domingo, 8 de abril de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
TESTIGOS DEL SEPULCRO VACÍO

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
Primera lectura: Hc 10, 34.37-43. Nosotros somos testigos. En la primera lectura San Pedro nos relata hoy a nosotros el resumen de la vida de Jesús. El pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. Él murió, pero Dios lo resucitó.
Segunda lectura: Col 3, 1-4. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo. El Bautismo hace al cristiano participar de la vida gloriosa. San Pablo nos exhorta a mostrar con obras concretas una vida renovada y distinta.
Evangelio: Jn 20, 1-9. Cristo había de resucitar de entre los muertos. Aceptemos de verdad el anuncio de la Pascua, que da paso a ese rayo de luz que trae la buena noticia, y sobre todo pidamos a Jesús Resucitado que nos ayude a remover la losa que paraliza nuestra alma y nos libere del peso que aplasta nuestros corazones. ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La resurrección significa que Jesús es el gran argumento, que el cristianismo ofrece a la humanidad, para mostrar que la vida es más fuerte que la muerte. El Resucitado nos dice, según la fe de los cristianos, que, más allá de todas las evidencias que se nos imponen, la muerte no tiene la última palabra en el destino de los humanos. No estamos destinados al fracaso y a la corrupción, sino a la vida y a la felicidad.
Entre nosotros solemos decir este refrán: “todo tiene arreglo, menos la muerte”. Y lo decimos como consuelo al que se encuentra en una situación muy difícil. Hoy decimos: “todo tiene arreglo hasta la muerte”. La resurrección de Jesús es un grito de ánimo a quienes luchamos por las grandes ideas, sin encontrar respuestas al momento. La igualdad entre los hombres, la solidaridad, la justicia, la paz, el perdón… Estas ideas grandes no se apagarán porque somos muchos los que creemos en la vida y estamos dispuestos a luchar por todas ellas. Cristo resucitado, vencedor de todas las muertes, es nuestra fuerza. Nunca faltarán hombres y mujeres de Dios en un rincón del mundo que harán posible la unidad de los hombres y el aliento de las grandes ideas. Todos dando un grito a la vida y a la esperanza.
Nadie tiene tantos motivos como nosotros los cristianos para dar ese grito. Lo nuestro es vivir, es la alegría. No dependemos del Viernes Santo, aunque tengamos que pasar por él, porque no hay resurrección si no ha habido previamente una muerte. El que la cruz sea señal del cristiano es porque la entendemos como el árbol de la vida que ha florecido en Cristo resucitado.
El sepulcro vacío es la señal de que la muerte no tiene la última palabra en la vida del creyente. El poder del Padre en el Espíritu que sacó a Jesús de la muerte, el mismo poder del Dios resucitado y resucitador puede poner en pie a todos los muertos vivientes que están aplastados por todo tipo de muerte: pobrezas, depresiones, hambres, egoísmos, injusticia social, paro, odios… todas las muertes que queráis ahora, aquí abajo, y la misma muerte física, seguiremos con la esperanza cierta de que si Cristo ha resucitado también lo que muramos con Cristo resucitaremos con Él.
De modo que hoy es la fiesta de los que caminan con los ojos iluminados por la fe. Es la fiesta de los que han tenido las manos encadenadas por el pecado y ahora las elevan al cielo, libres de ataduras y las extienden hacia la tierra como signo de liberación pascual. Es la fiesta de los que se han despojado de las obras del mal y se han revestido de la vida de Cristo resucitado. Es la fiesta de los hambrientos y sedientos que se han sentado en la Mesa con Cristo para compartir su Palabra y el Pan sacramental. Es la fiesta de los ciegos y, ahora contemplan el misterio de la fe; de los sordos y ahora escuchan la palabra de salvación. Es la fiesta de los sin camino porque han hallado la senda de la vida y de la verdad en Cristo. Es la fiesta de los pobres enriquecidos por Cristo Resucitado. Y, en fin, es la fiesta de Cristo y nuestra fiesta pascual. ¡Aleluya!

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