sábado, 17 de septiembre de 2011

CATEQUESIS DOMINICAL


XXV DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo A.

LOS PRIMEROS Y LOS ÚLTIMOS


Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 55,6-9: EL hombre frío y calculador alimenta en su corazón rencores y perdona poco; mide a los demás con su propia medida e incluso al mismo Dios. Habla de números en sus relaciones con los otros y su teología se convierte en contabilidad. En cambio, el método de Dios es distinto: llama al hombre a rectificar sus actitudes, lo invita a ajustarse a los planes divinos y caminar por la senda de la justicia, del amor y de la fraternidad. Los caminos de Dios no son muchas veces nuestros caminos.
- 2ª Lectura: Filipenses 1,20c-24.27a: Pablo, encarcelado y en perspectiva de martirio, está seducido por Cristo. Por otra parte, le tira quedarse ejerciendo el apostolado para continuar su misión de evangelizador. Se pone en manos del Señor y, mientras tanto, madura su vida para la muerte en espera de la vida nueva.
- Evangelio: Mateo 20,1-16: Se criticaba a Jesús de ser bueno con los pecadores; hablaba y comía con ellos. Y Jesús narra la parábola de los jornaleros de la viña y termina pagando a todos lo mismo. La justicia de Dios va siempre adornada por la misericordia. ¿Tendremos envidia porque Él es bueno? Las aparentes contradicciones de Dios han de interpretarse bajo la clave del amor inmenso que Él nos tiene.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El evangelio de este domingo XXV del Tiempo Ordinario, como el pasado, trae una parábola larga, que nos ayuda a pensar en nuestra vida cristiana. Es una parábola del Reino, por lo tanto de la Iglesia. Si la del domingo pasado la calificábamos de “exagerada”, a ésta la podemos etiquetar de “extraña”. Resulta extraño y sorprendente el proceder de Dios, representado por aquel señor “injusto” que no tiene en cuenta los sudores de todo un día trabajando en su viña. Vamos a pensar sobre ella y veremos cómo no es el proceder de Dios el que es injusto, sino que los caminos de Dios no son nuestros caminos. La calculadora de Dios no coincide con la nuestra. Sus cuentas son otras. Sus caminos son otros caminos distintos y distantes de los nuestros.
La parábola resulta extraña porque la leemos desde criterios humanos. El salario debe estar en consonancia con el trabajo. Lo demás es un atropello a la justicia retributiva. Creemos, desde el punto de vista humano, que el dueño debía haber buscado otra forma a la hora de pagar a los trabajadores. Por ejemplo, pagar por horas o, al menos, haber tenido la prudencia de pagarles aparte. Cualquier cosa menos provocar al personal. Jesús siempre es un provocador: curaba en sábado, salvó a la adúltera del apedreamiento, comía con publicanos, etc. Pero lo cierto es que tanto las palabras como las acciones de Jesús buscaban la fe de sus oyentes y el arrepentimiento de los que estaban en pecado (abierto y encubierto). Con ello, Jesús incitaba a todos a “buscar a Dios”; que todos dejasen los caminos hasta ahora transitados y buscar los caminos de Dios y sus planes era su última intención. Unos tenían que dejar los caminos del error y del pecado y otros los caminos de la discriminación y de la condena fácil.
Hermanas y hermanos, nosotros los cristianos viejos y asiduos a las celebraciones eucarísticas, tendremos nuestra paga, el ciento por uno, pero Dios está dispuesto a darle la misma paga al que llegó a última hora, pero con una única condición: que trabaje con ilusión de sentirse llamado. ¿No sería que estos últimos pusieran más ilusión en su trabajo, y fue esto lo que movió el corazón del dueño de la viña? Que sepamos también que la justicia de Dios supera, con la misericordia, a la justicia humana. No tengamos envidia de la bondad de Dios. Alegremos de que sea bueno con todos y que a todos, incluso a los que están lejos (de la Iglesia), les vaya bien. También en este punto Dios se nos presenta como provocador. A veces, parece4 que cuanto pero es uno, mejor le van las cosas. No es así. Dios es Padre y hace llover sobre buenos y malos, para justos e injustos. Dios es muy viejo y conoce muy bien su oficio, y no debemos discutirle lo suyo. Convenzámonos de que el cristiano es el hombre llamado a vivir una vida digna del evangelio en que ha creído. Para ello tiene que buscar los caminos de Dios en su Palabra, en la liturgia y en la comunidad. Muchas veces no los entenderá, pero debe adaptarse a ellos. Amén.

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