sábado, 15 de marzo de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo A.
DOMINGO DE LA TRANSFIGURACIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
  • 1ª Lectura: Génesis, 12,1-4a: Abrahán vive en Ur, ciudad próspera en la actual Irak, sociedad pagana y politeísta. Dios le pide que deje todas sus seguridades y emprende el camino en busca de la tierra que él le ha prometido. La vida de Abrahán es un signo del pueblo de Dios. Fue elegido e hizo camino de desierto para llegar a la tierra prometida. El patriarca es un ejemplo de fe y confianza en Dios.
  • 2ª Lectura: II Timoteo 1, 8b-10: Pablo invita a su discípulo Timoteo a sobrellevar los duros trabajos del Evangelio. El cristiano está llamado a la salvación y a la santidad, gracias a Jesucristo que destruyó la muerte y nos ofreció la vida en su resurrección. Quien asume los trabajos y exigencias del evangelio es el que confía en la fuerza de Dios.
  • Evangelio: Mateo 17, 1-9: Jesús, camino de su pasión y muerte, se transfigura en el monte Tabor y manifiesta su gloria a sus tres discípulos para preanunciarles su glorificación. La vocación del cristiano consiste en escuchar la Palabra de Dios, seguir los ejemplos de Cristo y vivir la cruz cotidiana para llegar a la glorificación.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado hablábamos de las tentaciones de Jesús, de la Iglesia y del cristiano, que se reducían a esta sola: el intento del demonio de apartarnos del camino que Dios nos traza, de nuestra misión en la vida.
¿Y cuál es el camino que Dios nos marca? Naturalmente cada uno tiene una misión distinta, un quehacer en la vida, un camino, pero lo mismo que el esquema de las tentaciones nos servía a todos, también hay unos puntos de referencia que nos pueden permitir averiguar ese plan que Dios nos traza, y respecto al que Dios espera de nosotros una respuesta sincera y leal.
Los tres apóstoles de Jesús tuvieron una intensa experiencia en el Tabor. Una manifestación misteriosa de Dios con la presencia testimonial de dos representantes del Antiguo Testamento: Elías y Moisés. Hasta entonces habían conocido a Jesús en su aspecto externo, un hombre no diferente a los demás, conocían sus costumbres, su timbre de voz, etc. En el Tabor conocen a otro Jesús, aquel a quien no se le consigue ver con ojos normales. El Señor se transfiguró en la cumbre del monte.
¿Qué nos falta los cristianos para vivir intensamente nuestra transfiguración con Cristo? ¿Quizá vivimos un cristianismo sin Cristo? ¿Cómo conseguir nuestra transfiguración? La transfiguración de nuestro ser en Cristo es ante todo una gracia divina y, luego, nuestra colaboración dejando que el resplandor divino ilumine nuestro corazón y nos haga cambiar nuestras actitudes rutinarias y a veces sin ilusión de ser cristiano.
Se habla y se escribe mucho de Cristo, pero la mayoría de las veces es un Cristo impersonal, lejano, extraño, pero no una persona viva. La experiencia del Tabor marcó a los tres discípulos y debe marcar nuestra vida cristiana. Nosotros no estuvimos allí,  pero cada día que nace brilla más intensamente la luz de Cristo en nuestro ser.
No escuchamos la voz divina del Tabor, pero cada día resuena la Palabra de Dios en nuestros oídos y llega a nuestros corazones. El mandato: “escuchadle” obliga a escucharla, meditarla, guardarla en el corazón como Santa María y dar testimonio del mensaje evangélico. Si todos los cristianos estuviéramos de veras fascinados de Cristo, ¿qué pasaría en el mundo? Amén.

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