XXIX DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo A.
EL CÉSAR Y DIOS. LA IGLESIA Y LA AUTORIDAD CIVIL.
Ideas principales de las lectura de este domingo:
- 1ª Lectura: Isaías 45,1.4-6: El preanuncio del Mesías. EL rey de los persas, Ciro, es un personaje providencial para Israel. Con su decreto del año 538 a.C. concede a los israelitas volver a su patria después del duro destierro. El profeta Isaías ve en Ciro un “mesías” de Dios que ayuda a su pueblo. Pero, a la vez, ve en él al verdadero Mesías.
- 2ª Lectura: Tesalonicenses 1,1-5b: Las virtudes cristianas. Comienza la carta de san Pablo a los tesalonicenses. El Apóstol se centra en la venida definitiva del Reino. Cuando vuelva el Señor triunfará definitivamente, pero mientras tanto se debe intensificar la fe, esperanza y caridad para dar prueba de fortaleza en las dificultades.
- Evangelio: Mateo 22,15-21: El César y Dios. Cuando Jesús predicaba, Israel estaba bajo el dominio de Roma y debía pagar los correspondientes impuestos. Algunos se conformaban con esta situación dramática, otros, por el contrario, se rebelaban contra ella. Es una ocasión propicia para que los enemigos de Jesús le preguntaran si deben o no pagar el tributo.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: “Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Esta frase de Jesús en el evangelio de hoy es de las más conocidas de la Biblia. Se utiliza mucho en la vida cotidiana para decir simplemente que a cada lo suyo, pero en boca de Jesús tiene un significado más concreto que el que le damos. Mateo coloca esta anécdota como continuación de las lecturas de los domingos anteriores, en las que se viene hablando de la Iglesia que Jesús iba a fundar.
El impuesto al césar recordaba a los judíos que eran un pueblo dominado por los paganos, por Roma. Y esto era una ofensa al pueblo de Dios. Los saduceos (colaboracionistas de Roma) no tenían inconveniente en pagar y someterse a un poner que los privilegiaba, los fariseos lo hacían de mala gana y los zolotes se negaban en absoluto. La pregunta, pues, ponía a Jesús entre los saduceos y los zelotes, entre César y el pueblo, entre Dios y el poder temporal.
A cada uno lo suyo. Aunque Jesús no dice expresamente qué es del César y qué es de Dios, parece claro que no todo es del César ni todo es de Dios. En este sentido Jesús limita cualquiera exageración, cualquier fanatismo; pone coto a cualquier absolutismo y recorta la autoridad del Estado; el Estado no lo es todo, no lo debe decidir todo, no es el paradigma del bien y del mal. Pero también critica cualquier clericalismo que pretenda mezclarse en las decisiones temporales. El que cada institución se ocupe de lo suyo no significa separación ni enfrentamiento ni olvido, sino respeto y colaboración mutua.
Queridos hermanas y hermanos, lo que realmente a Jesús le importa es, sobre todo, dar a Dios lo le toca, por mucho César que haya. Es importante el gobierno humano y las instituciones, pero Dios también es importante, porque su reinado no tiene fin. Jesús no llevaba la moneda ni la insignia del César colgada a su cuello. Él lleva grabada en su corazón la imagen de Dios. Esa es la que le importa y la que quiere hacernos recordar. Lo importante es Dios. Las monedas cambian, se quedan atrasadas, pierden valor… como los poderes de este mundo. La imagen de Dios, sin embargo, permanece en los que hemos recibido el Espíritu Santo. No hay varios señores para los creyentes. No ha de haberlos. Él es el Señor y no hay otro. Amén.
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