DOMINGO DE RAMOS
LA SEMANA SANTA
Ideas principales de las lecturas de este domingo:
- El Domingo de Ramos es pórtico de la Semana Santa. La liturgia de la bendición y de la procesión de los ramos anticipa ya el triunfo de Cristo, el Rey pacífico y humilde que entra en la ciudad de Jerusalén aclamado mesiánicamente.
- El Siervo está siempre dispuesto a escuchar la palabra de Dios y a proclamarla a favor de los oprimidos a pesar de padecer él mismo la persecución (1 Lect.).
- Jesús, el Siervo, proclama su mensaje y es perseguido y muere en la cruz para liberar al hombre del pecado (Evangelio).
- En la segunda lectura se proclama el himno en el que Pablo habla de la humillación y de la glorificación de Jesús sobre todo nombre (2 Lect).
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La liturgia de este domingo es tan rica que se nos pueden escapar detalles. Comienza con la bulla de la procesión de los ramos: Cristo llega como un rey, pero en un borrico, es decir la vida y triunfo pero desde la humildad personificada en el animal más paciente y sencillo. Apenas terminados los gritos y las aclamaciones, viene la lectura del tercer canto del siervo de Yahvéh: “Y yo no me resistí ni me eché atrás”. Es la clave para comprender la semana santa. Un rey, Jesús, pero entendido como siervo de Yahvéh, es decir, como alguien dispuesto a dar la vida por el otro. Y tenemos que seguir sus pasos, haciéndonos también siervos de Yahvéh sin resistirnos al mal.
San Pablo, en la carta a los Filipenses, nos describe magistralmente el itinerario de Cristo y, por tanto, el de todo cristiano que quiera serlo de verdad. Solamente mediante la kénosis, la humillación, se consigue la exaltación. Es una lectura preciosa. Hay que leerla despacio para comprender el camino que siguió Jesús hasta llegar a la exaltación del Kirios o Señor resucitado.
Y como telón de fondo, la pasión. Son días de meditar sin prisa la pasión de Cristo buscando cada uno el personaje con quien más nos identifiquemos: los judíos, los suyos, que lo acusaron, rechazaron y pidieron a gritos su muerte; los paganos, como el cinturión, que reconoció que “realmente este hombre es el hijo de Dios” porque como murió Cristo no había visto morir a nadie: perdonando y disculpando, en vez de blasfemando y maldiciendo que era la forma normal de morir un ajusticiado; o Judas, el traidor; o Pedro, el fanfarrón; o Pilato, el cobarde; o la jauría que gritaba; o las mujeres que se lamentaban; o María, su madre: ¿cómo viviría María la pasión de Jesús? ¡Cuánto dolor!, de ahí le viene el título mejor ganado: la Virgen de los Dolores.
Queridos hermanos y hermanas, que no vivamos la pasión como un relato de lo que le pasó a Cristo, sino como una proclamación de lo que le sigue pasando en cada ser humano concreto; no importa la edad, sino en cada ser humano que sufre. Cristo sigue sufriendo en cada hombre torturado por lo que sea, por el paro, el dolor, el hambre, la guerra, el silencio forzado, la incomprensión… Amén.
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