domingo, 19 de septiembre de 2010

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LA GENEROSIDAD QUE DESBANCA LA AMBICIÓN

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Amós 8,4-7: Amós denuncia con duras palabras las injusticias sociales de una sociedad rica y segura de sí misma. Presenta a los ricos de Israel deseosos de adquirir nuevas ganancias e impacientes por acumular riquezas. Sus palabras resuenan hoy también en nuestra sociedad. La vida de fe asume la dimensión de justicia y de ayuda al hermano necesitado.
- 2ª Lectura: I Timoteo 2,1-8: Pablo recomienda a los cristianos no oponerse contra las estructuras del poder de su tiempo, sino orar, con las manos alzadas, por aquellos que gobiernan, a fin de que descubran la dimensión de su servicio y procuren a todos una vida digna y serena.
- Evangelio: Lucas 16,1-13: Es imposible servir a mismo tiempo a Dios a las riquezas. Jesús alaba la sagacidad del administrador infiel y pide a sus seguidores que sean hábiles para hacer el bien, crear fraternidad y tener un único Señor.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: A veces queremos dar explicaciones, hacer aclaraciones o interpretaciones a la Palabra de Dios y, con ello, la oscurecemos o la tergiversamos en la pureza de su mensaje. En otras ocasiones, aplicamos lo que dice el Señor a los demás. No obstante, hoy la Palabra de Dios nos habla de ciertas injusticias existentes entre los hombres, en nuestra sociedad.
La primera lectura es un mensaje de Dios a los hombres de hace 2.800 años aproximadamente, pero que tiene hoy la misma actualidad que tuvo entonces porque los hombres somos iguales a pesar del paso de los siglos. Y es un mensaje transmitido por un hombre poco culto: por pastor de ovejas y cultivador de higos. Pero que es un profeta de Dios (Amón). Y no habla “para los demás” sino para cada uno de nosotros porque la injusticia y el apego al dinero se da, en mayor o menor grado, en todos:
• En el que vende y en el que compra,
• En quien paga un sueldo y en quien lo cobra,
• En quien hace un trabajo y en quien lo encarga,
• En el que tiene dinero y lucha para tener más y en quien no lo tiene y lucha para conseguirlo.
Si la primera lectura es muy seria, la segunda no lo es menos. Se dice muchas veces que la gente de hoy: reza poco, se confiesa poco, no va a Misa… Acaso sea verdad. Pero ¿pensamos alguna vez en quiénes son los que “rezan poco”, “se confiesan poco”, “faltan a Misa”, etc.? ¿No somos, precisamente, nosotros los cristianos, los bautizados en la Iglesia Católica?
También Jesús, el Señor, nos habla de cosas que nos afectan a cada uno de nosotros:
- La preocupación por el dinero que hace que olvidemos a Dios y a los hombres,
- El egoísmo, que seca el corazón y causa tantos fraudes y engaños,
- La preocupación desmesurada por las cosas materiales que hace imposible la confianza en Dios y la esperanza en su providencia de Padre.
Es una experiencia continua que el dinero es causa:
- De discordias familiares,
- De enfrentamientos sociales,
- De ruptura de buenas amistades,
- De intranquilidades personales,
- De injusticias frecuentes y de la corrupción social,
- De odios numerosos y sufrimientos profundos…
Por eso, el Señor, llama la atención sobre ello, en números pasajes del Evangelio. Hoy nos dice tajantemente que no se puede servir a dos señores. Y eso, traducido a nuestro lenguaje, significa que:
- Quien está dominado por el afán de riquezas,
- Quien tiene puesto su corazón en el dinero -sea rico o pobre, sabio o ignorante, hombre o mujer, laico o clérigo, adulto o joven- ¡no es cristiano!, ¡no es discípulo suyo!
Por otra parte, nos insiste en que nos hagamos ricos ante Dios. Atendamos a lo que nos dice el Señor para reflexionar sobre ello y ver cuál es nuestra actitud. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario