lunes, 6 de septiembre de 2010

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LA VERDADERA SABIDURÍA

Ideas principales de las lecturas de este domingo.
- 1ª Lectura: Sabiduría 9,13-13: Experimentamos que lo terreno, lo que se puede confrontar y controlar, lo tangible y visible, se nos escapa frecuentemente de las manos, y solo se capta una parte de la realidad. ¿Cómo rastrear aquello que está más allá de la esfera humana y que pertenece al ámbito de lo divino? Solo la sabiduría del Espíritu nos puede conducir por los caminos rectos.
- 2ª Lectura: Filemón 9b-10.12-17: Pablo recuerda el don de la libertad y del mutuo amor como fundamento de la comunidad. No vale la lógica del poder o de la esclavitud, sino la acogida del otro como “hermano” por amor. La caridad es la suprema norma de convivencia entre los hombres.
- Evangelio: Lucas 14,25-33: Jesús proclama para sus discípulos la ley de la renuncia, no solo de los bienes terrenos, sino de sí mismo. El discípulo de Jesús debe conocer las exigencias y consecuencias del verdadero seguimiento.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Si el camino para llegar al Reino de Dios es un tanto insondable, como dice la primera lectura, y el amor de Dios exige renunciar a los propios derechos personales –como se nos dice en la segunda lectura– en el Evangelio de hoy el Señor señala la condición básica para seguirle de cerca: amarle a él más que a todas las cosas: familia, bienes, poderes, placeres, etc., y también: estar dispuestos a tomar la cruz, como él lo hizo.
• Todo eso exige –como dice el Evangelio de hoy– una preparación intensa y una serena y sincera reflexión como los que van a dar una batalla o los que intentan construir una casa. Han de reflexionar sobre sus posibilidades y han de emprender la tarea con decisión y con esperanza en el éxito.
• Jesús, el Señor, expone con sinceridad “a la mucha gente que le seguía”, lo difícil de su Evangelio y lo costoso del camino que les ofrece. Sus palabras pueden escandalizar. Sorprenden y desconciertan. Cuando los líderes y maestros intentan atraer discípulos o adeptos a su causa, presentan un camino atractivo, asequible, les gustan los aplausos y felicitaciones… Jesús, simplemente, expone la verdad de su Evangelio con sus durezas y con sus alegrías y satisfacciones.
• Demasiadas veces queremos compaginar nuestros criterios con los de Dios; e, incluso, tratamos de someter a Dios a nuestras personales opiniones y juicios. Solemos hacer lo que popularmente se dice: “poner una vela a Dios y otra al diablo”. Y eso no lo acepta el Señor. Nos dice que no quiere compartir nuestro corazón con nadie y hemos de ponerle en el primer puesto de nuestras preferencias.
• Las expresiones que utiliza el Señor, no debemos entenderlas como invitación al desprecio y rechazo de las realidades humanas, sino como una afirmación de que Dios está por encima de todas ellas; y que esas realidades tan queridas por nosotros (familia, bienes, poderes, placeres, amistades…) no impidan nuestro seguimiento a Dios.
• Por algo la vida cristiana entraña renuncias y sufrimientos: ¡entraña la Cruz! Por eso Santa Teresa de Jesús le decía al Señor en uno de esos diálogos amistosos que tenía con él: “¡no me extraña que tengas pocos amigos, pues exiges mucho, exiges demasiado!”.
• Es verdad que el Señor dice que hemos de medir nuestras fuerzas para ver si somos capaces de anteponer el Evangelio al resto de las cosas; no quiere seguidores ciegos y forzados, sino reflexivos y comprometidos personalmente. Pero también afirma que nos promete la fuerza del Espíritu para vencer dificultades e iluminar el camino hacia el Reino. ¡Esa es nuestra esperanza! Es necesario conocer cómo nos lo dice y practica el mismo Señor. Amén.

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