagen de Cristo; la miseria moral, que nos convierte en esclavos del pecado, y la miseria espiritual “que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor”. Ante ésta última, la respuesta es el Evangelio, la Buena Noticia de que Dios nos ama. Esta Buena Noticia del amor de Dios se nos ofrece, siempre, pero especialmente en este tiempo, en el Sacramento del Perdón.
 
Con el papa Francisco –con Pedro–, os animo a vivir la Cuaresma para encontrarnos con el Señor Resucitado en la Pascua. En ese camino, nos ayudará el Gesto Solidario Cuaresmal que es una expresión de la limosna –que ciertamente cuesta, duele–, tan propia de este tiempo litúrgico y, que unida a la oración y al ayuno, nos ayudará a ser misericordiosos y “agentes de misericordia”. Así, venerando la carne del Señor en los pobres, podremos afirmar con Pedro en la Pascua: “Tú eres el Hijo de Dios vivo” (cfr. Mt 16, 16).
+ José Vilaplana Blasco

CATEQUESIS DOMINICAL

MIERCOLES DE CENIZA. Ciclo A.
CENIZA, PREGÓN DE LA CUAREMA.
 
Ideas principales de las lecturas de hoy:
1ª Lectura: Joel 2, 12-18: La penitencia de la conversión. El profeta Joel convoca al pueblo de Israel a una liturgia penitencial. Le invita a convertirse de su mal vivir y a cumplir la alianza. Pide también que rasgue su corazón y no los vestidos. La penitencia adquiere su pleno sentido en la conversión del corazón. La conversión tiene que ser interior y buscar y cumplir la voluntad de Dios.
2ª Lectura: II Corintios 5, 20 - 6, 2: La conversión y la reconciliación. Pablo considera la conversión como una tarea de reconciliación con Dios y dice: "Dejaos reconciliar con Dios", porque el tiempo es favorable, es gracia y salvación. La reconciliación consiste en recomponer la relación rota o debilitada entre nosotros y Dios, y entre los hermanos.
Evangelio: Mateo 6, 1-6. 16-18: Espíritu de penitencia. Jesús enseña a sus discípulos como tiene que ser su estilo de vida y describe tres dimensiones de la misma: la oración = relación con Dios; la limosna = relación con el prójimo; y el ayuno = relación con uno mismo. La oración es imprescindible para el discípulo de Jesús; la limosna es expresión de sincera caridad, y el ayuno exterioriza la conversión a Dios.
 
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: lo mismo que el Domingo de Ramos es pórtico de la Semana Santa, el Miércoles de Ceniza lo es para la Cuaresma. Hoy comienza la Cuaresma. El punto de llegada es la noche de la Pascua. Los cuarenta días que la preceden constituyen, una subida hacia la Pascua.
De modo que el Miércoles de Ceniza abre para la Iglesia un tiempo de conversión y renovación, tiempo de gracia y perdón, tiempo de oración y de escucha de la Palabra de Dios. Tiempo de volver al buen camino para llegar purificados, personal y comunitariamente, a renovarnos y a caminar hacia la Pascua. El camino pasa por la conversión, la renuncia y la humildad.
El signo austero de la ceniza nos recuerda que el Evangelio es nuestra creencia. La ceniza expresa la fragilidad, lo perecedero, la debilidad radical del ser humano, nuestro pecado y maldad. Pero tenemos que vincular este signo de la ceniza con la Fe y la Palabra de Dios. Porque la Ceniza sin Palabra es mala noticia; la Ceniza sin Fe es un rito de mal gusto. Por eso el gesto de la imposición de la Ceniza en la cabeza va acompañado de las palabras: Convertíos y creed en el Evangelio.
De ahí que las lecturas de esta celebración nos inviten a la conversión y a recorrer día a día el camino de la cruz, que lleva a la Pascua de la Luz. La llamada a la conversión de hoy significa un toque de atención para que iniciemos cada uno el (su) examen de conciencia, intentando descubrir aquellas actitudes profundas que impiden a Dios realizar su obra de salvación en nosotros.
Desde la Eucaristía de esta tarde la Iglesia nos va a ofrecer un serie de medios humanos y divinos como la limosna, la oración, el ayuno, la escucha de la Palabra de Dios y el sacramento de la Penitencia. Nos ofrece estos medios, no para nuestra ostentación o vanagloria, ni para nuestro sufrimiento o victimismo, sino para nuestra santificación. Jesús quiere que, a través de ellos, seamos siempre humildes y buenos con los demás hombres.
En definitiva, Jesús enseña a sus discípulos cómo tiene que ser su estilo de vida y describe tres dimensiones de la misma: la oración nos mantiene en relación con Dios; la limosna nos vincula con el prójimo, y el ayuno nos hace estar más unidos a nosotros mismos. La oración es imprescindible para el discípulo de Jesús; la limosna es expresión de sincera caridad, y el ayuno exterioriza la conversión a Dios. Amén.

domingo, 2 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
NO ESTÉIS AGOBIADOS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Isaías 49,14-15: Dios no se olvida de sus hijos. El pasaje de hoy se halla al final de uno de los poemas del Siervo de Yahvé. Es un texto breve, pero intenso. Es un canto al amor que Dios tiene para con su pueblo, a pesar de sus extravíos. Una madre nunca olvida a su hijo. Dios tampoco se olvida de sus hijos.
  • 2ª Lectura: I Corintios 4,1-5: Dios es el único juez. En la comunidad de Corinto había divisiones y partidos eclesiales. Para Pablo, los ministros deben ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios, por lo tanto han de ser fieles a la misión recibida. La conciencia de Pablo está tranquila delante de Dios, el único juez.
  • Evangelio: Mateo 6,14-34: Unas pistas de situación. Seguimos con el Sermón de la Montaña. Jesús nos invita a no agobiarnos ni por la comida ni por el vestido, lo importante es el Reino de Dios y su justicia. Jesús pone unas comparaciones que parecen demasiado poéticas. Termina con una recomendación: “A cada día le baste su propio afán”.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La catequesis de hoy es muy sencilla y entronca con nuestra vida diaria. Hoy nos plantea el tema de la “Providencia divina”, muchas veces cuestionada no sólo por hombres de este mundo, sino por “muchos bautizados” también.
En ciertas ocasiones, ante acontecimientos adversos, tenemos la sensación de que Dios nos ha olvidado, no atiende nuestros ruegos o no cuidad de nosotros. Esta misma sensación la sintió el pueblo de Israel en su destierro. Se lamentaba del abandono de Dios; del olvido en que Dios les tenía. Pero Dios, a través de sus profetas, les ofrece un mensaje de consuelo: Dios no puede abandonar a sus hijos y su amor es más entrañable que el mismo amor de una madre. Este mensaje reconfortante sigue siendo válido para cada uno de nosotros en los momentos adversos de nuestra vida.
En esa misma línea, nos habla hoy el evangelista Mateo. Como en los últimos domingos, este Evangelio forma parte del Sermón de la Montaña en el que Jesús nos explica las actitudes básicas que deben tener sus discípulos. Hoy se fija en la actitud ante las cosas materiales, en concreto el dinero como símbolo de todas ellas. Dos cosas nos dice ese Evangelio: a) que no podemos servir a dos señores; b) que Dios es providente: si buscamos el Reino, lo demás se nos dará por añadidura.
Los hombres buscamos con verdadero agobio lo que necesitamos para comer, beber o vestir. Y no sólo eso, sino que se envidia al que posee cosas y se humilla al que carece de bienes. Es evidente que se crean distancias humanas y sociales por razón de los bienes que se poseen y no por las virtudes o valores que se practican. Sabe Jesús que las cosas materiales han sido muchas veces la causa principal de enfrentamientos entre familiares, amigos, compañeros, vecinos… Y hoy nos quiere prevenir para no caer en esa trampa. Dice que no puede ser ése el criterio de división entre los hombres. Dios es Padre que no abandona a quien le busca con confianza.
En el Evangelio que proclamamos hoy, el Señor no se dirige solamente a los pobres que se preocupan afanosamente por el pan de cada día; ni se dirige exclusivamente a los ricos que ponen su confianza en el patrimonio acumulado. El Señor se dirige a los dos grupos por a) el pobre corre el riesgo de poner sus esperanzas y desvelos en las riquezas que no posee, b) el rico puede estar al servicio y ser esclavo de los bienes que posee.
Jesús, el Señor, se dirige al hombre que se encuentre en cualquiera de esas dos situaciones, porque las riquezas (poseídas o deseadas) se presentan como una realidad capaz de competir con Dios. No hay duda que todos necesitamos: reflexión y revisión de conducta; y, también, verdadera conversión, dejando mucho más espacio en nuestra confianza al amor providente de Dios. Tengamos presente lo que afirma Jesús: “buscad, ante todo, el Reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura”. Amén.