domingo, 27 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
LA PROCLAMACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Nehemías 8,2-4ª. 5-6. 8-10: Proclamación de la Ley al pueblo de Israel. El relato de Nehemías es uno de los episodios más importantes de la restauración material y espiritual del pueblo de Dios después de la cautividad. Israel es convocado para escuchar la Ley y participar en la comida festiva y caritativa. Dios convocó a su pueblo para que escuchara su Palabra y renovara la Alianza. Y nos convoca para que también escuchemos y meditemos su Palabra divina. Su Palabra es espíritu y vida.
-          2ª Lectura: I Corintios 12,12-30: Somos el cuerpo de Cristo. Como el cuerpo humano da unidad a las diversas funciones de sus miembros, así, Cristo unifica por el bautismo a todos los cristianos en su Cuerpo, que es la Iglesia. La unidad en la diversidad es una realidad. Todos los miembros son necesarios y distintos; y todos están al servicio de los demás en el dolor y en la alegría.
-          Evangelio: Lucas 1,1-4; 4,14-21: El cumplimiento de las promesas. Jesús entra en la sinagoga y le entregan el libro de la Ley para que la proclame y la comente. Él afirma que “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” Las promesas, las profecías se cumplen. Él es el ungido por el Espíritu y ha venido a evangelizar a los pobres y anunciar la libertad a los oprimidos.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Después de escuchar las lecturas, hemos constatado, en la primera lectura, cómo el pueblo de Israel se reunía a escuchar la Palabra que le venía en forma de Ley. En el Evangelio hemos visto también cómo Jesús se reunía para celebrar la Palabra con sus paisanos el día del Señor, que entonces era el sábado. Hoy también nosotros nos hemos reunido en el día del Señor, Domingo, para la celebración de la Palabra. El tema de nuestra catequesis de hoy es la proclamación de la Palabra de Dios; también meditaremos sobre la importancia de la unidad en la Iglesia y en el mundo.
La Palabra de Dios siempre nos llega en palabras humanas, porque Jesucristo se ha hecho hombre para enseñarnos a ser hombre de verdad, y porque son los hombres los que se hacen portavoces de esa palabra que Dios nos regala. De modo que hablar de la “Palabra Dios” no es hablar de cualquier palabra, sino de una Palabra Sagrada.
Pero si nos fijamos en el plano puramente humano, encontramos que la palabra tiene una fuerza configurativa de la persona humana; es decir, con ella el ser humano ha tratado de educar a sus hijos o a las generaciones inferiores; la palabra conserva los valores con que un pueblo, cultura o civilización convierten en norma de vida (ley); la palabra actualiza al hombre, evocando las experiencias del pasado…; la palabra inmortaliza también al hombre, a nuestros hombres ilustres: intelectuales, héroes, antepasados con sus famosos dichos… Pero todo esto es nada en comparación con la Palabra de Dios que es Cristo, que se presenta hoy en la sinagoga de Nazaret como el cumplimiento de la Palabra de Dios: “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
El hoy de la palabra de Dios se sobrepasa la historia y el tiempo. La Palabra de Dios fructifica en el presente y es garantía del futuro. La palabra de Dios no envejece; siempre es joven y renueva el corazón de aquellos que la escuchan y la ponen en práctica en su vida. Cualquiera que proclame la Palabra de Dios ha de ser como Jesús: poseído por el Espíritu del Señor “para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos, la vista. Para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia de Señor” (Lc. 4,18b-19). Esto significa que ha ser transmisor de la fe, alegría y felicidad a sus hermanos.
Hoy, la Iglesia y el mundo entero quieren escuchar la palabra UNIDAD, de la que nos habla san Pablo en segunda lectura. Es apremiante la instauración de la unidad en muchas familias y comunidades divididas, y en muchos países en conflictos bélicos. Las divisiones y los conflictos los fabrica el hombre que no acepta al otro y quiere imponer su voluntad. Hoy la Buena Noticia es: la unidad en la diversidad es una realidad. Todos somos necesarios y distintos; y todos estamos al servicio de los demás en el dolor y en la alegría”. Amén.

lunes, 21 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. Ciclo C.
JESÚS INVITADO A LA BODA

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 62,1-5: El amor de Dios que salva. Después del edicto de Ciro que autoriza el retorno de los exiliados y la reconstrucción de Jerusalén, el profeta ve que el amor de Dios rodea a la ciudad y describe el amor divino como una fiesta de bodas. Emplea una terminología que evidencia el contenido salvífico del mensaje: el encuentro de Dios con Jerusalén, signo de su presencia en medio de su pueblo.
-          2ª Lectura: I Corintios 12,4-11: Los dones del Espíritu. En la sociedad existe diversidad de profesiones y funciones; en la Iglesia hay diversidad de ministerio y dones o carismas. Pablo recuerda que Dios no cesa de conceder dones a su Iglesia. Los ministerios se distribuyen a Cristo y los carismas al Espíritu Santo. Los carismas no son privilegios personales, sino dones para que en la Iglesia crezcan la unidad y la caridad.
-          Evangelio: Juan 2,1-11: Jesús convierte el agua en vino. La primera parte del evangelio de san Juan se llama el libro de los signos porque Jesús desvela su mesianidad realizando una serie de signos. EL primero lo realiza en Caná y es el signo prototipo de los otros siete. Los discípulos creyeron en Jesús. Los signos de Jesús nos interpelan también a nosotros. Es necesario tener los ojos abiertos, creer en Cristo y aceptar su presencia.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: El evangelio que acabamos de escuchar termina diciendo: “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus milagros, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él”. Estamos hablando de la tercera epifanía de Jesús. La primera fue ante los pastores y los magos, al poco de nacer. La segunda en su bautismo, de la que hablamos el domingo pasado, y esta tercera es el comienzo de su actuación pública. Aquí es el poder de Dios el que se manifiesta a través de los milagros de Jesús que no son sino expresión y manifestación del amor que tiene Dios a los hombres.
Ese amor divino lo describe el profeta Isaías, en la primera lectura, en términos de matrimonio entre Dios y su pueblo. Dios llega a los hombres en todos los momentos de la vida, pero cuando llega en los momentos tristes y desolados, como llegó al pueblo de Israel, sus vidas cambian y se llenan de felicidad. Dios llega de muchas maneras y a través de personas concretas a la vida de los hombres. Hoy se sirve del profeta Isaías para llevar al pueblo de Israel un mensaje de esperanza: “Ya no te llamarán abandonada, ni a tu tierra devastada; a ti te llamarán mi favorita, y a tu tierra desposada. Porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó, la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”.
Esta imagen de Israel y Dios como esposos que se aman la encontramos mucho en el Antiguo Testamento. Por supuesto un matrimonio que se mueve entre la fidelidad de Dios y la infidelidad de Israel. Dios quiere hacer con cada uno de nosotros esa misma historia de amor. Nuestra relación con él debe basarme en el amor mutuo. Nuestra felicidad depende de nuestra fidelidad a él.
Pero también nuestra felicidad depende de la felicidad de nuestros hermanos. Por eso se nos invita compartir los dones que nos ha dado Dios. El Espíritu se manifiesta en cada uno de nosotros para el bien común; ésta es la clave de interpretación de la segunda lectura. La llamada de Dios es cada uno, pero en comunidad. Es decir, la relación con Dios es personal. Dios nos conoce por nuestro nombre, nos llama por nuestro nombre, pero nos llama dentro de un pueblo del que formamos parte. Por eso es tan importante la Eucaristía del domingo, porque es la oración comunitaria de los hijos de Dios. El ir a la misa los domingos más que una obligación (en sentido impositivo) es para los bautizados UNA NECESIDAD, porque es una ocasión fundamental para encontrarse con la comunidad para celebrar el día del Señor.
Hay que conjugar la dimensión personal y comunitaria de la fe. Esta segunda lectura de hoy nos explica la importancia de la construcción de esa comunidad. Dios nos ha repartido unos dones para que con ellos colaboremos en la construcción del bien común. No vale decir que no nos ha tocado ningún don. Los dones pueden ser desde una sonrisa bonita, hasta una capacidad de servicio o de escucha o el don de la palabra, o la capacidad de hacer el bien o leer con claridad una lectura en el templo.
Hoy, en el Evangelio, hemos visto también a María, la madre de Jesús, haciendo uso de su don de intercesión, de pedir a favor de los demás: “No les queda vino”. En este mundo todos somos necesarios. Nos necesitamos los unos a los otros para manifestar la gloria de Dios. Y “la gloria de Dios, como decía S. Ireneo, es que el hombre viva”. Amén.

sábado, 12 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. Ciclo C.

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 42,1-4. 6-7: La elección y misión del “Siervo”. El Señor ha elegido a una persona para “siervo” y le ha infundido su espíritu para que cumpla su misión sin gritar, con suavidad y mansedumbre. El “siervo” debe enseñar la voluntad de Dios e implantar la justicia y la paz en la tierra.
-          2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38: La misión del Ungido. Pedro reflexiona sobre la universalidad de la salvación, pues Dios no hace distinciones. En el pasado, la palabra de Dios fue dirigida al pueblo hebreo, hoy a todo el mundo. Jesucristo, el ungido, es el portador de la paz a todos. Él pasó haciendo el bien y curando a los enfermos.
-          Evangelio: Lucas 3,15-16. 21-22: Jesús confirmado en su misión. Jesús en el Jordán se confunde con los de su pueblo. El cielo cerrado se abre y el pueblo sin profetas ni oráculos descubre al gran Profeta, porque el Espíritu Santo se posa sobre él. La voz del cielo proclama a Jesús Hijo de Dios y de esta manera condensa el misterio de su personalidad y de su misión a realizar.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hace unos días celebramos la fiesta de la Epifanía o la manifestación de Jesús a los pastores en Belén y a los Reyes Magos de Oriente. En esta misma clave de epifanía, de presentación o manifestación, hay que entender la fiesta del Bautismo de Jesús que hoy celebra la Iglesia. Por lo que el Bautismo de Jesús es su segunda epifanía, la que hace el Padre Dios a todo el pueblo expectante ante de comenzar su Hijo la predicación. Es decir, con este Bautismo Dios presenta públicamente a Jesús, su Hijo. Pero que hay que recordar que el Bautismo de Jesús no tiene nada que ver con el bautismo que recibimos, que es un rito de incorporación a la Iglesia y la remisión del pecado original, entre otros efectos.
Jesús no se bautizó para buscar el perdón de los pecados ni para buscar la santidad. En Él no había pecado. La santidad fluía en toda su vida. En el río Jordán no fue el agua la que santificó a Jesús, sino que Jesús santificó el agua. No sólo el agua del Jordán, sino la de todos baptisterios del mundo. Lo que sí es cierto es que el Bautismo de Jesús cambió su vida. Jesús al sumergirse en el agua del río cambió radicalmente su vida. Pasó del ámbito familiar a dedicarse a la misión mesiánica; de la vida tranquila de Nazaret a recorrer pueblos, caminos y campos; del silencio a enseñar el evangelio. Jesús se bautizó para solidarizarse con los pecadores y así santificarlos.
Hoy, la Iglesia, hace memoria de aquel acontecimiento salvador y nos invita a recordar y a revivir lo que significa nuestro bautismo. Nuestra vida cambió en las aguas bautismales. Pasamos de creaturas a ser hijos amados y predilectos de Dios; del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, del aislamiento a la vida en la comunidad, de la muerte a la vida. Fue un cambio radical.
En el bautismo comenzamos un nuevo camino creyendo en Cristo y comprometiéndonos a ser fieles al evangelio. Esto es, el bautismo nos capacita a ser “siervos de Yahvé”, es decir, mediadores entre Dios y los hombres, nuestros hermanos; nos capacita a pasar por este mundo haciendo el bien, como el mismo Jesús. Además, el bautismo no exige crecer en la fe, ser evangelizados por la Palabra y ser evangelizadores en nuestro ambiente. El bautismo nos hace constructores de una sociedad fundamentada en la justicia, el derecho y la paz. Quien ha sido bautizado y quiere vivir las exigencias del bautismo no debe colaborar con la cultura de la muerte, ni promover nada que haga daño al ser humano. El bautizado debe pasar haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Amén.

miércoles, 2 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

LA EPIFANIA DEL SEÑOR
LA UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIÓN
  •  1ª Lectura: Isaias 60, 1-6: El profeta Isaías no deja de gritar, anunciando un amanecer luminoso, a ese pueblo que, como nosotros, siente la oscuridad de la condición humana; y les hace ver que la claridad se extiende a todo el universo.
  • 2ª Lectura: Efesios 3, 2-3a. 5-6: San Pablo en su Carta a los Efesios habla de la revelación del Espíritu Y es ya hora de que, unidos, nos sentemos a la misma mesa y compartamos el mismo pan. Pues, sólo así, la comunidad cristiana iniciará una vida nueva a través de los sacramentos; siendo en todo momento testimonio de la Epifanía de Cristo.
  • Evangelio: Mateo 2, 1-12: La manifestación de Dios a los hombres sabios y lejanos es lo que nos cuenta Mateo en el Evangelio. Y el asombro de quienes no quisieron ver al Señor en Belén se hace manifiesto cuando los Magos preguntan por Él. Ojalá, nosotros veamos también la estrella, nuestra estrella, la que nos conduce directamente a cumplir nuestra misión como cristianos.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: La fiesta de los Tres Reyes, a pesar de ser la fiesta de los niños o día de intercambio de regalos dentro de la familia y entre amigos que se quieren, es ante todo una fiesta religiosa. O al menos, la Iglesia da a esa fiesta un sentido peculiar, y por eso la llama Fiesta de la Epifanía del Señor.
Epifanía significa manifestación. Cristo se manifiesta a los Reyes o Magos (sabios) procedentes de Oriente. Pero el significado profundo y religioso de esta fiesta es que “todo hombre” (impedientemente de la cultura, raza y religión…) lleva en su ser y en su corazón el deseo natural de buscar a Dios, de buscar la paz en Dios. Los Magos que vinieron de Oriente eran hombres de otra cultura y creían en otra religión. Pero nada de eso fue impedimento para que acudieran a adorar a Jesús y le llevaran sus regalos. Los Magos personifican la eterna ansia del hombre que sólo en Dios puede encontrar la paz.
En esta misma línea, podemos decir que, hoy es también el día de la universalidad de la salvación, pero es Cristo quien se convierte en el autor principal de esta salvación; su estrella nos atrae hacia Él. En ese deseo natural de buscar a Dios que caracteriza al hombre, no siempre acierta. Epifanía es la historia de unos magos que contemplan una estrella especial y emprenden un camino que conduce a Jesucristo. Existen muchas estrellas fugaces y muchos caminos tortuosos. Las estrellas fugaces brillan un instante y desaparecen; los caminos tortuosos hacen perder la verdadera senda al caminante. La estrella guió a los Magos y nos guía a nosotros hasta llegar a Cristo.
El relato del Evangelio describe tres reacciones ante el anuncio del nacimiento de Jesús: Herodes, los sumos sacerdotes y los Magos. Herodes se turba y quiere transformar a los Magos en espías. Él mira su seguridad y su porvenir. Los “Herodes” de hoy no ven, están ciegos, miran solamente su egoísmo, su seguridad y porvenir. Los sumos sacerdotes conocen profecías y saben el lugar del nacimiento del Mesías. Indican el camino y no se mueven. Muchas veces conocen la historia de Jesús, pero les falta la valentía de emprender el camino que conduce a Él. Los Magos descubren la estrella y se ponen en camino hacia Jerusalén, y luego a Belén. Adoran al Niño en brazos de María, su madre. No emprendieron el camino por curiosidad, sino por fe y piedad. Volvieron a su patria por otro camino. Esto quiere decir que el encuentro con Jesús cambió su vida y a la vez su vía. No tengamos miedo de acercarnos a Jesús. Él puede cambiar nuestra vida y nuestro camino para bien, como hizo con los Magos.
Hoy nosotros contemplamos la Luz y nos postramos para adorar a Cristo. Le ofrecemos los dones de nuestras manos y de nuestro corazón. La estrella de la Epifanía ya no brilla en el cielo, sino en el corazón del creyente. ¡Descúbrela! Amén.

martes, 1 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
MARIA: MISTERIO Y CERCANÍA

Ideas principales de las lecturas de este día:
  • 1ª Lectura: Números 6,22-27: Los sacerdotes de Israel, cuando comenzaban el nuevo año, bendecían al pueblo. Bendecir es "decir bien" a una persona, a un objeto o a un lugar. Dios "dice bien" a nosotros que comenzamos un nuevo año. Jesús es la gran bendición del Padre a la humanidad. La bendición divina es signo de su amor paternal. Hoy no es suficiente desearnos un feliz año, es preciso que seamos durante todo el año portadores de felicidad, de bien y de paz. Quien felicita debe comunicar el bien, la felicidad y la paz. 
  •  2ª Lectura: Gálatas 4,4-7: Pablo recuerda que Cristo nació de Santa María y que nosotros somos hijos de la libertad y amados de Dios. El bautismo nos capacita para dirigirnos a Dios e invocarle como Padre. 
  •  Evangelio: Lucas 2,16-21: El Evangelio pone de relieve el fruto de la bendición: la maternidad divina de Santa María. Mientras todos se maravillan de lo que cuentan los pastores y glorifican a Dios, María, la Virgen-Madre, en silencio medita en su corazón todas estas cosas. La maternidad de María no termina en Belén, se prolonga a la cruz y a toda la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Los sacerdotes de Israel, cuando comenzaban el nuevo año, bendecían al pueblo. Bendecir es ""decir bien" a una persona, a un objeto o a un lugar. Dios ”dice bien" a nosotros que comenzamos un nuevo año. Jesús es la gran bendición del Padre a la humanidad. La bendición divina es signo de su amor paternal. Hoy no es suficiente desearnos un feliz año, es preciso que seamos durante todo el año potadores de felicidad, de bien y de paz. Quien felicita debe comunicar el bien, la felicidad y la paz.
Entre otras cosas, la razón de nuestra alegría hoy es haber llegado al Año 2013. EI sueño y el deseo de mucha gente es poder vivir un año más en la existencia; por eso muchos nos festejamos al ver cumplido ese sueño. Hoy nos deseamos larga vida los unos a los otros; hoy celebramos también la Jornada de la Paz. Y deseamos hoy la paz para todas las naciones que viven en guerra; deseamos la paz a todos los hogares que viven bajo el peso de la violencia y la intranquilidad.
No obstante, hoy la Iglesia celebra la fiesta mariana por antonomasia: la Maternidad divina. La Iglesia llama a María Madre de Dios desde el concilio de Éfeso, en el año 431. La maternidad divina constituye el fundamento de todos sus privilegios. María no sería lo que hoy la considerarnos si no fuera Madre de Dios.
La maternidad de María comienza en la Anunciación, se convierte en espiritual en la cruz y continúa en la Iglesia. Con la mirada fija en María empezamos el año nuevo. Ella guía los pasos de todos sus hijos. Ella, la Mujer creyente hace sus hijos crean en Cristo y permanezcan en fidelidad a los compromisos bautismales.
María es la mujer creyente que abrió su corazón a Dios y nos enseña a creer y a crecer en la fe. La fe hace milagros. El gran milagro es que una virgen sea Madre. Dios la bendijo e ilumino su rostro sobre ella y le concedió su gran favor.
Recibamos al inicio del nuevo año la bendición de Dios para que nos proteja, ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor. María es el misterio y cercanía. María es la mujer de la paz y la que nos acompañara durante todo el año que hoy comenzarnos. Amén.