Hola a tod@s: Recibid un saludo cordial y cariñoso a cuantos a través de este blog de la Parroquia "Santiago el Mayor" de Arroyomolinos de León, accedeis a esta página. La Parroquia quiere avanzar y crecer en ser comunidad cristiana que anuncia, forma, celebra y testimonia la fe. Siéntete invitado y llamado a asumir y compartir la misión evangelizadora de la que somos corresponsables. En nombre del Consejo Parroquial, de nuevo, un cordial saludo.
domingo, 9 de octubre de 2011
CATEQUESIS DOMINICAL
XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo A.
LA INVITACIÓN RECHAZADA
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 25.6-10A: El banquete festivo del futuro. El profeta Isaías, ocho siglos antes de Cristo, proclama su apocalipsis: habla que Dios preparará un banquete mesiánico con manjares enjundiosos y vinos generosos. En adelante esta imagen servirá para expresar la esperanza de un mundo fundamentado en la paz y en el gozo.
- 2ª Lectura: Filipenses 4,12-14, 19-20: La recompensa del Señor. Pablo en la cárcel recibe un regalo de sus preferidos, los Filipenses. Al final de su carta, Pablo agradece a la comunidad de los filipenses la ayuda material que le han enviado. Aunque desprendido de todo, les aplaude su gesto de cariño y amor. Dios les premiará su gesto.
- Evangelio: Mateo 22,1-14: El banquete para todos. La parábola de Jesús tiene resonancias escatológicas del Reino y es una llamada a secundar la invitación a las bodas. El vestido nupcial es el vestido que el Señor regala en el bautismo y confirmación. Es el vestido de la gracia. El banquete es símbolo y realidad de la salvación ofrecida por el Señor.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Cada domingo la Iglesia nos propone un tema de vida cristiana para reflexionar sobre él e ir fundamentando nuestra fe. Hoy tenemos otra parábola preciosa. El Reino de Dios (Iglesia) es un festín, un banquete de bodas, una fiesta. Hoy Jesús nos va a dar su idea sobre la Iglesia que quería fundar.
En un mundo cargado de problemas como el que vivía Jesús, en un país oprimido por el Imperio romano y en un mundo como el que estamos viviendo con tanta gente triste, amargada y deprimida por los problemas personales, familiares, laborales, políticos, económicos…, las palabras de la Eucaristía de hoy suenan extrañas para el no-creyente y cargadas de esperanza para el que cree. Ya que todo el mundo no ve en la Misa una fiesta alegre. Para los no creyentes o creyentes-no-practicantes, “la Misa es aburrida y no sirve para nada”; y para los creyentes (practicantes), unos van a la Misa para hablar con Dios, para contarle sus penas y otros para ver cómo los demás participan (activamente) bien proclamando la palabra Dios, bien cantando al Señor, o bien comulgando. No siempre disfrutamos en la Misa como si de una fiesta se tratara.
La parábola de la “invitación a la boda” nos debe mover hoy a revisar nuestras ideas sobre la celebración eucarística. Jesús, el Señor, sigue enviando hoy a sus criados para avisar a los convidados a entrar en el banquete del Reino, esto es, en la Iglesia, en la Misa, en las actividades parroquiales, y los comensales siguen rechazando la invitación anteponiendo otros proyectos y programas rentables para ellos: las tierras, los negocios, la casa, los niños, las visitas, los afanes de la vida. En fin, no hay tiempo para Dios porque no nos sobra y para Dios es sólo lo que sobra.
Mis queridos hermanos, en esta invitación gratuita que nos formula Jesús a través de sus criados, que pueden ser nuestros amigos/as, vecinos/as, catequistas, el cura de tu parroquia…, es Dios quien nos ofrece la salvación y la felicidad. Nosotros somos libres de aceptar o no esta magnífica invitación. Hablar de felicidad y salvación hoy es hablar de lo que aspira toda persona. Algunos buscan la salvación y la felicidad en cosas que no pueden salvar y que, ciertamente, no ofrecen una felicidad permanente. El Señor llama hoy a su banquete, a aquel lugar en el que somos felices en su presencia. Vivir alejados de su presencia es vivir alejados de la salvación y de la verdadera felicidad. Rechazar la invitación es poco inteligente. Sentados a su mesa, nos encontramos con él y recibimos de él lo que en verdad buscamos y necesitamos. Amén.
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