domingo, 26 de septiembre de 2010

Actividades Parroquiales

Semana del 27 de Septiembre al 3 de Octubre de 2010.

Jueves 30 de Septiembre:
- 17:30 Horas: Presentación del nuevo curso de Catequesis, en la Parroquia.
- 19:00 Horas: Celebración de la Eucaristía.

Viernes 1 de Octubre:
18:00 Horas: Reunión para la programación parroquial. Casa Parroquial.

Sábado 2 de Octubre:
19:00 Horas: Eucaristía del XVII Domingo del Tiempo Ordinario.

Otras actividades:
Durante el fin de semana del 2 y 3 de octubre (sábado mañana y tarde, y domingo mañana), en el Colegio Diocesano 'Sagrado Corazón de Jesús' en Huelva,se impartirá el curso para los monitores Lectura Creyente de la Palabra.

sábado, 25 de septiembre de 2010

XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LAS RIQUEZAS, FALSA SEGURIDAD

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Amós 6,1ª.4-7: La civilización del consumo. Continúa la impresionante descripción de la sociedad en el tiempo del profeta Amós. La riqueza de los jefes de Israel les hace confiar en sus fuerzas y olvidar la triste situación de los pobres. El profeta llama a la conversión a quienes se dedican a comer, beber y pasarlo bien a costa de pisotear muchas veces la dignidad de los pobres y engañar al prójimo en pesos y medidas.
- 2ª Lectura: I Timoteo 6,11-16: El combate de la fe. Si se quiere hacer frente a las injusticias de este mundo, el único camino válido es vivir intensamente la fe. Quien acoge el Reino de Dios puede, desde su ambiente y posibilidades, trabajar por un mundo más justo. Renovarse en Cristo es combatir la buena batalla de la fe mientras llega el momento de presentarse ante el tribunal de Dios.
- Evangelio: Lucas 16,19-31: La riqueza no compartida. El Evangelio denuncia proféticamente las situaciones de egoísmo e injusticia, violencia y desprecio, y anuncia el juicio de Dios y la llamada a la conversión.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Unos de los estigmas más característicos de nuestro mundo contemporáneo es el abismo de la desigualdad, tanto en el conjunto de la humanidad como en el interior de cada país. Desde una chabola se ven las cosas de muy distinta manera a como se ven desde un palacio; desde quien debate cada día por sobrevivir o desde quien vive en el derroche y en el consumismo.
En los profetas, hombres de Dios y en el Evangelio está muy claro lo difícil que es salvarse desde la riqueza. El profeta Amós, como el domingo anterior, nos advierte de los riesgos que se corren cuando nuestra conducta se va haciendo más materialista y el olvido de Dios alcanza mayor intensidad. Por ello San Pablo nos urge a vivir seriamente nuestra vida cristiana practicando las virtudes y guardando el “Mandamiento de Cristo-Jesús”.
Por su parte, el tal Cristo-Jesús habla en parábolas para que comprendamos más fácilmente su doctrina. Y no debemos quedarnos solamente con la parábola que nos cuenta, sino que hemos de dar acogida a la doctrina que nos transmite; al mensaje que nos ofrece.
Hoy, por medio de una parábola, nos recuerda la actitud de los hombres frente a la riqueza:
- Unos son ricos en bienes y se apegan a la riqueza con todas sus fuerzas, prescindiendo de Dios y de los demás,
- Otros son ricos en pobreza y se apegan a Dios con la esperanza de que les colmará de la felicidad que ahora no tienen y los hombres les quitan.
También nos enseña el Señor que no podemos decir que existe solidaridad entre los hombres ni entre los pueblos si solamente compartimos las migajas que caen de la mesa. Pero, ¡eso sí!, Dios no se olvida de nuestros actos y hará que reine la justicia, la equidad y el amor donde nosotros la hayamos hecho desaparecer.
No pidamos el milagro de la resurrección de un muerto para que nos lo demuestre, como lo pidió el rico Epulón. Si no aceptamos la Palabra que se nos ofrece como Buena Noticia, no cambiaríamos de actitud ni aunque resucitara un muerto.
Escuchemos lo que dice el Señor y demos acogida a su Palabra, que nos invita a llevar una vida personal sobria y que sea solidaria y fraternal con la situación de los demás. Amén.

martes, 21 de septiembre de 2010

Actividades Parroquiales

Semana del 20 al 26 de Septiembre de 2010.

* Comenzamos un nuevo curso en nuestra Parroquia. Durante esta semana cambia el horario de las Eucaristías, a partir de esta semana:
- La Eucaristía de los Jueves, será a las 19:00 horas(siete de la tarde.
- Y la del domingo, pasa al Sábado a las 19:00 horas (siete de la tarde), con la celebración, en este primer sábado, del envío de los monitores de los grupos de Lectura Creyente.

* Ya está abierto el plazo de inscripción, para la Peregrinación anual al Santuario de Nuestra Señora de Fátima. Este año la peregrinación será los días 16 y 17 de Octubre de 2010. Más información e inscripciones en el lugar de costumbre.

* Los próximos días 20, 21 y 22 de septiembre, la Casa de Espiritualidad 'Reina de los Ángeles' de Aracena, acogerá una nueva edición de la Convivencia-Asamblea del Clero Diocesano que tiene lugar cada comienzo de curso pastoral, presidida por nuestro obispo. Ofrezcamos nuestra oración para que el Señor les ilumines en su labor pastoral.

domingo, 19 de septiembre de 2010

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LA GENEROSIDAD QUE DESBANCA LA AMBICIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Amós 8,4-7: Amós denuncia con duras palabras las injusticias sociales de una sociedad rica y segura de sí misma. Presenta a los ricos de Israel deseosos de adquirir nuevas ganancias e impacientes por acumular riquezas. Sus palabras resuenan hoy también en nuestra sociedad. La vida de fe asume la dimensión de justicia y de ayuda al hermano necesitado.
- 2ª Lectura: I Timoteo 2,1-8: Pablo recomienda a los cristianos no oponerse contra las estructuras del poder de su tiempo, sino orar, con las manos alzadas, por aquellos que gobiernan, a fin de que descubran la dimensión de su servicio y procuren a todos una vida digna y serena.
- Evangelio: Lucas 16,1-13: Es imposible servir a mismo tiempo a Dios a las riquezas. Jesús alaba la sagacidad del administrador infiel y pide a sus seguidores que sean hábiles para hacer el bien, crear fraternidad y tener un único Señor.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: A veces queremos dar explicaciones, hacer aclaraciones o interpretaciones a la Palabra de Dios y, con ello, la oscurecemos o la tergiversamos en la pureza de su mensaje. En otras ocasiones, aplicamos lo que dice el Señor a los demás. No obstante, hoy la Palabra de Dios nos habla de ciertas injusticias existentes entre los hombres, en nuestra sociedad.
La primera lectura es un mensaje de Dios a los hombres de hace 2.800 años aproximadamente, pero que tiene hoy la misma actualidad que tuvo entonces porque los hombres somos iguales a pesar del paso de los siglos. Y es un mensaje transmitido por un hombre poco culto: por pastor de ovejas y cultivador de higos. Pero que es un profeta de Dios (Amón). Y no habla “para los demás” sino para cada uno de nosotros porque la injusticia y el apego al dinero se da, en mayor o menor grado, en todos:
• En el que vende y en el que compra,
• En quien paga un sueldo y en quien lo cobra,
• En quien hace un trabajo y en quien lo encarga,
• En el que tiene dinero y lucha para tener más y en quien no lo tiene y lucha para conseguirlo.
Si la primera lectura es muy seria, la segunda no lo es menos. Se dice muchas veces que la gente de hoy: reza poco, se confiesa poco, no va a Misa… Acaso sea verdad. Pero ¿pensamos alguna vez en quiénes son los que “rezan poco”, “se confiesan poco”, “faltan a Misa”, etc.? ¿No somos, precisamente, nosotros los cristianos, los bautizados en la Iglesia Católica?
También Jesús, el Señor, nos habla de cosas que nos afectan a cada uno de nosotros:
- La preocupación por el dinero que hace que olvidemos a Dios y a los hombres,
- El egoísmo, que seca el corazón y causa tantos fraudes y engaños,
- La preocupación desmesurada por las cosas materiales que hace imposible la confianza en Dios y la esperanza en su providencia de Padre.
Es una experiencia continua que el dinero es causa:
- De discordias familiares,
- De enfrentamientos sociales,
- De ruptura de buenas amistades,
- De intranquilidades personales,
- De injusticias frecuentes y de la corrupción social,
- De odios numerosos y sufrimientos profundos…
Por eso, el Señor, llama la atención sobre ello, en números pasajes del Evangelio. Hoy nos dice tajantemente que no se puede servir a dos señores. Y eso, traducido a nuestro lenguaje, significa que:
- Quien está dominado por el afán de riquezas,
- Quien tiene puesto su corazón en el dinero -sea rico o pobre, sabio o ignorante, hombre o mujer, laico o clérigo, adulto o joven- ¡no es cristiano!, ¡no es discípulo suyo!
Por otra parte, nos insiste en que nos hagamos ricos ante Dios. Atendamos a lo que nos dice el Señor para reflexionar sobre ello y ver cuál es nuestra actitud. Amén.

domingo, 12 de septiembre de 2010

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


UNA PARÁBOLA PARA NUESTROS DIAS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Exodo 32, 7-11.13-14: La primera lectura nos ofrece un retrato de nuestro proceder en la actitud que nos relata del Pueblo de Dios. Es nuestra propia historia; es el retrato de nuestra vida personal. Nos entusiasmamos con Dios y le juramos lealtad y, al rato, le dejamos para seguir otros caminos. Sin embargo, Dios -que permanece fiel a sus compromisos- nos ofrece un recurso al alcance de nuestras manos para que volvamos a él y alcancemos su perdón.
- 2ª Lectura: I Timoteo 1, 12-17: San Pablo nos ofrece una oración de agradecimiento a Dios por la fe y el perdón que le otorgó por medio de Jesucristo. Pablo estaba alejado de Jesús e, incluso, le perseguía. Pero cuando Jesús le llamó, acogió la llamada con todo entusiasmo y sin reservas de ninguna clase. Al mismo tiempo, nos manifiesta, que Dios no solamente nos perdona sino que sigue fiándose de nosotros a pesar de nuestras numerosas infidelidades. Es una de las características de su amor para con nosotros.
- Evangelio: Lucas 15, 1-32: El Evangelio de hoy nos muestra la gratuidad del perdón y la alegría gozosa de la misericordia de Dios para con los pecadores y para quienes son considerados como "injustos" por la gente. Dios nos conoce, respeta nuestra libertad cuando nos alejamos de él; y hace fiesta cuando decidimos volver a casa. Y así, el amor se hace alegría a la hora del perdón.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En ninguna otra parábola ha querido Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como ésta del "Padre bueno".

El hijo menor dice a su padre: «dame la parte que me toca de la herencia». Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. No será feliz hasta que su padre desaparezca. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.

¿No es ésta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.

El hijo se marcha a «un país lejano». Necesita vivir en otro país, lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo... ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?

Pronto se instala el hijo en una «vida desordenada». El término original no sugiere sólo un desorden moral sino una existencia insana, desquiciada, caótica. Al poco tiempo, su aventura empieza a convertirse en drama. Sobreviene un «hambre terrible» y sólo sobrevive cuidando cerdos como esclavo de un extraño. Sus palabras revelan su tragedia: «Yo aquí me muero de hambre».

El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?

El joven «entró dentro de sí mismo» y, ahondando en su propio vacío, recordó el rostro de su padre asociado a la abundancia de pan: en casa de mi padre «tienen pan» y aquí «yo me muero de hambre». En su interior se despierta el deseo de una libertad nueva junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión: «Me pondré en camino y volveré a mi padre».

¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, «sale corriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente». Esos abrazos y besos hablan de su amor mejor que todos los libros de teología. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.

lunes, 6 de septiembre de 2010

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LA VERDADERA SABIDURÍA

Ideas principales de las lecturas de este domingo.
- 1ª Lectura: Sabiduría 9,13-13: Experimentamos que lo terreno, lo que se puede confrontar y controlar, lo tangible y visible, se nos escapa frecuentemente de las manos, y solo se capta una parte de la realidad. ¿Cómo rastrear aquello que está más allá de la esfera humana y que pertenece al ámbito de lo divino? Solo la sabiduría del Espíritu nos puede conducir por los caminos rectos.
- 2ª Lectura: Filemón 9b-10.12-17: Pablo recuerda el don de la libertad y del mutuo amor como fundamento de la comunidad. No vale la lógica del poder o de la esclavitud, sino la acogida del otro como “hermano” por amor. La caridad es la suprema norma de convivencia entre los hombres.
- Evangelio: Lucas 14,25-33: Jesús proclama para sus discípulos la ley de la renuncia, no solo de los bienes terrenos, sino de sí mismo. El discípulo de Jesús debe conocer las exigencias y consecuencias del verdadero seguimiento.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Si el camino para llegar al Reino de Dios es un tanto insondable, como dice la primera lectura, y el amor de Dios exige renunciar a los propios derechos personales –como se nos dice en la segunda lectura– en el Evangelio de hoy el Señor señala la condición básica para seguirle de cerca: amarle a él más que a todas las cosas: familia, bienes, poderes, placeres, etc., y también: estar dispuestos a tomar la cruz, como él lo hizo.
• Todo eso exige –como dice el Evangelio de hoy– una preparación intensa y una serena y sincera reflexión como los que van a dar una batalla o los que intentan construir una casa. Han de reflexionar sobre sus posibilidades y han de emprender la tarea con decisión y con esperanza en el éxito.
• Jesús, el Señor, expone con sinceridad “a la mucha gente que le seguía”, lo difícil de su Evangelio y lo costoso del camino que les ofrece. Sus palabras pueden escandalizar. Sorprenden y desconciertan. Cuando los líderes y maestros intentan atraer discípulos o adeptos a su causa, presentan un camino atractivo, asequible, les gustan los aplausos y felicitaciones… Jesús, simplemente, expone la verdad de su Evangelio con sus durezas y con sus alegrías y satisfacciones.
• Demasiadas veces queremos compaginar nuestros criterios con los de Dios; e, incluso, tratamos de someter a Dios a nuestras personales opiniones y juicios. Solemos hacer lo que popularmente se dice: “poner una vela a Dios y otra al diablo”. Y eso no lo acepta el Señor. Nos dice que no quiere compartir nuestro corazón con nadie y hemos de ponerle en el primer puesto de nuestras preferencias.
• Las expresiones que utiliza el Señor, no debemos entenderlas como invitación al desprecio y rechazo de las realidades humanas, sino como una afirmación de que Dios está por encima de todas ellas; y que esas realidades tan queridas por nosotros (familia, bienes, poderes, placeres, amistades…) no impidan nuestro seguimiento a Dios.
• Por algo la vida cristiana entraña renuncias y sufrimientos: ¡entraña la Cruz! Por eso Santa Teresa de Jesús le decía al Señor en uno de esos diálogos amistosos que tenía con él: “¡no me extraña que tengas pocos amigos, pues exiges mucho, exiges demasiado!”.
• Es verdad que el Señor dice que hemos de medir nuestras fuerzas para ver si somos capaces de anteponer el Evangelio al resto de las cosas; no quiere seguidores ciegos y forzados, sino reflexivos y comprometidos personalmente. Pero también afirma que nos promete la fuerza del Espíritu para vencer dificultades e iluminar el camino hacia el Reino. ¡Esa es nuestra esperanza! Es necesario conocer cómo nos lo dice y practica el mismo Señor. Amén.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


ANDAR EN LA VERDAD

Ideas principales de las lecturas de este domingo.
- 1ª Lectura: Eclesiástico 3,17-18.20.28-29: La persona solo es capaz de abrirse a la revelación de Dios cuando se apea de sus grandezas y reconoce su limitación. La lectura de hoy condena la postura del orgulloso y afirma que la verdadera grandeza consiste en la actitud humilde y en estar abierto a la sabiduría divina. Las grandezas humanas son efímera, en cambio la humildad permanente ante los ojos de Dios y de los hombres. La humildad engrandece.
- 2ª Lectura: Hebreos 12,18-19.22-24a: La lectura recuerda que en el Antiguo Testamento existía la economía religiosa del temor, en cambio, en el Nuevo Testamento prevalece la economía de la confianza. Dios conduce a los “pobres de Israel” a Jerusalén y conduce también a los humildes y pobres de corazón a la asamblea festiva de los justos.
- Evangelio: Lucas 14,1.7-14: Jesús vino a enderezar el camino soberbio del hombre y a crear una nueva humanidad fundamentada en el espíritu de la humildad. La humildad y la generosidad son dos características del discípulo de Jesús.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Si en la primera lectura se nos recomendaba la humildad como actitud indispensable ante Dios, en el Evangelio de este Vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario, es Jesús, el Señor, quien nos ofrece un ejemplo claro de ella: “no ocupes un primer puesto para destacarte sobre los demás. Ese primer puesto debe ocuparlo quien se lo merezca de verdad”.
• Pero si analizamos nuestra realidad actual, nos damos cuenta de que pocas veces oímos hablar de “humildad”, y menos en el campo de la política, en el ámbito social o empresarial. Más aún, hoy la humildad no goza de buena prensa. No es considerada, y sí despreciada, pues se buscan los primeros puestos en el campo político, social y laboral; se promueve la “competitividad”, el ganar más que los demás, el sentirse seguro de sí mismo.
• Hay muchos comensales alrededor de la mesa de competiciones. Los comensales se preguntan: ¿habrá lugar para mí? ¿Cómo conseguirlo? Se buscan recomendaciones, se empuja y se pisotea al compañero para llegar a ocupar el lugar más prestigioso. Jesús nos conoce bien y sabe que hasta en la oración nos mostramos, muchas veces, orgullosos, arrogantes: “te doy gracias porque no soy como los demás: homicidas, ladrones, blasfemos…”. Y así, desbancamos y quitamos de en medio a los demás para quedarnos sólo nosotros; y las palabras de Jesús parece que no tienen cabida en nuestra sociedad.
• Por el contrario, el Señor dice en su oración, la que recomienda a sus seguidores, los cristianos: “Te doy gracias, Padre, porque has revelado el Reino a los humildes, a los pequeños, a los despreciados…”. La humildad, la sencillez, la generosidad, son virtudes muy queridas por Dios y muy gratas a los ojos de los hombres. Aquí se trata de la humildad cristiana que no consiste en cabezas bajas y en cuellos torcidos, sino en reconocer que debemos doblegar el corazón por el arrepentimiento, para que nuestra fe no sea pobre, nuestra esperanza coja y nuestro amor ciego. Sólo quien posee esa humildad, se siente solidario y abierto a los demás; mientras que el soberbio -el orgulloso- el que aspira a los primeros puestos cueste lo que costare, no tiene en cuenta a los demás a no ser para utilizarlos en su provecho.
• El humilde es capaz de comprender y compartir los problemas del prójimo y por eso tiene una actitud servicial para todos; mientras que el soberbio se despreocupa de todos y solamente le interesa aquello que le favorezca a él, aunque perjudique a otros. La falsa humildad destruye muchos corazones y hunde a muchas personas en la desesperación. Pero Jesús, hoy, nos invita vivir en la auténtica humildad que consiste en decir la verdad, reconociendo que todo don proviene de Dios. Amén.

Pedimos al Señor, con humildad y sinceridad, que perdone nuestros pecados:
• Por nuestros egoísmos culpables que nos hacen ignorar las necesidades del prójimo: Señor, ten piedad.
• Por nuestras ofensas, envidias, maledicencias, rencores hacia nuestros hermanos: Cristo, ten piedad.
• Por nuestros pecados en el servicio a los hermanos al querer ocupar siempre los primeros puestos a costa de caridad e, incluso, de la justicia: Señor, ten piedad.