sábado, 12 de enero de 2013

CATEQUESIS DOMINICAL

DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. Ciclo C.

Ideas principales de las lecturas de este domingo:
-          1ª Lectura: Isaías 42,1-4. 6-7: La elección y misión del “Siervo”. El Señor ha elegido a una persona para “siervo” y le ha infundido su espíritu para que cumpla su misión sin gritar, con suavidad y mansedumbre. El “siervo” debe enseñar la voluntad de Dios e implantar la justicia y la paz en la tierra.
-          2ª Lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38: La misión del Ungido. Pedro reflexiona sobre la universalidad de la salvación, pues Dios no hace distinciones. En el pasado, la palabra de Dios fue dirigida al pueblo hebreo, hoy a todo el mundo. Jesucristo, el ungido, es el portador de la paz a todos. Él pasó haciendo el bien y curando a los enfermos.
-          Evangelio: Lucas 3,15-16. 21-22: Jesús confirmado en su misión. Jesús en el Jordán se confunde con los de su pueblo. El cielo cerrado se abre y el pueblo sin profetas ni oráculos descubre al gran Profeta, porque el Espíritu Santo se posa sobre él. La voz del cielo proclama a Jesús Hijo de Dios y de esta manera condensa el misterio de su personalidad y de su misión a realizar.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Hace unos días celebramos la fiesta de la Epifanía o la manifestación de Jesús a los pastores en Belén y a los Reyes Magos de Oriente. En esta misma clave de epifanía, de presentación o manifestación, hay que entender la fiesta del Bautismo de Jesús que hoy celebra la Iglesia. Por lo que el Bautismo de Jesús es su segunda epifanía, la que hace el Padre Dios a todo el pueblo expectante ante de comenzar su Hijo la predicación. Es decir, con este Bautismo Dios presenta públicamente a Jesús, su Hijo. Pero que hay que recordar que el Bautismo de Jesús no tiene nada que ver con el bautismo que recibimos, que es un rito de incorporación a la Iglesia y la remisión del pecado original, entre otros efectos.
Jesús no se bautizó para buscar el perdón de los pecados ni para buscar la santidad. En Él no había pecado. La santidad fluía en toda su vida. En el río Jordán no fue el agua la que santificó a Jesús, sino que Jesús santificó el agua. No sólo el agua del Jordán, sino la de todos baptisterios del mundo. Lo que sí es cierto es que el Bautismo de Jesús cambió su vida. Jesús al sumergirse en el agua del río cambió radicalmente su vida. Pasó del ámbito familiar a dedicarse a la misión mesiánica; de la vida tranquila de Nazaret a recorrer pueblos, caminos y campos; del silencio a enseñar el evangelio. Jesús se bautizó para solidarizarse con los pecadores y así santificarlos.
Hoy, la Iglesia, hace memoria de aquel acontecimiento salvador y nos invita a recordar y a revivir lo que significa nuestro bautismo. Nuestra vida cambió en las aguas bautismales. Pasamos de creaturas a ser hijos amados y predilectos de Dios; del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, del aislamiento a la vida en la comunidad, de la muerte a la vida. Fue un cambio radical.
En el bautismo comenzamos un nuevo camino creyendo en Cristo y comprometiéndonos a ser fieles al evangelio. Esto es, el bautismo nos capacita a ser “siervos de Yahvé”, es decir, mediadores entre Dios y los hombres, nuestros hermanos; nos capacita a pasar por este mundo haciendo el bien, como el mismo Jesús. Además, el bautismo no exige crecer en la fe, ser evangelizados por la Palabra y ser evangelizadores en nuestro ambiente. El bautismo nos hace constructores de una sociedad fundamentada en la justicia, el derecho y la paz. Quien ha sido bautizado y quiere vivir las exigencias del bautismo no debe colaborar con la cultura de la muerte, ni promover nada que haga daño al ser humano. El bautizado debe pasar haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Amén.

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