XXIV DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo A.
EL PERDÓN CAMBIA EL MUNDO
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Eclesiástico 27,33-28,9: Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas.
- 2ª Lectura: Romanos 14,7-9: En la vida y en la muerte somos del Señor.
- Evangelio: Mateo 18,21-35: No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Continuamos el tema del domingo pasado, el de construir la comunidad. Dijimos hace una semana que la vida familiar, social y eclesial se construye sobre la base del amor y que tiene como instrumento de esa construcción la corrección fraterna. Hay otro pilar en la edificación de la comunidad: el perdón de la ofensa del hermano. Nadie es perfecto en la comunidad. Mil veces, sin querer o queriendo, hacemos el mal y ofendemos al hermano. Por eso es necesario el perdón. Jesucristo lo tuvo claro desde el primer momento y nos dejó en el Padrenuestro esta petición: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Sin embargo, si volvemos a nuestra vida familiar, social y eclesial encontramos, a veces, estas expresiones en nuestras bocas: “Ese no se sentará más en mi mesa”; “el que la hace, la paga”; “conmigo ya ha acabado”; “Santo Tomás, una y no más…”; “yo perdono, pero no olvido”; “nada volverá a ser igual”; “pero que sea la última”. Sin lugar a dudas, son expresiones impropias de un creyente en el Dios de Jesucristo.
Por eso, el autor del libro del Eclesiástico, Jesús Ben Sirá, nos ofrece hoy unos consejos válidos sobre el perdón. Él demuestra un profundo conocimiento de la psicología humana. El rencor es como una víbora que anida en el corazón de “todo hombre”. La persona que alimenta a esa víbora comete el mayor de los errores. El rencor lleva a la venganza. Y esta palabra de Dios que hoy escuchamos rechaza expresamente el espíritu vengativo y promete el perdón al que sabe perdonar.
Jesús en el Evangelio, ante la pregunta de Pedro: “¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿hasta siete veces?, responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Y con esa respuesta, Jesús quería zanjar esta cuestión del perdón; quería que sus discípulos se enterasen ya que había que perdonar siempre, porque nadie está a salvo del error, y por eso también les propuso esa parábola del siervo malvado, al que su comportamiento le reduce a un tipo egoísta e intransigente, cuando le dice a su compañero: “págame lo que me debes”, olvidando que acaba de ser perdonado por su amo al que debía mucho.
Muchas veces actuamos así como este siervo malvado. Es que con nuestros fallos somos muy comprensivos: “es mi carácter”, “es mi genio”, “es mi debilidad”… Y como el Señor en verdad es “paciente y misericordioso”, según entonaba el salmo, pues hasta nos parece normal que nos perdone. Lo que no es normal es que a nuestros hermanos les apliquemos el rasero de la exigencia, de la dureza y de la intransigencia y les neguemos el perdón.
Y hoy debemos reflexionar preguntando: ¿por qué hay personas incapaces de tratar a los demás como ellos quieren ser tratados? Tal vez, porque piensan sólo en sí mismas y en los frutos inmediatos. Pero lo cierto es que “la verdadera grandeza del hombre se mide por su capacidad de perdonar”. Amén.
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