XXX DOMINGO DEL TIEMPO DEL ORDINARIO.
Ciclo B.
ESCLAVITUD
Y LIBERTAD, OSCURIDAD Y LUZ
Ideas
principales de las lecturas de este domingo:
-
1ª Lectura: Jeremías 31,7-9: Esclavitud y libertad. El profeta Jeremías evoca con emoción
el regreso de los exiliados a la patria, porque Dios es bueno para con su
pueblo. Canta gozoso la liberación antes de que suceda para que el pueblo viva
en esperanza.
-
2ª Lectura: Hebreos 5,1-6: El único
sumo Sacerdote. La carta a los Hebreos señala las condiciones para ser
sacerdote y las aplica a Cristo, único sacerdote de la nueva alianza, que ha
ofrecido el único sacrificio.
-
Evangelio: Marcos, 10,46-52: Oscuridad y luz. La curación del ciego de Jericó es un acto
de compasión de Jesús y un signo de su mesianidad. Sólo la fe hace ver con
claridad y da fuerza para seguirle por el camino que lleva a la salvación.
Queridos
hermanos y hermanas en Cristo: Para los que no saben aún, el Papa Benedicto XVI
ha proclamado este año litúrgico como el Año de la Fe. Esa decisión del Papa
responde a unas detenidas observaciones de la situación religiosa de nuestro
mundo actual, donde muchos bautizados: hombres, mujeres y jóvenes o han perdido
la fe en Dios o ésta se ha relajado en ellos sobremanera por varios motivos, a
veces comprensibles y respetables.
El
Papa expresa esta inquietud en su Carta Apostólica que dirige a todos los
creyentes en el Dios de Jesucristo, Porta Fidei (Puerta de la Fe). Y lo dice
en estos términos: “Deseamos que este Año
suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada
convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para
intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en el
Eucaristía, que es la ‘cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también
la fuente de donde mana toda su fuerza’. Al mismo tiempo, esperamos que el
testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir
los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar
sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe
de hacer propio, sobre todo este Año” (Cf. P.F., núm. 9a).
“El
testimonio de vida de los creyentes” al que alude el Papa, lo tenemos en el
Evangelio de hoy en la figura del ciego de Jericó, Bartimeo, quien, a pesar de
la mala pasada que le jugaba la vida, por pertenecer al grupo de los marginados
sociales de su tiempo, como los hay en el nuestro, tendió la mano a Jesús, en
lugar de alejarse de él. Así Bartimeo es para nosotros los creyentes un modelo
de hombre de fe; del hombre que se sabe necesitado, limitado, humillado y
marginado, pero no se desespera, no se rebela ni rechaza a Dios a causa de su miseria;
ni mucho menos se resigna a buscar la solución a su problema; por eso aprovecha
la presencia del que puede remediar su situación: Jesús de Nazaret.
Jesús
no sólo devolvió la vista al ciego Bartimeo, sino que lo reintegró en la
sociedad, y con ello, le devolvió la dignidad que le había sido arrebata por
unos hombres y mujeres que no tomaban en serio las desgracias humanas, ni
sentían lástima de ellas; por eso le mandan callar al ciego cuando suplica la
compasión de Jesús. Esta pasaba porque las personas del tiempo de Jesús tenían
la convicción de que ciertas enfermedades y los defectos físicos y psíquicos
eran ‘castigo divino’, que cada cual había que responder ante su indignidad
ética o su precaria situación económica, de ahí que pusieran etiquetas de ‘pecadores’
y ‘pobres’ a la gente que sufría todo esto en sus propias carnes.
Queridos hermanos y hermanas, Jesús rompe con todo esto y nos invita
también hoy a nosotros a ser sensible ante cualquier situación de sufrimiento
humano. Para Jesús, lo decisivo es la integridad de la vida y la felicidad de
las personas. Pero nos dice también que si nos fiamos de Él y de su Padre,
podemos conquistar para nosotros y para otros esa integridad y esa felicidad
que anhela el ser humano. Amén.
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