lunes, 22 de octubre de 2012

CATEQUESIS DOMINICAL

XXIX DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO. Ciclo B.
ENVIADOS PARA SERVIIR

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 53,10-11: Servir para justificar a muchos. La lectura proclama la parte final del cántico del Siervo de Dios. El profeta Isaías presenta al Siervo que entrega su vida en expiación; sus sufrimientos serán eficaces para la justificación de muchos.
-          2ª Lectura: Hebreos 4,14-16: La intercesión de Cristo. La carta a los Hebreos nos exhorta, en breves palabras, a mantener la fe en el Sumo Sacerdote, Cristo, que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado, y ahora intercede por nosotros ante el Padre.
-          Evangelio: Marcos 10,35-45: Estar al servicio de todos. El “Siervo”, presentado por Isaías, era un anuncio de Cristo. Jesús enseña a los suyos a ser servidores de todos y no hambrear los puestos de preferencia o de poder.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En las tres lecturas que nos ofrece la liturgia de la palabra de este domingo XXIX del Tiempo Ordinario, aparecen tres títulos relacionados a Jesús. En la primera lectura aparece el título del SIERVO DE YAVÉH, que “salvará a muchos, cargando con los pecados de todos”. En la segunda lectura, aparece el título del SUMO SACERDOTE, que “ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado, pero capaz de sentir pena de nuestras debilidades”. Y el evangelio nos presenta el título del HIJO DEL HOMBRE, “que no ha venido para le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Mis queridos hermanos y hermanas, estos títulos con los que la Palabra de Dios presenta hoy a Cristo, nos hablan de una vida entregada, de forma gratuita, por los demás. La vida de Jesús fue una ofrenda, una donación para los demás; vivió para los demás y no tanto para sí mismo. Trató de acercar a los hombres al Padre celestial. Por eso le podemos llamar Sumo Sacerdote porque se constituye en puente entre Dios y los hombres. Así también se hace solidario con el hombre para romper la soledad y el aislamiento de siempre. Además, sin dejar de ser Dios, se hizo hombre, con lo que nos conoce y es capaz de compadecerse de nuestras debilidades. Compartió todo lo nuestro, también nuestros sufrimientos. Tuvo frío en Belén, conoció el exilio en Egipto, el trabajo en Nazaret, el sufrimiento en la cruz. Y cuando se marchó no quiso que su obra la continuaran los ángeles del cielo, sino los hombres.
Estos hombres somos nosotros, todos los bautizados, los confirmados en la fe, los casados, los religiosos/as, sacerdotes. En fin, todos los cristianos estamos hoy invitados por el Señor a ser los continuadores de lo que él empezó con los hombres y mujeres de su tiempo. Ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo con los de nuestra época, y no importa el lugar. Lo apremiante es ser transmisores y sembradores de fe, esperanza y amor. Algunos lo han entendido al pie de la letra yendo a otras tierras, lejos de sus lujares de nacimiento, a predicar la Buena Noticia, dando, así, su vida por sus hermanos los hombres, que aún no conocen a Cristo o se han alejado de él. Unos son los misioneros a los que recordamos y por los que rezamos en la celebración de hoy. Son los MISIONEROS DE LA FE, como reza el lema del DOMUND de este año. Otros somos nosotros, agentes de la pastoral, en nuestras parroquias y comunidades religiosas, que necesitamos nuevo ardor y nuevo impulso para llevar a cabo la Nueva Evangelización, tema que tratan ahora en el sínodo de los obispos en Roma.
Hermanas y hermanos, no olvidemos que el Papa Benedicto XVI ha proclamado este año como el Año de la Fe. Esa fe, dice él, es la clave de nuestra felicidad. De tal modo que la crisis de la fe, continúa él, es la fuente de todas las crisis que afectan al ser humano en nuestras sociedades actuales. La crisis o falta de fe en Dios es la que provoca este peligro que el Señor Jesús advierte a sus discípulos y a nosotros en el Evangelio de hoy: el afán de protagonismo, de aparentar, dominar y someter a los hermanos a toda costa. Y dirá: “Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso. El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. Jesús, con estas palabras, deja claro que mide al hombre no por su capacidad de conseguir que los demás le sirvan, sino en su disposición de servir a los demás. No es el poder lo que salva a los demás, sino el amor que se entrega por ellos; no es la gloria lo que ayuda a los demás, sino el servicio desinteresado. Servir une, agrupa e incluye; competir desune, divide y excluye. El cristiano debe entrar en la lógica de Jesús y no la del mundo; debe beber el cáliz y compartirlo con los demás. Que la Nuestra Señora de Fátima nos acompañe e interceda por nosotros en nuestro peregrinar en este sitio.

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