domingo, 5 de octubre de 2014

CATEQUESIS DOMINICAL

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo A
LA ALEGORÍA DE LA VIÑA.

Ideas principales de las lecturas de este domingo:

  • 1ª Lectura: Isaías 5, 1-7. La viña ingrata. En el siglo VII a, C., Isaías, profeta y personaje en la corte del rey de Israel en Jerusalén, reacciona contra la inmoralidad reinante y por el desprecio de la Ley. Denuncia la situación del Pueblo de Dios y expone la imagen de la viña que produce solamente agrazones. Es un canto de amor por parte de Dios y un rechazo por parte de su pueblo.
  • 2ª Lectura: Filipenses 4, 6-9. Pablo hace algunas recomendaciones a la comunidad de los filipenses. Pablo hace una serie de recomendaciones a los cristianos de Filipo. Describe cómo debe ser la comunidad que quiere ser fiel al Señor. La comunidad debe estar abierta al futuro viviendo en paz y en la acción de gracias, y buscando siempre lo que es noble y puro.
  • Evangelio: Mateo 21, 33-43. Nueva viña, nuevos frutos. Jesús propone un parábola dramática que resume la historia de su pueblo. Su muerte es el punto central de la historia en el que se encuentran los antiguos y los nuevos viñadores. Las parábolas de Jesús son duras. Se planteará una nueva viña que producirá frutos. Los frutos son las obras de justicia y de santidad.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El domingo pasado las lecturas nos invitaban a meditar sobre la responsabilidad personal ante la llamada de Dios. Era una invitación a la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos; una invitación al compromiso y a la fidelidad; y, por último, una invitación a cumplir la voluntad de Dios que encontramos en su Palabra. Hoy, en este domingo vigésimo séptimo del tiempo ordinario, la liturgia nos habla de la parábola/alegoría de la viña, que hemos escuchado en la primera lectura, en el salmo y en el evangelio.
Esta parábola que nos ofrece el Evangelio de san Mateo se refiere, de modo directo, al pueblo de Israel. Pero el pueblo de Israel es el signo de la Iglesia (nueva viña del Señor), del mundo en el que vivimos y de cada uno de nosotros, que hemos sido llamados a formar parte de su Iglesia.
Jesús nos habla hoy de la Viña del Señor con un tono triste y decepcionante, de esa viña que somos nosotros y que no siempre damos los frutos que espera el Señor de nosotros; en lugar de alegría le ofrecemos disgustos; en vez de buena acogida, le rechazamos. Nuestra vida personal, familiar, social, muchas veces está llena de frutos amargos para Dios. En multitud de ocasiones, le maltratamos con nuestra conducta, a él y a las personas que pone a nuestra disposición para traernos su mensaje de salvación.
Pero a pesar de ello, Dios con su infinito amor, cuida de nosotros como el labrador cuida de su viña. No se da por vencido. Quiere salvar a sus hijos del error. Nos ha enviado a su propio Hijo, cuyo mensaje, a veces, también cuestionamos.
Queridos hermanos y hermanas, el Reino de Dios y el Dios del Reino se manifiesta en Jesús, a quien los sabios y entendidos desprecian, pero para nosotros es la piedra angular. Desprecian al mensajero del Reino, y lo hacen porque no pueden aceptar el mensaje de amor de la Buena Noticia. El reino de Dios -la viña- ha sido sembrado en nosotros. Y la viña nos ha sido dada para que la cultivemos, la cuidemos y la hagamos crecer. No hemos de entorpecer la acción de Dios en su viña -que no es nuestra-, sino que hemos de ser colaboradores para que, cuando venga el viñador, los frutos estén a punto y que sean muchos y buenos. El viñador vela por su viña, pero necesita de la colaboración humana, de la buena voluntad de los que creen en él. La viña es técnica y milagro, misterio y naturaleza, quehacer y espera, don y tarea, como la alianza misma entre Dios y el pueblo.
Debemos estar orgulloso de haber sido elegidos por Dios y saber que ha depositado en nosotros su confianza. Sabemos que no siempre trabajamos al máximo nuestras posibilidades y, en muchas ocasiones, hacemos daño. A pesar de todo volvemos los ojos a Dios para darle gracias, como nos decía san Pablo (2ª lectura) y suplicarle su perdón para nuestros fallos y su ayuda para llevar a buen término nuestra misión como cristianos. La Eucaristía es una respuesta que damos al amor de Dios. Pero que esta respuesta se haga notoria en nuestra relación con los hombres, nuestros hermanos. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario