domingo, 23 de enero de 2011

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A


JESÚS, LUZ DEL MUNDO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 8, 23b-9,3: Zabulón y Neftalí fueron las dos primeras tribus de Palestina que sufrieron la invasión del 733, a.C. En este contexto histórico, Isaías anuncia la liberación bajo el signo de la gran luz. Quien acepta al que es la Luz experimenta en su interior la verdadera liberación.
- 2ª Lectura: I Corintios 1, 10-13.17: Pablo reprenda a los cristianos de Corinto por la división creada en la comunidad. Hace una llamada angustiosa a la unidad y a la concordia. Las discordias provienen de los protagonismos personales que dividen a la Iglesia. Cristo en la cruz unió a todos los hijos dispersos.
- Evangelio: Mateo 4,12-23: Galilea es la frontera geográfica y teológica; es considerada como la periferia de la tierra prometida y sus habitantes son considerados como paganos. Jesús inicia allí ministerio y llama a sus primeros colaboradores. El evangelio es el cumplimiento de la profecía de la primera lectura. Jesús predica la conversión porque el Reino de los cielos está cerca y escoge a los que serán sus discípulos.

La luz es una necesidad primordial del hombre. No es solamente un elemento esencial a su vida, es la imagen de su propia vida. Ver la luz del sol es sinónimo de vivir. Cuando una mujer trae un hijo al mundo se dice que “ha dado a luz a un niño/a”; y cuando uno muere se dice que “se han cerrado sus ojos a luz del mundo”.
Dios es la luz y en él no hay oscuridad alguna. Comunica constantemente luz a la humanidad y quiere que ésta quede iluminada con su resplandor, sin embargo en el mundo existe mucha oscuridad e incluso la tiniebla. Solamente recibe la luz de Dios quien se convierte de veras a Dios y deja abierta la puerta para que la luz divina entre e ilumine todo su ser.
Jesús vino a predicar la conversión y continúa hoy en su Iglesia. La palabra conversión para muchos resuena extraña y lejana, aplicable solo a aquel que vive en la tiniebla y en el error o en el pecado.
La evangelización cristiana se inicia en Cafarnaúm con el anuncio de la conversión. Este anuncio debe resonar como eco por todo el mundo y en el corazón de todos. Todos necesitamos convertirnos y experimentar la intensidad de luz. La conversión no es de solo un día, es permanente.
¿Qué significa convertirse? Consiste en un cambio radical en la vida; es también un proceso que se vive cada día y consiste en dejar que la luz divina entre en el corazón y desaparezca la oscuridad.
Hoy, Cristo invita a la conversión y continúa llamando a sus colaboradores y les dice “sígueme”. La conversión y la llamada son gracias especiales. A más conversión, más luz y más respuesta a la llamada. AMÉN.
(Jesús Rafael Edua Echama Ayama. Párroco)

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