Hola a tod@s: Recibid un saludo cordial y cariñoso a cuantos a través de este blog de la Parroquia "Santiago el Mayor" de Arroyomolinos de León, accedeis a esta página. La Parroquia quiere avanzar y crecer en ser comunidad cristiana que anuncia, forma, celebra y testimonia la fe. Siéntete invitado y llamado a asumir y compartir la misión evangelizadora de la que somos corresponsables. En nombre del Consejo Parroquial, de nuevo, un cordial saludo.
domingo, 12 de septiembre de 2010
XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
UNA PARÁBOLA PARA NUESTROS DIAS
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Exodo 32, 7-11.13-14: La primera lectura nos ofrece un retrato de nuestro proceder en la actitud que nos relata del Pueblo de Dios. Es nuestra propia historia; es el retrato de nuestra vida personal. Nos entusiasmamos con Dios y le juramos lealtad y, al rato, le dejamos para seguir otros caminos. Sin embargo, Dios -que permanece fiel a sus compromisos- nos ofrece un recurso al alcance de nuestras manos para que volvamos a él y alcancemos su perdón.
- 2ª Lectura: I Timoteo 1, 12-17: San Pablo nos ofrece una oración de agradecimiento a Dios por la fe y el perdón que le otorgó por medio de Jesucristo. Pablo estaba alejado de Jesús e, incluso, le perseguía. Pero cuando Jesús le llamó, acogió la llamada con todo entusiasmo y sin reservas de ninguna clase. Al mismo tiempo, nos manifiesta, que Dios no solamente nos perdona sino que sigue fiándose de nosotros a pesar de nuestras numerosas infidelidades. Es una de las características de su amor para con nosotros.
- Evangelio: Lucas 15, 1-32: El Evangelio de hoy nos muestra la gratuidad del perdón y la alegría gozosa de la misericordia de Dios para con los pecadores y para quienes son considerados como "injustos" por la gente. Dios nos conoce, respeta nuestra libertad cuando nos alejamos de él; y hace fiesta cuando decidimos volver a casa. Y así, el amor se hace alegría a la hora del perdón.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En ninguna otra parábola ha querido Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como ésta del "Padre bueno".
El hijo menor dice a su padre: «dame la parte que me toca de la herencia». Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. No será feliz hasta que su padre desaparezca. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.
¿No es ésta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.
El hijo se marcha a «un país lejano». Necesita vivir en otro país, lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo... ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?
Pronto se instala el hijo en una «vida desordenada». El término original no sugiere sólo un desorden moral sino una existencia insana, desquiciada, caótica. Al poco tiempo, su aventura empieza a convertirse en drama. Sobreviene un «hambre terrible» y sólo sobrevive cuidando cerdos como esclavo de un extraño. Sus palabras revelan su tragedia: «Yo aquí me muero de hambre».
El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?
El joven «entró dentro de sí mismo» y, ahondando en su propio vacío, recordó el rostro de su padre asociado a la abundancia de pan: en casa de mi padre «tienen pan» y aquí «yo me muero de hambre». En su interior se despierta el deseo de una libertad nueva junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión: «Me pondré en camino y volveré a mi padre».
¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, «sale corriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente». Esos abrazos y besos hablan de su amor mejor que todos los libros de teología. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.
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