sábado, 16 de julio de 2011

Para reflexionar


¡Salve!
Estrella de los Mares…

Este sábado, día 16, es la festividad de la Virgen del Carmen. Desde muy niño, me inculcaron la devoción a la Virgen del Carmen en casa, no obstante, siempre alguien de la familia ha llevado ese nombre. Por ello, cada año procuro despertar esta devoción infantil y familiar, mediante el ofrecimiento de una eucaristía en acción de gracias a la Virgen, mediante un momento de oración personal o con cualquier otro acto de piedad y devoción a María. Un momento culminante de esta devoción fue mi visita al Monte Carmelo en Israel, durante mi peregrinación a Tierra Santa. Este año quiero, aprovechando las nuevas tecnologías, compartir con todos vosotros esta devoción, para lo que os dejo extractos de un precioso texto de Jesús Martí Ballester sobre la historia de la advocación y sobre el Escapulario, publicado en la web de Betania, ilustrado con fotografías de mi visita al Monte Carmelo,
“El Carmelo, cuya hermosura ensalza la Biblia, ha sido siempre un monte sagrado. En el siglo IX antes de Cristo, Elías lo convirtió en el refugio de la fidelidad al Dios único y en el lugar de los encuentros entre el Señor y su pueblo (1R 18,39). En el Carmelo había de perpetuarse el espíritu y el recuerdo del Profeta «abrasado de celo por el Dios vivo». Durante las Cruzadas, los ermitaños cristianos se recogieron en las grutas de aquel monte emblemático, hasta que en el siglo XIII, formaron una familia religiosa, a la que el patriarca Alberto de Jerusalén dio una regla en 1209, confirmada por el Papa Honorio III en 1226.









Vista de la ciudad de Haifa desde el Monte Carmelo

Situado en la llanura de Galilea, cerca de Nazaret, donde vivía María «conservándolo todo en su corazón» y donde asomó la nubecilla, presagio de la prohibida y deseada lluvia, siempre prometedora de frutos y flores olorosas. Del Carmelo recibirá San Juan de la Cruz la inspiración para hacer de su Subida, el Monte de la Perfección Evangélica, Monte repleto de paz y dulzura, de santidad.
Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, tuvieron que abandonarlo. Cuenta la tradición que una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías: "Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío" (Zacarías 7,14).
La Orden se difundió por Europa, y la Estrella del Mar les acompañó en la propagación de la orden por el mundo. El pueblo les llamaba "Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo". En su profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito en su honor, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a ella, y por ella a Cristo.
En el año 1246, Simón Stock, nombrado general de la Orden Carmelitana, comprendió que, sin una intervención de la Virgen, la Orden se extinguiría pronto. En esta situación de angustia, recurrió a María, a la que llamó "Flor del Carmelo" y "Estrella del Mar" y puso la Orden bajo su amparo, y le suplicó su protección para toda la comunidad. En respuesta a su oración, el 16 de julio de 1251 se le apareció la Virgen y le dio el escapulario para la Orden con la siguiente promesa: "Este debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera con el escapulario no sufrirá el fuego eterno".
Desde entonces, el escapulario del Carmen, es para los que lo llevan, su señal de predestinación y ha sido constituido por la Iglesia como sacramental y signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción, y que propicia la renuncia del pecado. Muchos Papas, santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Juan Pablo II, lo llevaba, como Terciario Carmelita que ha profesado. Para el cristiano, el escapulario es una señal de su compromiso de vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo de la Virgen Santísima y el signo del amor y la protección maternal de María, que envuelve a sus devotos en su manto, como lo hizo con Jesús al nacer, como Madre que cobija a sus hijos. El escapulario es el signo de que pertenecemos a María como sus hijos, consagrados y entregados a ella, para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón.









Interior de la Iglesia Stella Maris. Monte Carmelo

En la última aparición de Fátima, octubre de 1917, día del milagro del sol, la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano. En 1950 el Papa Pío XII, que recomendó frecuentemente el Escapulario, escribió "que el escapulario sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos". Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Dice Jesús: "Cargad con mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera". (Mt 11:29). El escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.
Al usar el escapulario constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa.
Para concluir, en esta fiesta de la Virgen del Carmen de gran raigambre en todo el mundo y especialmente en el mundo hispánico, pidamos al Padre que nos haga llegar, gracias a la intercesión de la Virgen María hasta Cristo, «monte de salvación».
(Textos: Jesús Martí Ballester en www.betania.es. Imágenes: Aurelio)

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